Capítulo 1

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Después de que los Españoles conquistaran México-Tenochtitlan construyeron su sociedad y a todos los nativos los sometieron, cuando se formalizó la conquista yo era muy pequeña y era nada más y nada menos que la hija mayor del Conquistador Hernán Cortés y de La Señora Marina de Cortés, tenía a mis hermanos y por supuesto a mi nana, ella siempre me quiso mucho y mi madre también pero mi padre siempre fue frio conmigo, grosero y cada que tenía oportunidad me dejaba claro que me odiaba, por mucho años pensé que era porque yo soy morena y de ojos oscuros mientras que el rubio y de ojos claros, pero había algo más que no me pude explicar hasta muchos años después.

Mi padre se molestaba constantemente conmigo porque ayudaba a las personas del antiguo pueblo azteca,  pero él las consideraba basura, recuerdo que una vez les había dado comida a unas personas que estaban en la calle lo que provoco que me regañara

-¿Estás loca Erika, porque los ayudas? -dijo molesto

-Padre son personas como tú y como yo, ¿porque no ayudarlos?

-Por supuesto que no, son gente muy baja no los compares conmigo y ya cállate,  me desquicias, vete a tu cuarto no quiero seguir peleando

La verdad yo sentía mucha simpatía por ellos y siempre se me hizo injusto lo que los soldados de mi padre les hacían a esas personas después de todo ellos eran los que habían venido a invadir y a quitarles sus tierras pero yo no podía decir nada de eso, si no mi padre me mandaría a la horca o algo peor.

Mi padre mando a mis hermanos a estudiar a Europa así que tenía mucho tiempo que no los veía, mi madre le pido que también me mandase a estudiar allá pero él se negó y la trato muy mal, por eso le pedí a mi mamá que no le insistiera en ese tema. Pero ella quería que estudiara así que me contrato un maestro y milagrosamente mi padre no se interpuso.

Me gustaba acompañar a mi nana a las compras que hacía para la casa, era el único momento en que me podía relacionar con muchas personas sin que mi padre se interpusiera o en su peor caso me golpeara.

-¿Nana?

-¿Qué pasa mi niña?

-¿A qué hora vas a ir al mercado?

-En un rato, ¿vas a acompañarme?

-Claro nana, por eso te
preguntaba –sonreí

-Pues anda mi niña, vámonos de una vez –me devolvió la sonrisa

Nos fuimos al mercado y como de costumbre mi nana saludaba a todos y yo igual con la diferencia que a mí me gustaba mucho platicar con la gente que vendía o a la que me encontraba, mi nana era mucho más reservada por eso solo saludaba.  Entonces paso algo muy extraño, recuerdo que llegamos a las ruinas de una vieja pirámide,  los soldados la empezaban a demoler para hacer una iglesia

-Nunca he entendido porque las destruyen son muy hermosas, siempre me han gustado las pirámides -le dije con nostalgia a mi nana

-Ay mi niña yo también quisiera saber, lo único que nos dicen es que son cosa mala y que ahí habitan demonios

-¡Qué tontería! -dije y seguimos caminando

Compramos lo que hacía falta y mientras mi nana escogía la verdura vi a un soldado de mi padre que molestaba a la señora que vendía fruta al pie de la pirámide, cuando me percate de eso quise ir pero mi nana me detuvo

-Niña no hagas eso, mejor vámonos

-Pero la está maltratando, ella no le hizo nada 

-Es algo que no nos incumbe, vámonos -dijo jalándome del brazo

La última princesa azteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora