ᛊᛁᚾᚲᛟ

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Al sur, en las tierras áridas de la Región del Fuego, se alzaba majestuosamente la ciudad de Altissia, lar de titanes y gigantes que, tras mil años de guerra, lograron levantar aquella urbe en símbolo de paz, donde prometieron vivir en armonía y nunca más lanzarse a las armas entre ellos.

Hasta aquel día.

La repentina y sospechosa muerte de Jinhyuk, el Espíritu del Fuego, hizo sospechar a los gigantes de los titanes, puesto que, para proteger el santuario en el que se custodiaba a la deidad, se turnaban entre ellos, siendo en el horario de los titanes cuando el espíritu murió.

Y era extraño. Aquel templo estaba en lo alto de la ciudad, en una colina al norte, como en las antiguas metrópolis, custodiado día y noche. Nadie que se acercase hasta allí pasaría desapercibido.
Entonces, ¿cómo alguien había podido entrar a un lugar cerrado a cal y a canto y atentar contra la vida de una divinidad?

Aún así, los gigantes no dudaron en declararle la guerra a los titanes, quienes decían que ellos no habían hecho nada.

Altissia estaba en guerra y el Espíritu del Fuego, muerto. Pero eso no era lo peor.
Lo peor sería cuando empezase a desestabilizarse el orden natural de Zenithia, el cual lo mantenían los espíritus.
Por suerte, tenían algo de margen, pues Jinhyuk, al ser el más vetusto de los cuatro Espíritus Elementales, había sido precavido dejando el hechizo del Equilibrador activado, atrasando un poco los desastres naturales que podía causar su muerte.

Y, aunque fuese cobarde, varios titanes ayudaban a escapar de la ciudad a los más indefensos de su especie, como los niños y ancianos, para que no tuvieran que sufrir las calamidades de las batallas, aunque de verdad que no querían entrar en guerra. Por eso, el líder de los titanes, Hangyul, negociaba la paz con el líder de los gigantes, el cual los acusaba de traidores.

─ Si bien es cierto que el espíritu murió en nuestro turno, eso no quiere decir que nosotros lo matásemos.

En aquella mesa redonda donde estaban totalmente divididos, se podía respirar un ambiente de tensión insoportable, cualquier palabra mal entendida podría ser la causante de una guerra inminente.

─ ¡Los titanes no dicen más que falacias! ─exclamó uno de los consejeros del líder gigante. Todos los demás consejeros le dieron la razón como si fuese tonto. Sin embargo, el propio líder les mandó callar.

─ Reconozcan que es sospechoso que el atentado fuese durante su turno, y con todos los antecedentes y seguridad que había, lo más probable es que haya una conspiración entre ustedes y fuese uno de vuestra especie quien lo matase.

─ Sí... En eso le doy la razón, pero...

─ ¿Entonces reconoce que fueron ustedes quienes lo mataron? ─El líder gigante sonrió maliciosamente pensando en que había ganado aquella batalla verbal mientras Hangyul lo miraba con su semblante serio.

─ No me ha dejado acabar la frase que iba a decir ─continuó el titán─. Sigo, pues. Quería decir que aunque todas las sospechas caen sobre nosotros, podemos afirmar que no hicimos nada. ¡Remítanse a los hechos! No hay ninguna prueba que nos culpe, tan solo la del horario de guardia.

─ ¡Es más que suficiente!

─ ¡No lo es! Y mucho menos para un acto tan atroz como este. Piénsenlo, analicen las heridas de Jinhyuk, las normas celestiales. Seres de menor categoría no pueden atacar a una divinidad así como así. Y menos aún estando el templo sellado.

Después de aquellas palabras el líder gigante se quedó analizando la situación, mientras que los consejeros debatían entre ellos.
Estaba claro que haber acusado a los titanes sin fundamento no había sido una buena idea.

─ ¿El templo estaba sellado?

─ El mismo Jinhyuk lo selló aquella noche ─confirmó Hangyul─. Dijo que algo malo iba a ocurrir.

─ ¿Y sus heridas son...?

El titán suspiró pesadamente. Los gigantes no tenían ni idea de lo que había pasado exactamente. Parecía que simplemente habían buscado una excusa para romper el milenio de paz con la otra especie.

─ Sus heridas están hechas mediante magia negra.

─ El único que conocía magia negra en Altissia era Jinhyuk... ─habló el gigante─ No creerán que... ¿Fue un suicidio?

─ De hecho, lo pensé. Pero lo veo improbable. Entonces... Queda demostrado que los titanes somos inocentes, ¿o no?

─ Todavía no.

Hangyul, enfadado después de haber demostrado que su especie no había hecho absolutamente nada malo, se levantó de aquella mesa redonda dando por finalizada la reunión.
Había decidido que el tratado de paz firmado mil años atrás para formar la ciudad de Altissia había acabado.

Los titanes se marcharían de allí, por supuesto, dejando la ciudad entera a los gigantes.
No quería la guerra, pero tampoco quería la paz con los que les habían acusado de actos tan horribles como esos.
No. Nunca más se ayudarían, habían ganado un enemigo para guerras futuras.

El pueblo titánide partió ese mismo día de Altissia hacia la estepa de Iluugazard, en la misma Región del Fuego, donde se quedarían en la antigua ciudad abandonada de Gerzuun.

Por desgracia, aquella urbe oculta en el interior de la única cordillera de Iluugazard, no estaba tan abandonada como parecía.

⌗ TALES OF WIND ♡̷̷%՞˖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora