Capítulo 27

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Esteban

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Esteban

Dos semanas pasaron hasta que mi padre volvió de su coma.

Había sido un día del infierno. Luego de una mañana larga en el juzgado, sin tener nada claro acerca de cómo la ley se comportase con ella, pasé a ver a Hebe a su casa. Le habían dado el alta hace cinco días atrás y recién el día de ayer le habían sacado el cuello ortopédico.

Ver los moretones que comenzaban a desvanecerse en su cuello solo me llevó a un episodio, que logré controlar con mis medicamentos. A falta de sueño, había bebido dos tazas de café que Melissa me dio antes de volver al hospital, dónde Mia había permanecido dos días seguidos.

A penas había logrado convencerla de que fuera a casa a descansar con la abuela cuando papá despertó.

No había sido nada espectacular como uno solía ver en películas. Fue sutil. Sus parpados moviéndose hasta que solo una línea delgada nos dejó ver sus ojos. Pero se sintió como toda una explosión en mi interior.

Solo alcanzó a preguntar que estaba haciendo ahí, cuando enfermeras entraron junto con el médico de cabecera, para hacerle exámenes rutinarios. Quince minutos en las sillas de plásticos se sintieron toda una eternidad, lo cual era irónico sabiendo las casi tres semanas que habíamos estado habitando en el hospital en la espera a que papá despertara.

Cuando por fin nos dejaron entrar, él estaba recostado en la camilla, con su entrecejo fruncido en confusión.

—¿Me dispararon? —preguntó, sin poder creerlo, y yo dejé escapar una carcajada seca.

Había estado muerto de miedo de que no volviese a despertar y lo primero que él dice, luego de semanas sin escuchar su voz, es escepticismo ante lo que le había pasado.

—Sí. Directo en la zona del abdomen. Creo que pasó a rozar tu intestino grueso y perforó tu intestino delgado. Entraste en coma por el shock.

—Vaya. —Bajó su mirada hacia su abdomen cubierto por vendas, la bata de hospital y las mantas de la camilla—. ¿Ella escapó?

—No. Está siendo formalizada.

Sus ojos se encontraron con los míos.

—¿Y cuál es el veredicto?

—Indeciso aún. Lo que sucede en su cabeza está jugando a su favor.

Mi papá abrió su boca, pero fue interrumpido por la voz de Mia.

—¿Papá?

Algo cruzó por la mirada de mi padre, que no pude deducir, antes que sonriese a mi hermana. Ella se adentró más en la habitación, hasta llegar al lado de la camilla.

—Hola, mi princesa. —Besó su frente y acarició su mejilla con su mano—. Te ves cansada, ¿has dormido?

Ella negó con su cabeza, con su labio temblando.

Sentirse Completo (#2 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora