UN AMOR UNA AMISTAD Y MI RIVAL 9

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CAPÍTULO 9.

De inmediato hubo movimiento en el hospital, dos enfermeras con dos camillas se aproximaron junto a Candy y a Zusi. Fueron atendidas. Ambas presentaban deshidratación por, el consumo insuficiente de líquidos, y excesiva actividad. Dos días después, ocho enfermeras lograron llegar también al hospital. De las veinte jóvenes voluntarias, solo diez se presentaron para prestar servicio voluntario. Las otras diez no consiguieron llegar, se informó que tres murieron por balas de  ametralladoras alemanas, cinco por deshidratación y las otras dos, no se encontraron. Se cree que fueron capturadas y llevadas cómo prisioneras para trabajar en los campos alemanes. Igualmente los judiciales siguen en su búsqueda.
Dos semanas después luego del doloroso comienzo, las cosas empezaron a enderezarse. Candy, Zusi y Compañeras ya estaban cumpliendo su misión. Candy aún no tenía noticias de Terry, tenía la esperanza de encontrarlo ahí. Sabía que había sido movido de base para una misión, pero nada más. Los días pasaban. En cada rostro de un militar herido que llegaba Candy lo buscaba, rezando para que no fuera Ninguno de los que llegaban muertos.

La embajada era responsable de proveer lugar y alimentos a los estadounidenses voluntarios como los soldados militares que eran derrotados y lograban sobrevivir a los ataques aéreos en Inglaterra, Paris, Francia, El edificio de apartamentos de la avenida de La Bourdonnais pertenecía al personal del hospital de Paris desde que había iniciado la guerra . A ambos lados de la calle se alineaban edificios de piedra arenisca color claro con balcones de hierro forjado negro y tejados de pizarra. Querubines tallados en piedra adornaban las cornisas. A unas seis manzanas de distancia, la torre Eiffel se alzaba hacia el cielo presidiendo el paisaje. En la planta baja de los edificios había docenas de fachadas comerciales con bonitos toldos y cafés con mesas en la calle; todos los pisos superiores eran viviendas. En circunstancias normales la gente pasearía despacio por la acera, mirando escaparates, disfrutando del ajetreo y el bullicio a su alrededor. Hoy no. Los cafés y bistrós estaban desiertos.

Al momento todos se movieron compulsivamente ascendiendo sus manos hacia arriba en señal de no resistencia y dando unos pasos hacia atrás, pero cuando giraron sus rostros observaron que también los tenían rodeados evitando que huyesen.

Terry miró nervioso a sus compañeros. ¿Aquellos hombres hablaban en chino o en japonés? Albert se acercó a él con las manos en alto.

—¿Son chinos o japoneses? —le susurró. Terry lo miró de reojo.

—No lo sé. No los distingo.

Uno de ellos dio unos pasos hacia delante apuntándolos con el arma y se fijó en sus uniformes. Acto seguido observó uno a uno a todos ellos, parecía ser el jefe de aquel pequeño pelotón. Hablaban de aquella forma tan peculiar con otro compañero suyo y finalmente volvió a observarlos.

—¿Americano? —preguntó. Todos se miraron de reojo. guardando unos segundos de silencio.

—Sí —respondió Gary finalmente, pues de todas formas sus uniformes los delataban. Al momento descendieron todas sus armas e hicieron un saludo hacia ellos.

—Bien, americanos amigos. No problem —comentó sonriente. Todos respiraron tranquilos mientras bajaban los brazos. Al menos, en eso habían tenido suerte. El que parecía el jefe se acercó a Gary y le tendió la mano en son de paz.

—Nosotros escuchar many explosión avión —dijo con algo de dificultad. Gary afirmó con una mueca, ahora más tranquilo.

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