Capítulo 5

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Tucker se había equivocado en lo que dijo del club de atletismo de East Shoal. No fue Miles quien eligió el nombre, sino el director McCoy, y el mismo me lo dijo cuando nos explicó a mamá y a mí en que consistiría mi servicio comunitario obligatorio.
Caminé hacia el gimnasio principal con Miles pisándome los talones. Sentía su mirada de gato quemándome la espalda. Me detuve al pasar por las puertas del gimnasio y miré alrededor , tratando de pasar desapercibida  mientras giraba en círculos.
Miles me toco el hombro, usando solamente las punta de su dedo índice; brinque asustada.
-No los hagas esperar.
En la mesa de los controles habían cinco chicos de pie, riendo. Reconocí a una del las chicas de la clase de Ingles; tenía dos lápices saliendo de su chogo rubio y despeinado. Los dos chicos que estaban junto a ella  eran idénticos y no pude distinguirlos. A los otros nunca los había visto, pero todos prestaron mucha atención cuando Miles se acercó. Yo iba caminando detrás de él.
-Ésta es Alex  -dijo sin saludarlos - Alex esta es Teophilia.
Señalo a la chica de la clase de ingles.
-Solo dime Theo - lanzó una mirada feroz a Miles.
-Y estos son sus hermanos, Ian y Evan -Señalo a los dos chicos idénticos, sonrieron al mismo tiempo.
-Somos trillizos. Te lo digo para evitar confusiones - Theo extendió su mano  en un modo formal -. Y por favor, no me digas Theophilia.
-No te preocupes. - Mire su mano. La culpa me había hecho darle la mano a Miles , pero no había ninguna razón para acercarme a la suya  - Mis papás querían tener dos hijos hombres, a mi me pusieron hací por Alejandro Magno y el nombre de mi hermana es por Carlomagno.

Theo bajó la mano, sin parecer ofendida en lo más mínimo por no haberle dado la mía, y se río.
-Sí, mis papás también querían hombres. Y tuvieron dos estúpidos y una chica.
-¡Oye!- gritaron al mismo tiempo los hermanos de Theo, que soltó el portapapeles e hizo como que los golpeaba en la entrepierna. Ambos chicos retrocedieron . Sabía como funcionaba la genética. Ni siquiera los gemelos normales se parecían tanto como los hermanos de Theo. Mis dedos apretaron con fuerza la cámara.
Miles entorno los ojos y continuó.
-Y estos son Jetta Lorenc y Art Babrow.

Jetta le sonrió encantadoramente a Miles mientras echaba hacia atrás su abundante cabello rizado.
-Encantada de conocerte.

-¿Eres francesa?-pregunté.
-¡Oui!

Extranjera. Una espía extranjera .El partido comunista Francés recibió instrucciones de Stalin durante una parte de la Segunda Guerra Mundial. Una espía comunista francesa.
Detente,detente,detente.
Me gire para ver a Art,  un chico negro que medía como cincuenta centímetros más que yo, y unos pectorales que parecían salirse de su playera y comerse a alguien. Le di un dos de escala del detector de alucinaciones. Esos pectorales me hacían dudar.
-Hola- dijo con voz ronca.
Lo saludé agitando la mano débilmente.
-Este es todo el club - dijo Miles señalándolos -. Theo, te toca el puesto de golosinas. Ian y Evan, ustedes están encargados de las gradas.
-¡A la orden capitán! -Los trillizos hicieron un saludo militar y se fueron a sus puestos.
- Jetta te toca los carritos de redes y pelotas. Art, ve por los postes.

Los otros dos también se marcharon. Cuando todos se fueron me tranquilice , aunque todavía tenia que ocuparme de Miles, quien giro hacia los controles de tablero y se olvido de mí.
-¿Y que hago yo? -pregunté.
Me ignoró.
-¡Miles!.
Se dio la vuelta , mostrándome la majestuosa ceja levantada.
-¿Que hago?
-Tu te vas allá arriba - señalo las gradas vacías - y te callas.

