Capítulo 2: El gran secreto [El]

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Era una lúgubre mañana de otoño. Lloviznaba, si, lo recuerdo. Me levante de la cama tras un inolvidable sueño, que por algún motivo no recordé. Miré por el cristal de la ventana empapado en gotas de lluvia. Ah ese dulce aroma a otoño. Esas ojas ocres y cobrizas que caían de los árboles por la leve brisa que corría. Esa misma brisa que se colaba por una pequeña rendija de la ventana. Esa mañana no tenía planes, así que decidí preparme para darle una agradable sorpresa a Elizabeth. Eli, una joven de veintidós años la cual conocía desde hace poco más de tres años. Esa mujer de estatura media, un metro y sesenta y siete centímetros para ser más correcto. Esos centímetros que recorría con mi mirada cada vez que la veía, esos centímetros que cada vez me enamoraban más. Sí, era hermosa, y sé que lo sigue siendo, y sé que lo será toda la vida. Me fui a la ducha, una ducha caliente en esa mañana fría. Cogí unos vaqueros oscuros, una camisa blanca de esas que parecen muy formales pero que si la combinas bien puede ser muy informal, y para terminar cogí mi gabardina marrón a juego con mis zapatos de piel del mismo color. Preparé un desayuno ligero, unas tostadas y un buen café. Cuando acabe el desayuno, cogí mi Ford Focus azul eléctrico con las llantas negras y me dirigí a una floristería a comprarle un gran ramo de varios delphiniums azules y blancos. Delphinium, su flor flor favorita, flores tan difíciles de encontrar, como ella. Son nativas del Hemisferio norte y de la alta montaña tropical de África, y su valor era incalculable para ella dada la escasez de la misma. Al llegar a la puerta de su casa, algo mojado por la lluvia y con el ramo de flores en mi mano, me dispuse a tocar el timbre. Abrió la puerta con una cara soñolienta y acompañada de una taza de café. Pude ver su cabello del mismo color que el líquido que se estaba bebiendo. Aquel castaño oscuro que resaltaba sus azules ojos. Aquellos ojos a juego con el pijama de un tono de azul más oscuro. Estaba hermosa incluso así, al natural, sin maquillaje.

-¿Alan que haces aquí tan temprano? Si hubiera sabido que ibas a venir me hubiera arreglado.- Dijo con una voz de recién levantada. Era sábado, no trabajamos.

-Quería sorprenderte. - Le entregué el ramo de flores.- Una flor, para otra flor.

-¿Delphiniums? Sabes que me encantan.- Dijo mientras las cogía y me abrazaba.- Pasa, pasa.

Entré y nos sentamos en el salón, sobre aquellos viejos sillones. Que recuerdos me traen, no he olvidado el día que la ayude con la mudanza, cuando compro nuevos muebles. Compró de todo menos los sillones, estos se los había traído de la casa donde vivía antes. Eran unos sillones mal tapizados y con agujeros por todos lados, con un aspecto de pobres pero, recuerdo que los quería conservar por el mero hecho de que ahí fue donde perdió la virginidad. Nosotros no teníamos secretos, eramos libres de contarnos cualquier cosa.

-¿Tienes planes para hoy?- Le dije.

-Pensaba quedarme en casa, si quieres nos quedamos en casa, nos alquilamos unas pelis de terror, comida taildandesa...-Su comida favorita.-¿Qué me dices?

-Me has leído la mente.- Le dije mientras la abrazaba.

Nos pasamos un largo rato debatiendo sobre que película veríamos, y al final nos decantamos por la clásica película de terror. Eran más o menos las diez de la mañana cuando se fue a duchar y prepararse para salir. La espere sentado, como siempre hacía. Al salir de la ducha se vistió y salimos, dimos una vuelta por la ciudad hasta la hora de comer. Fuimos a "Masa" uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. Nos habíamos pedido unos suflés y un buen vino. Al acabar pasamos por el videoclub a alquilar varias películas e hicimos un pequeño maratón de halloween. Pedimos comida tailandesa y al acabar de comer terminamos la última película, sentados en aquellos viejos sillones. Me acerqué a ella y le dije lo hermosa que era. Olí su pelo, coco. Besé su cuello con una gran pasión. Ella me hizo lo mismo. Fuimos a su cuarto y allí comenzamos a ir algo más lejos. Nos quitamos la ropa, y allí estábamos desnudos completamente. Yo encima de ella. Me encantaba oírla gemir. Era algo muy satisfactorio. Eran las doce menos cinco minutos cuando comencé a notarla rara. No habíamos terminado pero ella se puso muy nerviosa. Paramos lo que estábamos haciendo.

-¿Estás bien?

-Por favor, vete.- Dijo con voz temblorosa mientras cogía y se ponía rápidamente su albornoz.

-Háblame, dime que te pasa.- Acerqué mi mano a su cara y vi algunas cicatrices que antes no estaban, me extrañó, me preocupé muchísimo.

-¡Lárgate de aquí ya!- Se la notaba histérica. La abracé y la intenté besar pero me aparto la mano con un movimiento brusco.

-¿Qué te pasa?- Vi como empezaba a sangrar por el estómago.-¿¡Estas bien?!

-¡JODER! Vete ya de aquí por favor.- Me vestí muy rápido y me dirija a la puerta, la miré e insistí.

-¿Estás bien? ¿Segura? Mañana vendré a verte y me lo explicarás todo, ahora cálmate. Por favor.

De sus ojos brotaron lágrimas, me miró y luego se giró. Me fui de ahí. ¿Qué pasaba? No entendí nada.

Más allá de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora