➻ treinta y dos

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Eso quería decir que no tenía ninguna expectativa seria sobre lo que estaba pasando. La atracción, los besos y más que besos de la noche anterior no eran nada más que algo sin importancia, sólo una aventura para él.

No sabía si le molestaba que sólo fuera una aventura. Creía que debería molestarle, pero no se sentía mal. Era como si le hubieran quitado un peso de los hombros. Se lo estaba pasando bien con Matteo y le gustaba saber que no estaba corriendo el riesgo de decepcionarlo ni de hacerle daño. Le gustaba saber que ninguno de los dos quería nada más, que no había nada de lo que preocuparse.

De hecho, cuando pensó en ello, hacía unos siete meses que no se sentía igual de bien y liberada, más o menos en el instante en el que decidió salir por la ventana durante su último intento de boda. Era refrescante saber que Matteo conocía sus peores secretos y que no se hacía ilusiones. Hizo que Luna se sintiera liberada del dolor y la humillación que había causado a Michel y Sebastián. Ya no sentía que, de alguna manera, era un peligro para él. Se enderezó y apartó el pelo de la cara.

De repente, la celebración que se avecinaba, con la boda, la cena, el baile y el champán, le pareció más atractiva que antes, como si se acabase de quitar un peso de encima. Sabía que iba a pasárselo muy bien. Con Matteo. Sin dudas ni temores. Iba a disfrutar de la compañía de Matteo sin preocuparse de nada. Se miró en el espejo de cuerpo entero para ver el aspecto final. Se sentía más relajada de lo que había estado en los últimos siete meses.

El vestido le sentaba tal y como recordaba. La tela la rodeaba con sutileza desde sus finos tirantes hasta el suelo. Echó los hombros hacia atrás para llenar mejor el sujetador que llevaba incorporado la prenda. Estaba guapa. Sabía que iba a ser una buena noche. Se puso los zapatos y aplicó el pintalabios.

—¡Luna! Te necesitamos para las fotos —le dijo alguien al otro lado de la puerta.

—Ahora mismo salgo —repuso ella mirándose también por detrás.

Después, comprobó su aspecto una última vez, empujó los pechos hacia arriba para mostrar un poco de escote y salió. No tenía ninguna duda sobre la boda, sabía que todo iba a estar perfecto para Nina. Y que su mejor amiga también se lo iba a pasar muy bien.

La ceremonia de la boda duró una media hora. Durante todo el tiempo, Luna tuvo problemas para controlarse y no mirar continuamente en dirección a Matteo. Como padrino y dama de honor, estaban situados uno a cada lado de Gastón y Nina y, como resultado de ello, estaban uno frente al otro.

Le hubiera ayudado que él no estuviera tan apuesto. Pero su esmoquin negro, camisa blanca y pajarita le sentaban de maravilla. El traje no hacía sino acentuar la anchura de sus hombros y torso, su estrecha cintura y sus largas y fuertes piernas. Y lo llevaba con una elegancia que era demasiado para los ojos. Tampoco la ayudaba verlo recién afeitado y peinado, con las manos cruzadas delante de él, unas manos cuyo tacto recordaba perfectamente sobre sus pechos desnudos...

Luchaba por no pensar en él y escuchar los votos de los contrayentes, pero él la miraba cada poco con sus ojos aguamarina y era demasiado complicado no recordar los momentos vividos la noche anterior. Cuando el cura los declaró marido y mujer, todos los asistentes se pusieron a aplaudir, un gesto que sin duda hizo que Nina se sintiera aún más aceptada entre los vecinos de Northbridge.

Después de la ceremonia, se tomaron fotos de toda la gente y todo el mundo se trasladó hasta la plaza mayor, donde iba a tener lugar el banquete. Allí habían montado una enorme carpa blanca. Al lado había una plataforma de madera que servía como pista de baile y escenario para la banda de música. El techo de la carpa estaba adornado con guirnaldas y más guirnaldas de pequeñas luces blancas. Cientos más de estas bombillas iluminaban la pista de baile. Las mesas redondas de la carpa estaban adornadas con ramos de rosas y velas, que iluminaban una deliciosa cena de pasteles de cangrejo, salmón ahumado, ensalada de espinacas y ternera a la Wellington.

El pastel de Luna fue la pieza central del banquete. Nina se emocionó tanto al verlo que rompió a llorar y los comensales no hablaban de otra cosa, incluso antes de probarlo. Luna se alegró de haber hecho más pisos de lo normal porque mucha gente repitió.

Después comenzó la música y Gastón y Nina tuvieron su primer baile como marido y mujer bajo las atentas miradas de todos. Luna se emocionó mucho al verlos bailar. Conocía a Nina también como si fuera su hermana y era muy emotivo ver lo feliz que estaba y hasta qué punto la llenaba estar con un hombre como Gastón. Pudo contener las lágrimas hasta que Gastón y Nina interrumpieron su baile y cada uno tomó a una de las niñas en sus brazos y volvieron a bailar como una familia unida. Eso fue lo que hizo que Luna no pudiera aguantar las lágrimas por más tiempo.

—¿Necesitas esto?

Era Matteo quien se lo decía en voz baja, mientras le tendía su pañuelo.

Luna rió y aceptó su pañuelo, usándolo para secarse las lágrimas que caían por sus mejillas. Pero tenía miedo de que se le hubiera corrido el rímel así que decidió ir al baño a comprobar el estado de su maquillaje.

—Ahora te lo devuelvo —le dijo a Matteo tomando con ella el pañuelo.

La heladería de la plaza estaba cerrada para clientes, los dueños también estaban en la boda, pero habían dejado la puerta abierta para que los invitados pudieran usar sus lavabos. Allí es donde fue Luna. Algo tan insignificante como un viaje hasta el baño cambió el curso de la noche de alguna manera. Hasta entonces, Matteo había estado a su lado durante la ceremonia, las fotografías, la cena y el postre. Pero cuando volvió a la carpa, le fue imposible volver a hablar con él. Y no es que no lo intentara. Él también puso de su parte, pero cada vez que estaban cerca uno del otro se interponía algo.

Muchísima gente se acercó a Luna para felicitarla por su tarta o interesados en contratar sus servicios, para ellos o para alguien que conocían. Matteo, por su lado, tenía un montón de amigos que querían hablar con él y preguntarle por el golpe que se había llevado en la cabeza cuando él y Gastón salvaron a la familia del incendio.

Antes de que Luna se diera cuenta, la noche llegó casi a su fin. Algunos invitados empezaron a irse y mucha más gente se acercó a despedirla, no querían irse sin felicitarla por la tarta y sin decirle lo mucho que les había gustado conocerla.

Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora