Cuatro trapos viejos

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Todo empezó una noche de sábado, iba con mi familia cuando de pronto vi a un pobre hombre con ropas sucias, parecía que nunca habían estado dentro de una lavadora. Eran cuatro trapos viejos esperando ser remplazados por unos nuevos.

La gente pasaba por su lado, le miraban con asco, arrogancia, temor. Temor hacia una persona a la que habían echado de su casa, una persona que no tenía donde caerse muerto, que daría lo que fuera por cuatro paredes y un techo, por un plato caliente que comer y una ducha... Era una persona normal, solo que la gente no lo veia así. El entraba en los bares pidiendo comida, pero por desgracia le echaban de allí. Se emepezó a acercar a mi, observo detenidamente mi cara, la de mis hermanos, la de mis padres y finalmente, la de mi perro. Comenzó a acariciarle suavemente en el hocico, el hombre empezó a hablar, me di cuenta de que era extranjero, no me acuerdo muy bien de que idioma hablaba, ni del acento que tenía, solo me acuerdo de que tenia una linda voz. Cuando mis padres decidieron comprar la cena, el hombre estaba alejandose, rumbo a cualquier lugar. Cuando me dieron la cena, no pude evitar pensar en el. ¿Cuántos días llevará sin comer? ¿Cuántos días llevará sin cenar un plato caliente? Y decidí ir a buscarle. No estaba tan lejos, era fácil distinguirle entre la multitud ya que al verle cerca de ellos, la gente se apartaba. Cuando me acerqué a el con mi madre y vió que le estabamos dando una cena para esa noche, se le iluminó la cara. Una cara de felicidad que jamás olvidaré. Tardó bastante poco en empezar a comer. Aún que yo tuviera muchisima hambre aquella noche, se me pasó. Se me llenó el estómago de felicidad. Ese día dormí con la conciencia muy tranquila al saber, que aquel hombre, esa noche dormiría con una gran sonrisa.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2014 ⏰

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