Una rola de amor.

0 0 0
                                    

Ya es la hora, se le hizo tarde. Corre esperando que no se haya ido, la respiración se le va y su corazón late con fuerza, no tanto por el esfuerzo físico, está  a punto de llegar y verla, lo pone nervioso, no sabe qué hacer, no sabe siquiera cómo saludarla. Y al fin llega al punto. Mira al rededor y ahí está ella. También lo ve y sonríe. Rápidamente se acercan, le comienzan a sudar las manos, su corazón late frenéticamente y su respiración se acelera, llega con ella y con la mano suspendida en el aire hace un gesto de saludo, ella hace lo mismo mientras le sonríe. Comienzan a caminar por lo largo del parque, hablan sobre la fiesta. Él la observa mientras caminan, mira la blusa que lleva puesta, es blanca y resalta su piel parda. Mira sus ojos, le parecen tener un brillo peculiar, uno que no se logró ver la vez anterior. Ama ver como se achinan sus ojos al sonreír, porque su sonrisa es algo con lo que Arturo simplemente no puede, se deshace con ella, podría mirarla sonriendo a diario, todo el día y disfrutarlo como si fuese la primera vez. La tarde avanza violentamente, el tiempo se les va volando y comienza a oscurecer. Pasaron un rato sumamente agradable pero ya deben de separarse, Arturo la acompaña hasta la esquina de su casa, pues sorpresivamente no viven muy lejos uno del otro. Él intenta despedirse del mismo modo con el que la saludó, pero ella lo toma por sorpresa y lo abraza rodeando su cintura, Arturo se queda petrificado. Al roce de sus cuerpos una paz inmensa lo dominó, su dulzura lo abrumó, por un momento se sintió más liviano, casi sin peso  y, como si su cuerpo reaccionara solo, sus brazos ya se encontraban rodeándola por encima de sus hombros, duraron unos cuantos segundos así, ella se despidió y se fue.

Han estado saliendo por un tiempo, a veces una vez por semana, a veces dos. Hablan por horas y horas. Él es fanático de escucharla hablar pues sabe mucho, sobre todo de ciencias y filosofía, al parecer tuvo un maestro muy cercano a ella en la preparatoria, lo menciona con regularidad. Se ven cada que pueden, en las mañanas, en las tardes o en las noches. Caminan en los alrededores, en especial un parque que se encuentra cerca de sus casas, es un sitio tranquilo por el cual no pasan muchas personas y la mayoría que va hace ejercicio, ellos acostumbran mecerse en los columpios mientras juegan.

—Hola, niño. 

—Hola.

 —¿Por qué estás aquí tan noche?¿No te regaña tu mamá?

—Mi mamá anda por allá, ¿tú qué haces aquí tan noche?

—Ah, es que yo ya estoy bien grandota. 

—A ver, ¿cuántos años tienes? 

—Pues así.—Ella con los dedos le enseña cuantos años tiene.

Esa clase de actos le enternecen y comienza a reír. El silencio se apodera del lugar pues él sólo la mira y ella a él, simplemente sonríen. 

¡Hijos de la chingada! Vamos a romperles su madre. Yo me voy a aventar contra ese, el pinche negro. Tomo un palo de madera y se lo rajo en la cabeza pero no le pasa nada. Él se me acerca para agarrarme pero no me dejo, comienzo a pegarle en la cabeza, una y otra y otra vez pero ni se inmuta. Reviso en los bolsillos de la chamarra y tengo unos nudillos de metal. Lo golpeo con nudillos puestos y no hace ni jetas pero comienza a salir sangre de su ceja, le pateo las piernas y lo tumbo, me sigo con su estomago hasta que deja de resistirse y me voy. Me acerco a los otros pero no son tan fuertes como su amigo así que es fácil acabar con ellos, golpeo a uno y otro y otro abriéndome paso a ese cabrón, se asoma por la ventana, y ahí, ahí la tiene, está hasta arriba. Subo a toda velocidad por las escaleras pero ya no está el bastardo, ya no importa, ahí está ella, pero ahora está güera y tiene los ojos verdes, es Fernanda, lo sé, pero se ve distinta. 

Ha conseguido un empleo en un a cafetería no muy lejos de su casa, así que puede llegar allá caminando sin problemas. Para celebrar su notable mejora sus papás le hicieron una comida y él invitó a sus amigos, Ángel, María y Fernanda. Hablan por un rato mientras comen pozole, a todos les ha estado yendo bien. Ángel sigue con Andrea y ya planean juntarse terminando la universidad, se quieren mudar juntos. María también está saliendo con alguien pero todo se mantiene casual y consiguió un trabajo de medio tiempo en una farmacia, dice que ahí le da tiempo de leer y estudiar. Fernanda está juntando dinero para comprar un coche usado, su padre le va a poner la mitad y ya le falta muy poco, quiere un vocho negro que le vende su vecino. Y así hablaron por un tiempo sobre el futuro y lo brillante que parece podría ser. Ya casi es año nuevo y es cambio de milenio así que planean juntarse e ir a algún sitio, el que sea, para celebrar el nuevo milenio. 

Está fascinado con Fernanda, no puede estar unos segundos en paz sin que su recuerdo pase por su mente. Imágenes de ella se manifiestan en su cabeza a cada rato mientras esboza una sonrisa espontanea, le provoca cierta calma, seguridad. Sabe que no todo puede estar tan mal si ella está ahí. Sin embargo, en el interior sufre pues no sabe si ella siente lo mismo que él. Sus amigos dicen que es obvio, que ambos están jodidos, o sea, enamorados. Pero él aún así no lo sabe y no sabe si decirle o no sus sentimientos. Está confundido y le quita el sueño, da vueltas en su cama y mira el techo. Desde hace tiempo no sale con chicas, lleva alrededor de dos años sin salir con nadie y en sí nunca ha tenido algo muy serio, cree que tal vez con Fernanda podría tenerlo, no quiere arruinarlo y tampoco sabe si ella ha tenido algo con alguien alguna vez, ¿y si sí? ¿No será sólo de él si es que llega a ser de él? ¿Ya es tiempo de dar el primer paso?

De la vida como una canción triste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora