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Jimin era un chico demasiado extraño ante los ojos de los adultos prepotentes. Era como si el centro de su pecho cargara con un blanco fácil, completamente expuesto frente a cada par de ojos juveniles en la lobreguez de su salón de clases, siendo carcomido por esa dinamita llamada "ansiedad" jodiendo en su cabeza, a punto de estallar. Bebía educación mientras era juzgado por pupilas crueles, poseedoras de un carbónico repulsivo, emanando fétida estupidez humana.

Humano. Esa era la gran diferencia entre la raza incrédula y aquellos cuerpos que yacían pulcramente esbeltos cruzando la línea de lo delicado en la repisa de su habitación. Bellas muñecas de resina. Criaturas inertes que poseían el corazón del muchacho ardiente en vela de juventud.

Desde que era tan sólo un niño la refinancia de aquellos rostros pálidos en una muy leve tonalidad piel, pómulos sombreados con tenues colores pasteles y ojos llenos de vida inexistente, habían captado toda su atención. Nada más llenaba de emoción su pecho que observar a cada una de esas hermosas creaciones esculpidas a mano por apasionada inspiración de un artista desconocido. Le dejaban completamente conmovido. Para Jimin, admirar cada pequeño detalle que poseían era fascinante, estaba encantado con el arte que llevaban en sus figuras, sentía una profunda admiración por los escultores de cada una.

Siempre curioseaba en el profundo rincón de sus propios pensamientos tratando de preguntarse en qué habría pensado el creador de esas preciosas obras de arte que tanto agitaban su alma, que tanto añoro le causaban. Según lo que había leído en internet, la primera Ball Jointed doll había sido fabricada en la empresa japonesa Volks por el escultor Akihiro Enku, como un regalo para su esposa. Jimin creía que aquello era el más hermoso detalle que alguien podía darle a un ser querido. Claro, desde su punto de vista y experiencia propia.

Su abuela le había obsequiado su primera Ball Jointed doll a los siete años de edad y él, cuando tuvo en sus manos aquella pieza de etéreas facciones que sólo había sido capaz de admirar en las revistas, no pudo más de la felicidad, ni siquiera pudo aguantar unas cuantas lágrimas. Realmente se sentía demasiado agradecido en ese momento porque, esa muñequita era parte de la colección personal de la anciana, un objeto con un fuerte valor sentimental a lo largo de los años; la mujer conocía con perfección el amor de Jimin hacia las muñecas de ese tipo y se contemplaba a sí misma reflejada en sus ojos de inocencia infantil, así que, antes de fallecer, decidió heredarle ese pedazo de su historia y que su nieto la conservara tan bien como ella lo había hecho desde que su padre había partido, dejándola atrás para nunca más regresar.

Cuando Jimin admiraba la muñeca entre sus manos podía ver a través de esos orbes brillantes de plástico sentimientos atiborrados de aflicción, una carga pesada, como si pidiera con esa pobre mirada que la liberaran de ese cuerpo tan pequeño para su alma vivaz. Porque para el muchacho, todas tenían un sentir propio, más que el de un mismo humano. Las sentía vivas y por esa razón, quería cuidar bien de cada una y que se sintieran a gusto con la compañía que podía brindarles. Él mismo, en carne y hueso, encima del hilo inestable de la vida, estaba desolado y en cada una de sus extremidades, sabía lo que era sentir el rechazo, el abandono de los desconocidos que corren a gritos de la novedad, porque les atormenta y sólo se quedan como estatuas agrietadas en la rutina, incapaces de avanzar y abrir sus mentes para nutrirse de sabias reflexiones y levantar la mirada ante un mundo mejor, no a imaginar la superflua idea de una utopía, porque aquello era imposible.

Se horrorizaban a simple vista porque un niño gustaba de muñecas, ¿Qué quedaba entonces para un futuro? Lo único que le regalaba plenitud a Jimin era amar a sus "juguetes" más que el ayer y más de lo que llegaría a hacerlo el día siguiente. Los humanos eran demasiado malvados para que las angelicales criaturas les observaran, no lo merecían.

PURE DOLL : ホラー KMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora