Las primeras veces que tuvo el oscuro cabello de Jeno cerca de su rostro, un aroma a flores y menta paró su respiración por un segundo. Su amigo siempre tenía un dulce perfume masculino en su ser, pero su cabello... Su cabello era otro mundo.
JaeMin era cariñoso por naturaleza, por eso los toques, abrazos y muestras de cariño en general eran completamente normales. Y él aprovechaba de situaciones como esas para acercar su rostro lo más posible a la cabeza de Jeno y así poder disfrutar del delicioso aroma de su shampoo.
Y JaeMin no podía evitar sentirse raro al hacer eso, como tampoco podía evitar sentir una agradable sensación en el pecho cuando lo hacia. Porque Jeno era simplemente bello y si su pulso enloquecía solo al verlo sonreír, JaeMin moría por un momento al ser envuelto con su perfume.
Jeno había cambiado su color de cabello a un brillante platinado que lo hacía ver adorable. Al parecer, el tinte no era lo único que había cambiado, su shampoo también. Ahora olía a la exquisita planta de vainilla. JaeMin se reprimió el preguntarle en qué momento comenzó a cuidar su cabello de esa forma.
Acarició aquellos hilos sedosos recientemente aclarados, mientras Jeno estaba concentrado en el minijuego de su celular. JaeMin acercó su rostro al de Jeno para tener una mejor vista del juego que se mostraba en la pantalla y le preguntó de cual se trataba. Aunque claro, todo eso era una excusa para poder deleitarse con la vainilla de desprendía el mayor.
—Nana —Jeno soltó una risa al sentir el cosquilleo provocado por los dedos de su amigo, que seguía acariciando sus cabellos—. Voy a perder si sigues haciendo eso.
JaeMin murmuró un lo siento y sonrió, mientras fingía estar interesado en su celular. Jeno era realmente encantador y escucharlo reír era suficiente para dejarlo de buen humor por el resto del día.
JaeMin seguía confiando de que Jeno no notaría la fascinación que tenía por su shampoo. Era muy precavido al momento de hacer una maniobra, pero aquella vez se dejó llevar sin ser consciente de eso.
El rubio solo había durado un mes, y ahora era remplazado por un marrón claro. Una punzada en su pecho lo descolocó. ¿Por qué cada color le quedaba mejor que el anterior? ¿Por qué su mejor amigo tenía que ser tan malditamente lindo?
—¿Qué opinas? —Jeno pidió su opinión respecto a su cabello.
—Me encanta —respondió el castaño revolviéndolo.
Como los mejores amigos que eran, se echaron en el sillón de la sala para no hacer nada juntos. Jeno eligió un canal en la televisión que transmitía una película. Se quedaron enganchados un rato viéndola, hasta que Jeno apoyó su cabeza el el hombro de JaeMin, utilizándolo como una almohada improvisada.
Es mi oportunidad.
Y allí iba JaeMin de nuevo, pegando su rostro a la cabeza de su amigo. Inhalando un aroma a caramelo que le hacía preguntarse si Jeno tenía una colección de shampoos. Esa fragancia era el mismísimo cielo para JaeMin, que en su mente solo podía pensar: Jeno + Caramelo = Paraíso.
Estaba tan absorto en las sensaciones que ese simple perfume causaba en su interior que no se dio cuenta de que tanto hundía su nariz en la cabellera color miel de su amigo.
Pero Jeno sí se dio cuenta, claro que lo hizo.
—Na JaeMin, explícame que demonios estás haciendo.
Ahí la fiesta acabó para él. Se separó de Jeno con los ojos abiertos de la sorpresa. ¿Tan descuidado fue para dejarse llevar? Tragó saliva al ver el rostro expectante de su amigo.
—Estabas... ¿Oliéndome el pelo? —inquirió Jeno intentando tragarse la risa que rogaba salir de su boca.
—Yo... Puedo explicarlo....
—No hay nada que explicar, eres un pervertido.
Pervertido. ¿Pervertido? JaeMin no había considerado llamarse por ese adjetivo hasta que lo había oído de los labios de Jeno. Y ahora que lo pensaba, sí le quedaba. Sintió que hasta su cuello y sus orejas hervían de la vergüenza.
—¡Lo siento! ¡No pienses eso de mi, yo solo...! —intentaba excusarse JaeMin, fracasando miserablemente. Suspiró frustrado—. Está bien, acepto la derrota.
Jeno, que se encontraba con los brazos cruzados, arqueó una ceja y con cierta incredulidad le preguntó:
—¿Admites que eres un pervertido?
JaeMin levantó la vista, aún rojo del bochorno y clavó sus ojos en los contrarios.
—Piensa lo que quieras Jeno, piensa que soy un pervertido, que tengo un fetiche con oler tu pelo —comenzó, haciendo quedar al contrario más atónito con cada palabra—, pero lo cierto, es que es TU culpa.
—¿M-mi culpa?
—Sí, poniéndote esas cantidades de shampoo tan malditamente riquísimas que me es imposible ignorarlas. ¿Acaso no me conoces lo suficiente para saber que mi debilidad es el perfume? Y tú eres tan bonito que cuando te impregnas de fragancias de quien sabe qué me vuelves loco. —JaeMin hizo una pausa y agregó:—Pero tu cabello... Tu cabello es otra cosa. Es tan condenadamente suave y cada shampoo que te pones es mejor que el anterior, y haces que explote de amor al abrazarte y oler cada fragancia que desprendes.
JaeMin había acabado y estaba agitado y sonrojado como nunca. Quizás había dicho más de la cuenta. Quizás por eso los colores en el rostro de Jeno competían con los suyos.
— Al parecer no eres un pervertido —murmuró Jeno mientras soltaba risitas vergonzosas.
Y eso relajó a JaeMin, porque Jeno no lo estaba juzgando o algo por el estilo. Pero por otro lado, le provocó lo de siempre mientras sonreía.
—Lo estás haciendo de nuevo.
—¿Qué cosa?
—Sonríes y haces que muera de amor.
Cuando Jeno sintió los labios ajenos posarse en los suyos, supo que su plan había funcionado. Conocía a su mejor amigo como la palma de su mano, y sabía que su debilidad era el perfume. Una sonrisa malvada se instaló en sus labios en medio del beso, que en algún punto había comenzado a corresponder.
—El próximo shampoo lo eliges tú —le dijo a JaeMin.
Y sí, Jeno no lamentaba haber gastado un dineral en productos para el cabello, porque al final le dieron resultado.
Fin.
Ahre qué acabo de escribir.