Capítulo 13

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Eran las dos de la mañana; Rei se había quedado dormida en una de las habitaciones de la base. Mi madre me había llamado avisando que por la tormenta no irían a casa, tal y como sospechaba. Luego de que la junta terminara, me levanté y fui a buscar a Rei, quien seguía dormida enrollada entre las colchas y sábanas. Tenía una expresión de completa paz en ese momento, la que debería llevar todo el maldito día. Y no vivir con miedo.

Me acerqué a ella y la cargué, pasando sus piernas por encima de uno de mis brazos y con el otro aferrándola a mí por los hombros. La saqué, sin despertarla, por la puerta hasta la salida.

Allí estaban aún Zafiro y Haruka, quienes hablaban animadamente. Ambos miraron en mi dirección cuando aparecí por la puerta. Haruka miró fijamente a Rei, antes de apartar la mirada.

—¿Desde cuando se quedó dormida?

Me encogí de hombros ante la pregunta de Haruka.

—Luego de que comenzara a cabecear, bostezar y después de que la enviara a la habitación.

Ella volvió a mirarla.

—Es tan bonita cuando duerme.

La miré furiosamente. Zafiro, que supuestamente entendió mi mirada golpeó suavemente con la mano en el hombro de Haruka, haciendo que ésta se sobresaltase.

—¿Qué? ¿Qué dije?

—Cállate Haruka. No tienes oportunidad. Ella te tiene miedo.

—Me tiene miedo incluso a mí —susurré, mientras miraba sus párpados cerrados y recordando el día en que la conocí, sabiendo que lo primero que ví de ella fue su ojo morado e hinchado.

Haruka carraspeó.

—¿Alguno de los dos notó que Darien fue muy distante con ella? —preguntó éste, intentando cambiar de tema.

—Darien jamás actúa así ante otras personas. Es sólo que él, antes de que escapara de Italia, tenía una hermana. Murió en una explosión junto a su madre. Cuando llegó y me lo contó, me mostró una fotografía de ella. Rei podría ser perfectamente la réplica exacta de ella. Quizás Darien se sintió mal en cuanto la vió.

Miré a Zafiro. Jamás me había enterado de aquello. Rei se revolvió en mis brazos antes de suspirar dormida y volver a acurrucarse entre ellos.

—Será mejor que me vaya.

—Recuerda que si ves un auto fuera de tu casa, son los guardias que contraté para ti. Se irán en la mañana.

Asentí, y despidiéndome de ellos, ya estando fuera, cubriendo el rostro expuesto al frío de Rei lo más que podía haciendo que ella se apegara a mi pecho. Abrí el coche y la subí a ella en el asiento del copiloto, tirando de éste hacia atrás para que ella quedara más o menos recostada. Subí luego yo, encendí en auto y me dispuse a manejar a, ahora, nuestra casa.

Luego de entrar a Rei en mis brazos, ésta se despertó en cuanto la dejé sobre la cama de su habitación. Soñolienta, me miró y luego suspiró cansada.

—Intenta seguir durmiendo, pequeña —murmuré. Saqué uno de las pijamas que mi madre le había regalado a Rei, que estaba hecho de un suave y cálido algodón. Hice que se sentara—. Vamos a ponerte esa pijama.

Ella se pasó las manos por la cara, intentando quitar un poco de su sueño. Luego alzó la vista para mirarme.

—¿Vas a ayudarme a cambiarme? —preguntó, con la voz débil.

—Sólo si tu quieres.

—Tengo sueño.

—Si quieres dormir, primero debes ponerte la pijama para que estés más cómoda —le sonreí.

Sálvame (Adaptación Rei/Diamante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora