Le encantaba observarla, le encataba su pelo, la forma en la que jugueteaba con el cuando la notaba nerviosa. Le encantaban sus labios, y soñaba con su boca cada día. Le encantaban sus manos, sus anillos, sus dedos, el color rojo de sus uñas. Imaginaba su tacto suave, pero se sentia lejano a sentirlo alguna vez.
Nunca supo ni tan siquiera el color de sus ojos. Nunca le gustaron los riesgos y mirarla fijamente era el mayor reto de su vida.
Le encantaba.
Pero nunca se arriesgó.