"La escritura es la base de nuestra historia como humanidad. Nos brinda conocimiento valioso sobre el pensamiento humano, y su ilimitada imaginación. Sin ella ¿sabríamos acaso sobre Sócrates, quién sólo existe a través de relatos? Asimismo, pensemos en Napoleón. ¿Hubiese llegado a la cima por sí mismo sin leer antes "El Arte de la Guerra"?
Los libros son una forma de arte, y de comunicación. Podría profesar mi amor a la escritura citando un sin fin de textos históricos, valiosos como el oro mismo, mas ese no es el motivo principal de mi devoción. Obviamente, sin restar importancia a los libros de divulgación, quiero expresarte, querido lector, cómo la lectura salva mi vida"- dije en voz alta.
Quería continuar corrigiendo el prólogo, pero tenía un par de minutos antes de que me llamasen del trabajo. Si bien aún había algo de tiempo, prefería seguir con la escritura al amanecer, con la mente más despejada, y con nuevas ideas para otros relatos.
Había una pequeña posibilidad de que no me citaran hoy, aunque sería algo absurdo. Con el día de la madre cerca, se necesita la mayor cantidad de guardias nocturnos en el edificio. Además, no quería perder la oportunidad de conversar con María.
El dolor de espalda al corregir mi postura, junto con la llamada de mi celular, fueron las señales de que había hecho suficiente por hoy. Por ello, luego de confirmar mi asistencia, me dirigí al baño mientras abría extrañado un mensaje de mi esposa.
"Está interesante. Después te hablo"- fruncí el ceño.
"¿No te gustó?"- escribí. No quería imaginar cosas malas de ella. Había sido una de las pocas personas que me habían apoyado cuando quise publicar mi primera novela y la habían rechazado de casi todas las editoriales. Estuve a punto de desistir, sin embargo, ella me insistió en seguir intentando.
Una sonrisa se escapó de mis labios recordando ese día. Había preparado una bebida especial para los nervios y con su suave tocar, me repetía que primero debía estar calmado pues, si seguía así "no quedarían más tazas intactas en la casa". Luego fue hacia el baño y me pasó un collar de plata - el mismo que permanece en la repisa, bajo el espejo - y me recordó por qué escribía. Por ella, por mi padre, y por todo lo que quería contar.
Volví a mirar el celular. No había ninguna notificación.
¡Maldición! Ella sabe lo importante que es para mi su opinión. Hubiese sido mejor que no me dijera nada. Cualquier comentario es preferible antes que un insulso "está interesante".
Comencé a sentir dolor en la mandíbula de tanto apretar los dientes. Al alzar la mirada, las líneas de expresión de mi frente me alertaron. No quería estar así, menos con ella. Además, no había tiempo para eso. Por ello, le di un último vistazo al celular -sin notificación - antes de dejarlo sobre las toallas y meterme a la ducha. El agua caliente me tendría que relajar.
Luego de eso, no pensé mucho más en el mensaje. Sería una jornada larga y agotadora. Aunque si tenía algo de suerte, también estaría llena de anécdotas. Ser guardia tiene sus ventajas para un escritor como yo ya que, después de todo, mi pasatiempo consiste en poder dar voz a lo que pienso de las experiencias que vivo... pero sobre todo, de las que observo.
Con eso en mente, llegué al lugar de mi empleo. Ante mí se encontraban las grandes puertas transparentes del más grande hotel de Kitza, conocido como "Libertad". Al entrar, la recepcionista me recibió con su sonrisa automatizada junto a un cordial saludo.
Había pocos empleados, posiblemente por las altas horas de la noche. Algunos estaban acomodando los muebles en la zona de descanso. Otros paseaban con toallas hacia las habitaciones con la vista fija en el camino. Hubo uno en particular que estaba tan concentrado en su trabajo, que casi chocó conmigo mientras iba camino a la recepción.