Capítulo único

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¡Esta historia lleva dedicación!
A lira-0618,
una lectora que ha sido increíblemente dulce conmigo, y a quien quise dedicarle algo desde la primera vez que hablamos.

(Me hace gracia que el usser combine con el título la verdad, jajaja)

La primera señal estuvo ahí, latente, implícita, en la manera en que su novio dio un brinco cuando el tema salió a colación

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La primera señal estuvo ahí, latente, implícita, en la manera en que su novio dio un brinco cuando el tema salió a colación. Blaise estaba de visita en Londres, decidió pasar por Grimmauld Place, lugar donde ambos vivían desde la época turbulenta en que Draco se escapó de la Mansión para demostrarle a su padre que , lo de salir con Potter iba en serio. De aquello, hacia más de ocho años, poco después de superada la Segunda Guerra, y todavía no encontraba motivo alguno para mudarse de vuelta. No si Harry no iba con él, al menos.

Su antiguo compañero, que tenía preferencia marcada por los hombres desde su adolescencia, lo que no era un secreto para ningún Sly de su género (Draco no podía ser una excepción en ese caso, por mucho que saberlo irritase a Harry), de pronto, había decidido que estaba en la edad adecuada para empezar a formar a su heredero, y en lugar de recurrir a la lista de brujas que habrían aceptado gustosas acostarse con él, adoptó.

El término, en sí, resultaba extraño para un sangrepura, como ambos lo eran. Los sangrepura procuraban lo mejor para su casta, cruces de genes en base a acuerdos que muchas veces tenían lugar antes de su nacimiento o durante su tierna niñez. Tener un heredero, asegurar una siguiente generación que conservase sus legados y mantuviese el apellido vivo, era vital.

Adoptar significaba que no llevaría su sangre, que contaba con elementos que jamás podría controlar. Tal vez podían parecerse físicamente, tal vez podrían enseñarle a comportarse igual. Pero nunca sería lo mismo que un hijo biológico, vía el método tradicional, de su familia, de su apellido. De su clase.

En el fondo, Draco sabía que su pensamiento era retrógrado, producto de la educación que le fue dada desde que era muy joven. Su ex compañero lucía feliz y orgulloso, el pequeño Damien era adorable, con su piel morena y sus ojos del color de la miel, y sonrisa fácil, así que él no pudo hacer más que felicitarlo y compartir ese atisbo de alegría que desprendía.

Harry no dejaba de observar al niño de cuatro años, maravillado, mientras balanceaba uno de sus juguetes en el aire, capturando su completa atención y causando que se riese y jugase con él. Entonces Draco no sabría cuántas repercusiones llegaría a tener esa tarde en su vida.

—0—

Había pocas cosas que pudiesen ablandar a Draco Malfoy cuando estaba frente a una decisión que consideraba importante. El tono suave de su madre era un buen ejemplo; cuando le hablaba de ese modo en que sólo hacía al quedarse solos, desde niño, y lo trataba con aquel afecto frágil y tierno, que lo dejaba con la sensación de ser amado y cuidado, era más sencillo ceder. Una dosis de chocolate importado, de buena calidad, también podía hacerlo reconsiderar, de vez en cuando. No era un método tan efectivo como el primero, y en definitiva, nada similar al tercero:

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