Capítulo 3. NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL.

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Le acaban de decir que era la quinta finalista y la ganadora de "TO", no estaba nada mal, ya que llevaba algunas semanas pensando que ni siquiera llegaría a la final. Tenía un combinado de emociones que no sabía explicar. Estaba tremendamente agradecida a todas esas personas que llevaban meses apoyándola, que gritaban su nombre cada gala, que le sonreían o tendían la mano cuando cruzaba la pasarela; era tan fuerte que no lo había asimilado aún. Estaba deseosa de salir de ese plató y poder, por fin, recuperar su ansiada libertad: hablar con su madre, dormir en su cama, pasear por las playas de Cádiz, irse de cañas con sus amigos...

También sentía muchísima curiosidad por ver vídeos de la academia y por leer esa hojita que les daban a todos con lo más relevante de su concurso de cara al exterior. Por supuesto, se moría de ganas de reencontrarse con sus compañeros sin miles de ojos al acecho. Pero, todo esto, estaba entremezclado con una especie de temor a la realidad.

Mientras Roberto seguía con el guion de la gala, ella no podía concentrarse tanto como le gustaría en las maravillosas actuaciones que estaban haciendo sus compañeros. Sabía que, en apenas unos minutos, ese limbo en el que llevaba absorta tres meses iba a desvanecerse para dejar paso a su vida de nuevo. ¿Acaso todo lo que había vivido en este tiempo no formaba parte de su vida? ¿Qué clase de disociación era esa? Madre mía, se sentía desorientada, igual un poco desubicada. En realidad era normal, había hablado con Alba y Sabela la noche anterior y ellas se sentían igual. Pero no, no era lo mismo, ella tenía demasiados frentes abiertos que requerían atención y a los cuales se iba a tener que enfrentar en cuestión de días. No se veía capaz de gestionar tantas cosas en tan poco tiempo...

Julia, aquí, ¡mira, por favor! – gritaron dos chicas que se encontraban en la primera fila justo en frente del sofá donde ella estaba sentada.

Julia alzó la mirada y consiguió localizar de dónde provenían aquellas voces. Eran dos chicas de unos dieciocho años, con unas sonrisas que casi no les cabían en sus caras, que agitaban las manos para llamar su atención y hacían gestos que no llegaba a descifrar. Pensó que eran muy monas; le seguía chocando que alguien pudiese parecer así de feliz solo porque ella le prestase un segundo de atención, pero se sintió bien. Las saludó levemente con la mano y movió los labios diciendo "gracias" pero sin emitir ningún sonido. Una de las chicas tenía un móvil en la mano y se dio cuenta de que estaban intentando que ella mirase la pantalla. Echó el cuerpo hacia adelante y fijó la vista en el Smartphone, hasta que consiguió ver una foto de Carlos y ella en la academia y una frase que sus ojos no alcanzaron a leer.

No era la primera vez que veía algo así. En Zaragoza tres o cuatro chicas habían intentado que les firmase fotos de ese estilo, incluso alguna funda de móvil. Pero esta vez, al conseguir apreciar lo que esas dos chicas se esforzaban por enseñarle, un escalofrío recorrió su cuerpo. Un torrente de sentimientos la invadieron de repente: vergüenza, alegría, melancolía, temor, culpabilidad... empezó a notar como le sudaban los pies y las manos, como se le comenzaba a formar un nudo en la garganta y comenzó a temer no ser capaz de controlar esa bola que su cuerpo llevaba reprimiendo meses y que sabía que, antes o después, tendría que expulsar.

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Carlos llevaba toda la noche sentado tras los finalistas. Volver a aquel plató, a aquel sofá con el jurado a un lado y el público en frente... le traía muchísimos recuerdos.

Recordaba perfectamente aquel quince de noviembre, con sus maletas a cuestas. Aquella última mirada a la academia, a los compañeros... a ella.

Recordada la primera conversación, ya en Barcelona, que tuvo con su madre. Una madre orgullosa y feliz pero, sobre todo, una madre que conocía a su hijo mejor que nadie. Le asombraba que supiese lo que pasaba por su cabeza y por su corazón sin ni siquiera preguntarle.

También recordaba cómo le mostraba vídeos de Julia dentro de la academia, una vez que él ya había sido expulsado. La de Cádiz le nombraba todo el tiempo, escuchaba su canción, le dibujaba, veía sus fotos... y su madre le animaba a ponerse en su lugar: "Carlos, hijo, ella ha estado dividida mucho tiempo, ha tenido dudas y desconfianza, como es normal. Pero ahora ha elegido, ¿es que no lo ves? Es una chica tan expresiva, que sus ojos y sus gestos hablan por ella. Y esos ojos solo se iluminan cuando piensa en ti". Ojalá él lo viese tan fácil. Era consciente de que Julia le seguía teniendo presente, pero eso no era tranquilizador para él. En esos momentos, le aterraba que ella continuaba dentro de esa burbuja pero, algún día, saldría, volvería a su vida y todo eso se esfumaría.

Y ese día había llegado. Sentía que debía olvidarla, al menos, comenzar a verla de otra forma, pero le costaba exigirle eso a su corazón, que se había desbocado hacía meses. 

Del vértigo, tú y yo.   //  Julright.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora