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Tras despedirme de mi familia me monto en el coche de Natalia. De pronto me fijo en la carretera. Creía que iríamos hacia Torrevieja, a la casa de Frida y Andrés y me sorprendo al ver que vamos a la villa que alquiló Natalia en verano.

-¿Qué hacemos aquí?
-Necesitamos estar solas.

Asiento. Nada me apetece más que eso.
Cuando para el coche nos bajamos, Natalia coge mi equipaje con una mano y me da la otra. Me agarra con fuerza y posesión y entramos en el interior de la casa. Todo esta cambiado, hay muebles modernos, paredes lisas y colores. Una pantalla enorme de tele, una chimenea... No falta detalle.

-He comprado esta casa.
-¿Has comprado esta casa?
-Sí. Para ti.
-¿Para mí?
-Si, cariño. Era mi sorpresa de Reyes Magos. Ven, tenemos que hablar.

Pone música de fondo que envuelve la estancia.

-Estás preciosa con ese vestido.
-Gracias, lo compré para ti.
-Pero era a otros a quienes pensabas regalar las vistas que el vestido da.
-Como te dije una vez, no soy una santa. Y cuando no tengo pareja, regalo, doy de mí lo que quiero a quien quiero y cuando quiero.
-Exacto, cuando no tienes pareja, ahora no es el caso.

Las dos sonreímos y nos miramos.

-Mi madre y mi hermana te mandan recuerdos. Esperan verte en la fiesta que organizan en Alemania el día 5,¿lo recuerdas?
-Si, pero no cuentes conmigo. No voy a ir.
-Alba... Siento todo lo que ha ocurrido. Tenías razón. Debía haberte creído. Pero ya sabes que soy una cabezona y... Antes de que te marcharas ya me había dado cuenta de mi gran error, cariño.
-Convénceme.

Dios, ¿para qué le habré dicho eso? Antes de que responda digo:

-¿Y para eso me he tenido que despedir de mi trabajo y devolverte el anillo?
-No estas despedida y...
-Sí lo estoy. No quiero regresar a tu maldita empresa.
-¿Por qué?
-Porque no, ah, me alegró saber que despediste a Noemí. Y antes de que sigas, no, no voy a volver a tu empresa.

Natalia asiente y añade:

-No voy a permitir que sigas trabajando de camarera. Odio ver como te miran.
-Mira, guapa, hoy por hoy hay mucho paro en España y, como comprenderás si tengo que trabajar no me pienso poner en modo princesita, tengo gastos y necesito trabajar, pero ahora no quiero hablar de esto, ¿de acuerdo?
-En cuanto al anillo...
-No lo quiero.
-Es tuyo, cariño...
-No lo quiero.

Intenta besarme pero le hago la cobra.

-No me agobies con anillos, ni mudanzas, ni nada. Y de momento no quiero ni anillos ni títulos de novia.
-Vale. Eres una jovencita muy valiente a la par que preciosa.
-¿Me intentas hacer la pelota?
-Lo que hiciste el otro día en la oficina me dejó con la boca abierta.
-¿El qué? ¿Cantarle las verdades a la idiota de mi exjefa? ¿Autodespedirme del trabajo?
-Todo eso y escuchar como me mandabas a la mierda delante de el jefe de personal.
-Natalia, te tengo que hacer una pregunta.
-¿Cuál?
-¿Es cierto que me quieres tanto?
-Nadie te querrá como te quiero yo, pequeña. - susurra acercando su nariz a mi cuello.
-Quiero que sepas que estoy muy enfadada contigo.
-Lo siento, nena.
-Me hiciste sentir muy mal.
-Lo siento, pequeña...

Sus labios besan mi desnudo hombro. Me gusta, pero no. Debe probar su propia medicina.

-Vas a sentirlo, señorita Lacunza, proque a partir de de este instante cada vez que yo me enfade con usted tendrá un castigo. Me he cansado de que solo castigues tú.
-¿Y cómo pretendes castigarme?

Me levanto del sillón. Me doy una vuelta lentamente ante ella y muy sensualmente bajo mi cuerpo para quedarme de rodillas ante ella.

-De momento, privandote de lo que más te gusta.
-¿A qué te refieres exactamente?
-No vas a disfrutar de mi cuerpo.
-¿Me quieres volver loca? Has escapado de mi, no me has cogido el teléfono durante días y anoche te vi besando a un tipo, ¿aún me quieres castigar más?
-Ajá
-Cariño, quiero hacerte el amor. Quiero besarte. Quiero demostrarte cuanto te amo. Quiero tenerte desnuda entre mis brazos. Te necesito. ¿Y tú me estás diciendo que me prive de todo esto?
-Si, exactamente. No me tocarás ni un pelo hasta que yo te deje. Me has roto el corazón y si me quieres, respetarás mi castigo como yo siempre he respetado los tuyos.
-¿Y hasta cuándo se supone que estoy castigada?
-Hasta que yo quiera.
-De acuerdo, pequeña, si eso es lo que quieres, adelante.
-¿Me dices dónde está mi habitación?
-¿Tu habitación?
-Natalia, no pretenderá que durmamos juntas.
-Pero...
-No, Natalia, no. Deseo mi propia intimidad. De momento no quiero compartir cama contigo.
-Ay... Ya sabes que la casa tiene cuatro habitaciones, escoge la que quieras. Yo dormiré en cualquiera de las que queden libres.

Nadie te querrá como te quiero yo (2°parte) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora