El Viejo -Es Tiempo-

17 1 0
                                    


El viejo apoyó el vaso de whisky recién servido, sobre la mesa de roble junto al sillón. El crepúsculo caía otra vez sobre los pinos del bosque nevado. Las oscuras y pesadas cortinas ocultaban tras de sí el esplendoroso paisaje.

Solo la lumbre del hogar iluminaba la lúgubre habitación, vieja como el desgastado hombre, triste como su alma, escondida en la enorme casa como su existencia.

Se dejó caer sobre el sillón dando un profundo suspiro, mezcla de alivio y cansancio. Tomó el vaso con su mano izquierda temblorosa y lo bebió de un solo trago.

Había dejado atrás su vida en la ciudad. A los ochenta y un años ya no sentía la necesidad de cumplir con los deberes de la normal sociedad y el dolor de su corazón lo hacía sabio.

El viejo cerró los ojos, no para dormir, de hecho últimamente casi no lo hacía, solo para sentir el vacío absoluto que había dentro de sí.

Una lágrima salió de sus ojos cerrados, deslizándose engorrosamente sobre su arrugado rostro.

Hacía tiempo que el silencio de la vida se había instalado en esa casa. Afuera el viento bailaba su alocada danza, al ritmo de una macabra canción que repetía: "Es tiempo".

Aquel maldito sonido se escabullo hasta entrar a la morada del anciano y este lo escuchó, no era la primera vez que esas palabras lo importunaban, por lo que no se sorprendió y siguió impertérrito con los ojos cerrados, como quién cierra una pesada puerta a aquello de lo que quiere huir.

"Es tiempo". El sonido deambuló por todas las habitaciones, como alma en pena que no encuentra la paz eterna, azotando puertas, tumbando portarretratos con fotos de lo que en un buen tiempo fue y ya nunca más sería, precipitando cuadros y objetos contra el piso. "Es tiempo". Pero nada de esto llamó la atención del viejo, quién continuó impávido con su alma escondida tras los ojos cerrados.

Ya no había silencio en la casa, aunque el mundo ya no oía nada que estuviera dentro de la olvidada morada, los sonidos de la muerte comenzaron a irrumpir en cada atardecer, incrementándose con el correr de las horas y precipitándose al silencio total al amanecer.

El viejo los esperó cada tarde, sentado en su sillón, bebiendo su whisky con los ojos cerrados.

Como cada amanecer el anciano abrió los ojos, las puertas dejaron de azotarse, los portarretratos volvieron a su posición, los cuadros y otros objetos se acomodaron en su lugar. Corrió las pesadas cortinas y vio elevarse tras los pinos un intenso resplandor, allí afuera ahora la vida se manifestaba pavoneándose ante los arrugados ojos, en toda su belleza.

Sus ojos, ahora abiertos al igual que su alma se admiraron de la poderosa fuerza que se instalaba allí afuera y aun con todo su poder ese resplandor ya no intentaba entrar en la casa del viejo. Aunque sus ojos estuvieran abiertos, como una invitación de su alma, un venid a mí, ese resplandor no traspasaba los vidrios de sus ventanas.

Con el pasar de los días el viejo lo pudo comprender.

El viejo apoyó el vaso de whisky recién servido, sobre la mesa de roble junto al sillón. El crepúsculo caía otra vez sobre los pinos del bosque nevado. Se dejó caer en él mientras a lo lejos se escuchaba aquel sonido acercándose "Es tiempo" pero esta vez el viejo no cerró los ojos. El viejo ya no huyó. El viejo sintió plenitud. El viejo jamás volvió a cerrar los ojos.

El viejo- Es tiempoWhere stories live. Discover now