¿Había alguna ley que prohibiera patear en la cara a los imbéciles? Lo más seguro es que sí. Siempre hay leyes contra las cosas que son de verdad necesarias.
-No- respondí-. Creo que iré a sentarme por allá.- Señalé hacía un lugar a unos cuantos metros de distancia de que él me había dicho y fui a sentarme ahí. Crucé los brazos y los miré fijamente hasta que él y su ceja voltearon hacia otro lado. Después,saqué todos mis libros rotos de mi mochila, los acomodé junto a mí, y empecé a hacer mi tarea.
Miles se sentó en la mesa del tablero . Volteo a verme durante medio segundo, levanto la ceja y volvió a girarse hacia el equipo. Sentí cómo me cosquilleaba la nuca. ¿Porque no se me había ocurrido? Miles era un genio y le gustaba joder a las personas.
- Hay una leyenda urbana de ese tablero, ¿sabías? -Tucker se apareció junto a mí con una Coca- Cola en la mano. Gire la cabeza. Las gradas ya estaban llenas. ¿A que hora llegó la gente?
- ¿A, si?- pregunté distraida- Por alguna razón , no me extraña.
- Cuenta la leyenda que una chica que estudiaba aquí hace muchos años, estaba obsesionada con la preparatoria que no quería dejarla y , en una rara maniobra suicida , hizo que el tablero le cayera encima. Ahora su alma vive allí, ayudando en los partidos de East Shoal gane. O pierda. Supongo que depende como se sienta ese día.
-¿Porque no me lo dijiste antes? Vaya, pensé que todos estaban obsesionados con esa cosa sin razón.
-¿Has oído hablar del puente de la bruja roja?           

Lo mire por el rabillo del ojo.
-Si, he oído algo.
-Nunca manejes de noche por el cubierto de Hannibal Rest. Antes de que la bruja te descuartice y deje tu carro vacío al lado del camino, la escucharas gritar .

Un  destello de emoción iluminó sus ojos mientras esperaba para ver mi reacción. Normalmente sólo tenia esa mirada cuando me contaba sobre alguna de sus teorías conspirativas.

-¿Alguna vez los has hecho? -Le pregunté.
-¿Yo? ¿Manejar por el puente de la bruja roja? No soy tan valiente como una gelatina aguada.
-Tú? ¿Una gelatina aguada? No para nada. 

Tucker se río y exhaló un resoplido de su flaco pecho en una simulación de valentía.

-Se que no lo parece, pero saldría corriendo como loco antes de acercarme siquiera a ese puente. -Dejó de payasear, y me ofreció la Coca-. ¿Tienes sed?
-No la quieres?
-Nah. La compré y luego me acordé que odio el refresco. La tomé con indecisión.
-No me echaste nada raro verdad?
-¿Te parece que soy ese tipo de persona?
-No sé, Sr. Gelatina Aguada. Eres impredecible.

Técnicamente no debía tomar cafeína. Mamá decía que me exaltaba demasiado y que alteraba mi medicina , cosa que era mentira porque siempre rompía las reglas me sentía de maravilla, así que la bebí de todas formas.

-Veo que tus libros han tenido un mal día - dijo Tucker, examinando las pastas de mi libro de cálculo.
-Ummm, un gato se metió a mi casillero.
-Un poco de súper pegamento lo arreglará.

¿Súper pegamento? Esa era una buena idea. Baje la mirada para ver a Miles. Estaba viéndonos fijamente por encima de su hombro, con los ojos entrecerrados. La enormidad de ese acto de malabarismo me golpeó de repente e hizo que mi estómago se revolviera. No podía dejar que me pisoteara, pero tampoco podía hacerlo enojar.
Tucker le hizo una seña obscena con el dedo, y Miles volvió a voltearse hacia la cancha.

-Voy a lamentar eso después -dijo Tucker - cuando la columna de dirección de mi carro haya desaparecido.

Si no lo lamentaba Tucker, lo lamentaría yo.

-¿Estas bien? - pregunto Tucker -. Parece como si estuvieras a punto de vomitar.
-Si estoy bien. - Ésta era la peor cosa que me pasaba desde el incidente del garfiti en el gimnasio de HillPark.
Me di cuenta muy tarde que le había hablado bruscamente.
No quería ser grosera , pero odiaba la preocupación  y la lástima, y esa mirada en la cara de la gente cuando sabían que algo no andaba bien contigo y te negabas a aceptarlo.      
No era que me negara. Simplemente,  esta vez no pude ignorarlo.

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⏰ Última actualización: Aug 03, 2019 ⏰

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