Capítulo II. Nunca anticuado

17 2 5
                                    

Las luces se apagaron y oyeron las explosiones que indicaban el fin del pulso, dando la señal de salida para ejecutar la última parte del plan.  El hidrógeno revivió los motores de sus vehículos a la par que sus trajes se encendían nuevamente.

- Comprobando comunicación, confirmad - dijo Sheila

- Todo correcto -- informó Adalyn, que había repasado rápidamente sus armas, motos y trajes.

- Deberíais moveros - comunicó Arti - Han dado la señal de alarma. Una de las patrullas esta a tres minutos y las demás no tardarán mucho más. Han abandonado la posición de Erwin, deben haber supuesto que es una distracción.

Adalyn miró a Sheila al mismo tiempo que montaba, frunciendo el ceño dijo:

- No creo, aunque fuera así, no retirarían todos sus efectivos. Debe ser más importante de lo que pensábamos, la información de ese furgón, es clave.  ¿humo?

Sheila afirmo, comenzando a desperdigar granadas de humo térmicas por la oscura calle. Cumplirían el propósito de confundir a los sistemas térmicos de rastreo y encubrir su huida. Mientras ella sumía la calle en humo, Adalyn se acercó al furgón estrellado contra una pared, colocó una pequeña bomba sobre la puerta trasera del vehículo, de esta forma pudo abrirla con facilidad. Antes de entrar lanzó una cegadora al interior. No se produjo ningún ruido, por lo tanto entró.

Una vez dentro, no se molestó en comprobar si los cuatro hombres del interior estaban inconscientes, lanzó un par de bolas pegajosas sobre ellos. Tenían el tamaño de un puño y  al abrirse esparcían una sustancia que fijaba todo lo que tocaba, como si de un pegamento extremadamente fuerte se tratase.

El furgón, cargaba las riquezas típicas que podríamos esperar, pues el ser humano cambia poco, joyas, oro, plata, diamantes, siempre han sido sus ostentosas muestras de riqueza y poder. Sin embargo, lo que Adalyn buscaba no eran riquezas, era información, muchísimo más valiosa que todo el conjunto de brillantes piezas que lo rodeaban en ese momento.

- Dos minutos - comunicó  Arti -  ¡Están como locos! No se que mierdas hay en esa memoria, pero nunca los había visto tan agitados por el asalto a uno de sus furgones. Daos prisa, están preparando el cierre de Manhattan.

- Ya... pues tenemos un problema. No la encuentro. No creo que este en una de las cajas de seguridad, las he escaneado y nada. Aunque podrían tener algún tipo de camuflaje.

Sheila apareció en la puerta. Observando a los guardias tendidos en el suelo, subió al furgón.

- ¿Cómo que no esta?, Tienes que haberla pasado por alto, ¿dónde iba a...?

- ¿Que haces? ¿ No creerás de verdad que la tienen ellos?

Sheila se había agachado ante los guardias e inspeccionaba sus cuerpos, colocando la mano sobre el que llevaba un traje y no el típico uniforme de guardia. Sin necesidad de palpar - cosa que la haría quedarse pegada - los escáneres de su guante hicieron el trabajó.

- ¡Premio! Antebrazo derecho, parece bastante grande.

Adalyn estaba boquiabierto.

- Es un truco tan viejo... Me extraña que hayan confiado en ese guardia.

- Un minuto - recordó Artí

Sheila cogió su navaja de emergencia, guardada  cerca del tobillo derecho,  la había  sacado de incontables apuros. Si su abuela aún viviera, se reiría y la dedicaría un << Ves, niña>>. La parecía surrealista no haber apreciado ese regalo. Con una sonrisa en los labios, evitando pensar en lo que hacia, realizó un corte vertical desde la muñeca del tipo y comenzó a indagar en busca de la memoria.

Echronichles - FELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora