Clara

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Camino al sur de Argentina.

24 de febrero de 2026.

5 horas antes del evento.

Día del Evento.

La noche cerrada envolvía la carretera. Ni siquiera podía verse el contorno de los Andes a la derecha del camino.

Marcos conducía a toda velocidad mientras los demás dormían.

Emma entreabrió los ojos y preguntó.

—¿Qué horas es?

—Las 4 de la mañana, más o menos. —respondió el conductor.

—Ya es 24 ¿no?

—Sí. 24 de febrero. Lo que tenga que suceder: será hoy —afirmó Marcos.

—¿Argentina qué uso horario tiene? —preguntó Emma.

—GMT menos 3. O sea, que el ultimátum vence a las 9 de la mañana, hora local. Nos quedan 5 horas antes de que pase... —Marcos se interrumpió— Antes de que pase lo que tenga que pasar.

—¿Cuánto camino nos queda? —siguió interrogándolo Emma, sin terminar de abrir los ojos.

—Unas 3 horas. Quizás menos.

—Necesito ir al baño —dijo Emma al ver la luz de una estación de servicio a lo lejos— Y un café.

—No sé si es conveniente parar —arriesgó Marcos repleto de dudas.

—Necesito ir al baño —repitió Emma— Tú verás.

—Preguntemos a Franco —siguió empecinado Marcos.

Antes de que Emma pudiera decir algo, Franco habló sin abrir los ojos.

—Estoy despierto. No se puede dormir con ustedes dos discutiendo, paremos diez minutos. Hacemos lo que tenemos que hacer y seguimos.

Marcos estacionó el vehículo en el área de servicio y los tres bajaron y estiraron los músculos entumecidos de tantas horas de viaje.

—No tengo pesos, Marcos. —dijo Franco—Traenos unos cafés, por favor. —terminó pidiendo mientras veía a Emma correr hacia el baño.

Marcos levantó el pulgar en señal de asentimiento y fue al interior de la cafetería.

Franco se quedó mirando las estrellas. Le pareció un paisaje espectacular. Sin las luces de la ciudad, el esplendor del brillo de los astros no tenía belleza comparable.

Sabía que a simple vista no vería los puntos amenazantes que habían dado el ultimátum a su planeta. Se sintió apesadumbrado al estar convencido de que ya no sería posible mirar al cielo sin pensar en la amenaza.

Marcos se asomó a la puerta y gritó.

—¡Chicos! Es mejor que vengan a ver esto.

Franco caminó hacia la cafetería, mientras Emma lo alcanzaba con muestras de haberse mojado el cabello y la cara para refrescarse.

Al entrar vieron a un grupo de personas agrupadas alrededor de la televisión.

En la pantalla podían verse enjambres de puntos luminosos entrar en la atmósfera terrestre.

Marcos les aclaró.

—Recién decian que están volando por todo el mundo a una altura en la que son visibles a simple vista. Les llaman dardos.

Franco y Emma se miraron.

—Llamemos a Doris —dijo Emma.

—Me leíste la mente —coincidió Franco.

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