CHECK YES, JULIET (run baby run)

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「Capítulo único」

Los Nakamoto. Familia de inmigrantes provenientes de Japón que llevaban décadas establecidos en Corea. Tenían tres hermosos hijos, un amable varón, Yuta, y dos mujeres, Momoka y Haruna, que eran dignas de presumir a sus vecinos como chicas respetuosas y divertidas, a las cuales cualquiera querría tener como parte de su familias al emparejarlas con alguno de sus propios hijos. 

Excepto la familia Lee. 

Los Lee. Familia conformada por un inmigrante estadounidense y su esposa nativa de Corea, quienes llevaban largos años viviendo en el país habiéndose establecido ahí al menos una década posterior al nacimiento de su único hijo, Mark, el cual era la luz de sus ojos y a quien todas las señoras del vecindario querían tener como yerno. 

Todas excepto la madre de los Nakamoto. 

La familia Nakamoto vivía al lado derecho de la pequeña calle de un pintoresco vecindario en los suburbios de la ciudad; tenían un gran roble en la entrada de su casa, que daba sombra al pórtico y un aspecto más vívido a la casa. Su cerca estaba perfectamente barnizada y no había mal clima capaz de arruinarla. 

La familia Lee tenía un cercado igual, solo que pintado de blanco en lugar de con el color natural de la madera, pero se mantenía siempre pulcro y reluciente, ninguna mancha lo cubría jamás. Vivían exactamente frente a la casa de sus vecinos japoneses y tenían un pequeño limonero, al lado de los rosales, que le daba vida a su jardín.

A Mark Lee, su hijo, le encantaba el gran roble en casa de sus vecinos y desde los once años que soñaba con poder treparse en él. Estaba seguro de que a través de él podía entrar a la vivienda por una de las ventanas que daba hacia la calle. Sin embargo, tenía prohibido acercarse más de la cuenta al territorio enemigo.

Nakamoto Yuta, por otra parte, jamás olvida la llegada de la familia de enfrente cuando él tenía unos tiernos quince años. Recuerda perfectamente al inocente niño que observaba con curiosidad el árbol bajo su propia ventana y le preguntaba a su mamá si podían tener uno igual. Tampoco olvida cuando se torció el tobillo por intentar robar un limón del jardín de sus vecinos y su madre le dio el sermón de su vida; no porque estuviese intentando robarse una fruta, sino porque el señor Lee lo había descubierto (aunque el hombre, en lugar de enojarse, le sonrió y le dijo que si quería un limón solo debía pedirlo), volviéndolo todo aún más humillante para su familia. 

Actitudes como la de la mamá de Yuta eran las que, por años, habían impedido que el chico se hiciese amigo de Mark, quien era el único varón del barrio al que no le llevaba diez o más años de diferencia. 

Las madres de cada uno se odiaban entre ellas y habían vuelto todo una competencia. Ninguno de los dos quiso saber porqué llegaron a enemistarse, Yuta recuerda haber oído algo sobre un malentendido con sus padres, sin embargo, no les interesaba. Nunca se involucraron demasiado en la guerra fría que llevaban, siempre estaban peleando indirectamente por cosas como quiénes tenían el mejor auto, quienes hacían más voluntariado para la Iglesia (a la que ambas familias iban) o cuál casa tenía el mejor jardín.

Mark consideraba que era un empate todo el tiempo, pues para él la casa de Yuta era tan linda como la suya y sus padres eran tan buenas personas como los suyos.

Las hermanas de Yuta, por otra parte, se habían dejado llevar por las raras ideas competitivas de su familia y se mostraban exageradamente ejemplares y educadas, pero ariscas, cuando sus vecinos estaban cerca. Él no era así. 

De forma constante era regañado por su madre por intentar involucrarse con sus vecinos, brindándoles su ayuda u ofreciéndose a acompañar a Mark a comprar cuando el cielo comenzaba a oscurecerse y lo veía salir. Aunque, por supuesto, los padres del menor jamás aceptaban, ya que Yuta cargaba consigo el estigma de la mala actitud (a veces hipócrita) de su familia. 

CHECK YES, MARK はい YUMARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora