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—Feliz cumpleaños.

Eli se sobresaltó ligeramente sobre su asiento en el balcón al oír la voz de Caleb. Cuando volteó hacia la habitación lo vio sosteniendo en alto una caja negra decorada con un listón blanco.

—No es mi cumpleaños —aclaró con desconcierto y volvió su atención a las siluetas que bailaban animadamente en el muelle —. ¿Cómo entraste?

—Tony me dijo que había una llave en una maceta de lilas cerca de la puerta.

Antes de que Caleb apareciera en la habitación, Eli había estado parado durante un largo rato frente a un lienzo en blanco, tratando de enfocarse, pero en lo único que podía pensar era en lo malo que era el remix de Umbrella en la fiesta de Tony. Finalmente, después de varios remixes, carcajadas y otros ruidos provenientes de la fiesta de su hermano, se rindió y decidió salir al balcón a fumar. Desde ahí pudo ver a varios de los ex-compañeros de Tony llevar varias botellas de alcohol —muy probablemente de la colección de su padre— al muelle, donde un grupo de adolescentes ya se encontraba en ropa interior dando saltos al lago.

—Para ser honesto no tenía idea de como lucen las Lilas. —Caleb se acercó hasta donde Eli estaba sentado—. Pero solo había una maceta —finalizó, extendiéndole la caja.

—¿Qué es eso? —preguntó sin muchas ganas.

—Un poco de Antrax.

Eli quiso rodar los ojos, pero al final solo le dirigió una mirada impasible.

—Es un regalo, para ti, ¿OK?

Cuando no hizo amago alguno por tomar el regalo, Caleb se adueñó de su diminuto porro y le colocó la caja sobre el regazo. Eli le miró molesto mientras él se ponía cómodo en el otro asiento, estremeciéndose un poco al sentir la frialdad de la silla de metal traspasar la tela de su pantalón. Eli le agradeció secamente por el regalo y desvió la mirada.

Poco a poco la fiesta moría al tiempo que la temperatura bajaba, el ruido empezaba a reducirse a la música y las risas de algunas personas pasando cerca de la casa de invitados. Por unos minutos solo se pasaron el cigarrillo sin decir nada.

—Tony me lo dijo sin querer. —Caleb rompió el silencio y continuó—: Ya sé que fue hace semanas, pero de todas formas quería darte algo.

Eli trató de descifrar el contenido de la caja sacudiéndola cerca de su oído, al no obtener pista alguna, continuó examinándola con sospecha, a lo que Caleb, exasperado, le ordenó que la abriera. Colocó de nuevo la caja sobre su regazo y desató el listón. Dentro, había otra caja negra con un grabado plateado en japonés, con cuidado la sacó, puso a un lado lo demás y por fin abrió el regalo: un juego de cuatro cuchillos de cocina.

—Son japoneses —informó Caleb.

Eli acercó el juego para ver con más claridad el grabado en las afiladas hojas. Con cuidado de no cortarse retiró uno y lo sostuvo con firmeza.

—Son muy caros.

—No importa. —Caleb estaba satisfecho con la reacción de sorpresa de Eli—. Hace tiempo que nos conocemos y nunca te había regalado nada, además no me verás por un rato. Así te acordarás de mí cada vez que cocines.

Eli no era un experto de cocina, mucho menos de cuchillos. Pero no necesitaba ser un genio para ver que lo que tenía en sus manos no era cualquier baratija. De repente se sintió un poco mal por haberlo tratado de forma tan hostil... y porque estaba seguro de que la única que le daría un buen uso sería su madre. Al principio y solo por un instante culpó a Tony por haberle hecho creer a Caleb que un juego de cuchillos de alta cocina serían de alguna utilidad para él, pero luego cayó en cuenta de que dicha noción pudo haber sido concebida por él mismo en una noche de ese mismo verano en la que Caleb preguntó si le gustaba cocinar cuando le vio preparar unos brownies de cannabis; se había extrañado un poco por la pregunta pero para no entrar en detalles simplemente había contestado que sí.

Colocó de nuevo el cuchillo en su lugar y le agradeció tratando de sonar lo más sincero posible. Caleb lucía complacido.

—Tal vez es mejor que regrese a la fiesta —anunció Caleb con un tono poco convincente—, vine con unos amigos y se han de preguntar donde estoy.

Eli acomodó todo de vuelta en la caja y dio un profundo suspiro, se levantó del asiento y entró a la habitación.

—Vamos.

El frío no le dejaba dormir. El ventanal del balcón seguía abierto y las hojas de un árbol que cedía ante una fuerte ráfaga de aire se colaban en la habitación. Dio varias vueltas entre las cálidas sábanas hasta que por fin decidió levantarse a cerrarlo. A través del cristal lanzó una última mirada al muelle que ahora yacía solitario y oscuro, dio un bostezo y regresó a la cama.

La fiesta de despedida de Tony había llegado a su fin y ahora el único ruido que reinaba era el silbido del viento.

Caleb había partido hace algunas horas, dejando su presencia impregnada en la cama, que por lo regular le ayudaba a dormir, pero esta noche era la excepción. Antes de haberse ido le dio el número de Sebastian, o "su contacto", como a Caleb le gustaba llamarlo. Curiosamente, esto le hizo pensar en que él también gozaba de ciertos títulos, los más comunes eran "el hermano de Tony" y "un conocido".

Al despedirse le dio un beso en la mejilla y le dijo que le echaría de menos, Eli solo se encogió entre las sábanas y cerró los ojos.

—Cierra la puerta y deja la llave en su lugar cuando te vayas.

Caleb acarició su cabello, le susurró algo en el oído y se fue.

Durante el tiempo compartido Eli jamás se encontró anhelando su compañía más tiempo del necesario, regularmente, cuando acababan, alguno de los dos partía sin decir mucho —sobre todo porque no había nada que decir—, pero de haber sabido que no lo volvería a ver, hubiera hecho todo lo posible en este mundo porque se quedara a su lado.

Tal vez eso hubiera hecho la diferencia.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2019 ⏰

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