Velas, vino tinto, música lenta sonando en un tocadiscos de impecable aspecto vintage que era de todo menos antiguo, las luces de las calles Dresde iluminando los picos de aquellas hermosas construcciones del pasado y el suave aroma a sándalo del incienso que tanto les gustaba. Cuando dijeron que iban a pasar una velada romántica, Wei WuXian no se esperaba que fuese la insuperable velada romántica, sacada directamente de un manual de seducción. Le encantaba. El perfeccionismo de Lan WangJi era uno de esos puntos de su personalidad en los que se volvían radicalmente opuestos, pero no tenía queja ninguna al respecto. Incluso siendo abstemio se había acordado de comprarle una botella de su vino favorito, la Sonrisa del Emperador, y eso que no era para nada barato.
Disfrutando del sabor adulto de todo aquello, no solo del licor, Wei Ying esbozó una sonrisa y tomó un corto trago de la copa que sostenía. Acto seguido apoyó la cabeza contra el pecho de su marido. Llevaba una camisa granate, como la primera vez que se besaron. Lo recordó con cierta nostalgia. Qué lejos quedaban aquella fiesta y sus borracheras, qué lejos quedaban ya los veinte años, la universidad. No podía quejarse de la edad —menos delante de su cuñado por parte de hermana, que parecía estar pasando por la crisis de los cuarenta cuando ni siquiera los había cumplido—, y tampoco tenía intención real de hacerlo. Carecía de remordimientos, podía decir abiertamente que estaba feliz con el rumbo que había tomado su vida, incluso después de los momentos difíciles. Mirando por el balcón del amplio ático que compartían, se preguntó que habría dicho ese pequeño niño desnutrido de seis años que malvivía en un orfanato si alguien le hubiese hablado de lo que le deparaba el futuro. Un prestigioso investigador y profesor de la universidad de Dresde casado con un abogado cuyo bufete tenía renombre a nivel mundial. Llevaba cinco años viviendo en Alemania con todas las comodidades del mundo, tres de matrimonio y uno en proceso de adopción, y atesoraba cada minuto. Lo único que lamentaba era no haber podido casarse en China, pero de eso tenía la culpa el país y poco podía hacer.
Con la misma sonrisa indescriptible en los labios, alzó la vista hacia el rostro de su marido. Lan Zhan lo contemplaba con una expresión inescrutable pero si alguien lo miraba durante suficiente rato con la suficiente atención, podría descubrir la sutil curva que presentaban las comisuras de sus labios.
-¿Piensas en algo, Wei Ying?
-Intento que no. Solo me lleva a darle vueltas a mis clases del lunes y me dan una pereza tremenda. -Bromeó. El abogado se limitó a parpadear con infinita paciencia, antes de disfrutar de la cadencia de sus risas-. Vale, miento. Pienso en nosotros.
-¿En nosotros?
-Sí. No creas que es algo malo, ¿eh? Para nada, para nada. Es solo que... -Como si buscase las palabras correctas entre todas las burlas y pullitas que solía generar la jaula de grillos que tenía por cerebro, Wei WuXian se detuvo un momento, perdidos sus ojos grises en el paisaje urbano-. Me acabo de dar cuenta de que ya son trece años.
-Hm.
Lan WangJi asintió con la cabeza, segundos antes de que el otro se colocase frente a él. Dejó la copa de vino en el ancho alféizar del balcón confiando en que no se caería, y tomó el rostro de su marido entre sus manos, conservando esos rasgos perfectos que parecían incapaces de envejecer.
-Sé que hace tiempo dijimos que entre nosotros no hacían falta agradecimientos ni disculpas -comenzó, recordando uno de sus votos-, pero realmente quiero darte las gracias, Lan Zhan. Gracias por besarme hace trece años en aquella fiesta y por volverme a besar todas las veces que te lo pedí hasta que nos atrevimos a dar el paso. Gracias por quedarte conmigo cuando mis padres murieron. Gracias por apoyarme cuando decidí venir a Europa, por seguirme y por no abandonarme nunca. Gracias por creer en mí y en mi investigación. Gracias por esta noche, por darme el capricho de las velas. Gracias por estar en mi vida y por ser una parte esencial de ella. Gracias por todo lo que has hecho por mí durante todo este tiempo, y por todo lo que seguirás haciendo.
Podría haber seguido, y querría haberlo hecho, pero Lan Zhan fue rápido a la hora de besarle cuando se detuvo a coger aire. Las manos que reposaban en su cintura se apretaron ante el contacto entre los labios, ante el baile de bocas que unos días era un vals y otros una batalla. Él también quería darle las gracias por mil cosas, pero eligió no hacerlo con unas torpes palabras. En su lugar, le trasmitió todo el agradecimiento que sentía en un beso mil veces más dulce y más experimentado que el primero. Fue un beso que demostraba tanto amor que tras él no les hacía falta ningún te quiero. Por eso al separarse solo se sonrieron y se volvieron a besar. Una, dos, cincuenta y hasta mil veces de ser necesario. Porque... ¿qué necesidad tenían de hablar pudiendo besarse?
Bueno, y aquí se acaba esta pequeña recopilación de drabbles WangXian. Espero que la hayáis disfrutado tanto como yo he disfrutado escribiéndola. A l@s que seáis fans del XiCheng, os invito a echarle un vistazo a mi otro fic de Mo Dao Zu Shi. Nos leemos pronto en alguna otra historia.
Ekaterina Kurae~
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Kissing [WangXian] [Mo Dao Zu Shi fanfic]
Fiksi PenggemarA veces los abrazos se quedan cortos. Los besos también suelen, por eso a Wei WuXian le gustaba tantísimo pasar a palabras mayores, pero los besos es verdad que suelen ser capaces de dar una mejor definición del estado de una relación. ¿Eran amigos...