Parte Unica

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Suspiré mientras cambiaba de canal con el control remoto, antes de llevarme un bocado de arroz con curry a la boca. Era muy aburrido y, de cierta forma, absurdo, ver las noticias sobre lo de la luna cuando se conocía al súper-ser responsable de ello.

Me acomodé en el sofá de mi sala, donde estaba sentado cenando, y moví mi plato -sin terminar- de mi regazo a la mesita frente a mí para tomar mi vaso con jugo de fresa y seguir cambiando los canales en busca de algo interesante.

Di un vistazo al reloj en la pared del salón cuando me quedé en los comerciales de un canal que estaba pasando una película animada. Era un sábado, a las ocho de la noche, yo ya había terminado mis deberes para la próxima semana y estaba solo en casa.

Mamá había salido de viaje por cuestiones del trabajo, ayer, pero había dicho que posiblemente estaría de vuelta para esta hora.

Inconscientemente, llevé una mano a mi cabello suelto, aún un poco húmedo, y tuve que hacer una mueca. Aún me dolía un poco el cuero cabelludo del último episodio oscuro que tuvo mi madre antes de irse.

Estaba pensando en eso cuando el timbre sonó. Me levanté, muy extrañado, pues no esperaba entregas ni mucho menos visitas a esta hora.

Caminé, descalzo, hasta la puerta de la entrada, justo cuando la persona al otro lado dejó de tocar el timbre para golpear la puerta ¿Quién sería?

Casi pego el grito al cielo cuando abrí la puerta.

— ¡Karma-kun!

El pelirrojo casi cayó sobre mí, al parecer se había recostado contra mi puerta. Soltó un quejido y medio se incorporó, dejándome ver las magulladuras, los raspones y moretones en su rostro, cuello, y partes de piel que se asomaban por su camisa mal arreglada.

Aún llevaba la ropa de clases, tal como lo había visto por última vez saliendo de la escuela, pero estaba maltratada, sucia y desarreglada, así como su pelo.

—Nagi... sa-kun —me miró con un ojo entrecerrado, y apenas fui capaz de escucharle decir mi nombre.

— ¡¿Qué demonios te pasó, Karma-kun?! —no pude evitar gritar, a lo que él hizo una mueca. Me apresuré a recoger su mochila, que estaba en el suelo a un lado de él y pasar uno de sus brazos sobre mis hombros para ayudarlo a llegar a mi sala —ven, por aquí —cerré la puerta con el pie y lo llevé hasta el sofá —con cuidado —me aseguré de colocar un almohadón bajo su cabeza —Karma-kun...

Gomen, Nagisa-kun —susurró con voz algo quebrada —estaba más cerca de tu casa que de la mía —se llevó una mano a la cabeza y soltó un quejido, supuse que tenía dolor de cabeza.

Ie, Karma-kun, no te preocupes por eso —le contesté en voz baja —mi madre no está en casa, no hay problema —solo obtuve un ruidito ahogado en su garganta por respuesta —pero quiero saber qué te ocurrió... ¿Te-te metiste en alguna pelea?

Él me miró, con su eterna sonrisa maliciosa y sus ojos intrépidos, a pesar de cómo se encontraba —podrías decirlo así.

Iba a quejarme y pedirle que me dijera lo que había pasado, cuando lo escuché carraspear — ¿Quieres algo de beber?

Karma se presionó el entrecejo con una mano —podría ocupar un vaso de agua, sí.

Le di una sonrisa —creo que tengo algo mejor.

Noté de reojo que me miró confundido mientras me levantaba e iba hasta la cocina para servir un vaso con jugo de fresa. Esperaba que esto lo hiciera sentir mejor, un poco al menos, es su sabor favorito después de todo.

Invitado InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora