Parte 1 Sin Título

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Mallorca, a 25 de julio de 2019. Hace demasiado calor. Deben ser las 2 de la mañana y aún sigue dirigiendo su propio sueño:

"En una casa de un chico sin rostro, un grupo de adolescentes beben y ríen alrededor de una mesita de café, sentados en unos sofás. Tres chicas se encuentran entre ellos. Ella está sentada al lado del que probablemente sea el chico más guapo de todos. O eso ella cree... no puede verle el rostro, pero tiene el cabello castaño. Ambos hablan y ríen, pero no con el resto. Ellos se miran, crean conversaciones paralelas. Finalmente, se besan."

Suena la alarma a las 9 en punto. Se levanta fría, con la cabeza dolorida y la barriga pidiendo el desayuno. Ella y la amiga se visten y bajan a desayunar. Comienzan los mareos y las náuseas. No pueden ir a la playa y ella se siente muy mal. Por su amiga. Por culpa de su estómago. Pero solo una cosa le promete: hoy salen. No sabe con qué fin, pero necesita salir esa. Por no joder más los planes. Por ver qué pasa. Por todo.

Con el estómago hecho mierda, se sube a la caravana de su amigo. Ella y sus dos amigas. Se dirigen a la casa del joven que ya tiene rostro. Sus amigas se sirven unas copas y ellas también bebe. Se sienta en el reposabrazos de un sillón, un sillón en el que se sienta sin duda el chico más atractivo de la habitación. Analiza a todos los amigos. Curiosos. Entrañables, diría yo. Dos se son silenciosos, otro está demasiado concentrado comiendo pizza; otro se centra en su novia. Cuatro chicos montan el jaleo. Tres chicas los siguen.

Dos adolescentes, una noche joven.

Mallorca, 26 de julio de 2019. Son detenidos antes de llegar a la discoteca. Los siete que montan jaleo y el de la pizza. Escuchando Phineas y Ferb, mostrando la cara inocente de la niñez. Pero los niños de 19 años deberían saber que 8 personas en una furgoneta de 5 es un tanto ilegal. Tienen suerte.

Consiguen llegar a la discoteca. Agobio. Mucha gente que intenta colarse. Te das cuenta de que por muy alto que seas no consigues coger aire. Te pegas a tus amigos para no perderte. Por fin estás en la entrada y lo único que te separa de la incertidumbre es un cutre cordón de color oscuro.

Entras. Bailas. Bebes. Ríes. Muchas luces te confunden. Busca caras conocidas, pero las únicas que hay ya están ocupadas. Una de las chicas baila con el que le gusta; la otra se enfada sin motivo y se va. Ella ve la oportunidad para acercarse. Comienza a hablarle. De cualquier mierda. Tampoco puede tirar de mucho; hasta que él pregunta si quería buscar a su amiga.

Salen a la terraza y se sientan. Él sugiere que se sienten. Comienza a hablar. Comienzan a hablar. Y ella solo mira su sonrisa, sus gestos, sus ojos; su gracioso granito bajo el ojo derecho, que habría salido hace poco, listo para joder como hacen los buenos granos. Zoilo se llamaría si fuera una persona. Con ese nombre solo se puede molestar. Nota como agarra con su brazo su rodilla y le cosquillea el interior de la pierna. Ella le toca el brazo. Se le notan las venas.

Él le cuenta su vida. Es interesante. Ha viajado y ambos estudian ahora en la misma ciudad. Él le pregunta a ella, más tímida. Sabe que está nerviosa. Está nerviosa. Él se ríe, pero no de su nerviosismo. Bromean. Charlan. Ríen. Se miran.

Dos adolescentes, una noche adolescente.

No saben cuánto tiempo han estado hablando. Demasiado, porque la amiga le llama. Ella no quiere irse, pero la amistad le llama. La otra, la desaparecida, ya no lo es tanto, y entran todos a bailar. O casi, porque la desaparecida desaparece y la amiga se había ido. Ella y dos chicos. Su amiga regresa y besa al chico que le gusta. Ella mira al otro. La amiga le susurra que se le va a lanzar; ella solo se pregunta cómo lo sabe. ¿Se lo diría a su amigo? Ojalá.

Bailan. Juntos. Se besan. Es un tanto raro. Tiene los labios fríos de la bebida. Bailan. Se besan. Se ríen. Se mofan el uno con el otro. Y así lo que parecieron minutos pero fueron horas.

Dos adolescentes y una noche adulta.

La desaparecida se había ido. Habían perdido al resto del grupo. Los cuatro se mantenían juntos. Bailaban. Se reían. Se besaban.

Él salió y poco después los otros tres. Llamaron al cuarto, pero no vino hasta minutos más tarde. Ella estaba sentada en una mesa con su amiga. El que le gustaba en la mesa de enfrente. Se cambia de mesa y él se sienta con ella. A su lado. La envuelve con su brazo. Luego vuelve a acariciarle la pierna. Ella se apoya en su hombro y le acaricia en silencio. Al principio, besarle era raro. Ahora lo deseaba.

Dos adolescentes y una noche vieja.

Los cuatro se montan en la furgoneta. Cada uno en una ventana. Él y ella detrás. Él se desabrocha y se sienta a su lado. "así mejor" dice y ella sonríe, pues son los últimos minutos que se verán. Lo que dura un recorrido en coche. Hablan. Se miran. Se besan. Agarrados. Ella nunca quiso tanto tardar en llegar a casa. Pero al final llega.

Él se baja de primero. El Instagram. Se besan. Se besan. Se besan. Se abrazan. Se miran. Y el coche arranca. Ella sonríe y desea que la historia no se acabe ahí.

Una adolescente y un amanecer dorado.


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⏰ Last updated: Jul 28, 2019 ⏰

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Mallorca, 26 de julioWhere stories live. Discover now