Capítulo 28

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Hebe

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Hebe

La última vez que había estado en la casa de Esteban fue para el cumpleaños de Mia, solo hace unos meses atrás. Sin embargo, luego de todos los sucesos de las últimas semanas se sentían como toda una vida atrás.

A diferencia de esa vez, lo que se veía en cada rincón de la casa eran adornos de estilo navideño. No pensaba que encontraría a una persona más amante de la navidad que mi tía hasta que Esteban me contó como su abuela había decorado su casa con ahínco por dos días seguidos.

No había espacio dónde el espíritu navideño no estuviese.

Sentada al lado de Esteban en la sala de estar, escuchaba a Mia relatar diferentes hechos acerca de la alineación de los planetas a finales de año y los fenómenos astronómicos que se vendrían para el nuevo año.

El árbol de navidad estaba armado en una esquina, cercano a la ventana, y las luces proyectaban figuras en la pared blanco hueso. Había una leve melodía, emulando los villancicos, y también podía escuchar la voz de mi tía, Erick, el padre de Esteban y su abuela provenientes de la cocina.

—A finales de julio ocurrirá la lluvia de las Perseidas y se podrá ver si es que el cielo está despejado —siguió relatando Hebe, trenzando mi cabello a mi lado—. ¿Vendrán de la capital a verlas conmigo? Dicen que el cielo es más limpio acá.

—Supongo que si no estamos llenos de exámenes, podemos viajar a verlos. —Miré de soslayo a Esteban—. ¿Qué opinas?

Esteban, que había estado enfocado en ver el árbol de navidad, nos miró y se quedó en silencio. Esa había sido su actuar desde que había estado en el hospital. Algo había sucedido y, por mucho que intentase hablar con él, no había forma que se abriese a mí.

Tal vez solo era algo sin importancia y estaba haciendo un problema en un vaso de agua, pero era extraño verlo tan contenido y silencioso.

Algo había en su mirada que aún no podía deducir de qué se trataba.

—Sí, acá estaremos —dijo él, sonriéndole a Mia.

Sin embargo, se sentía opaca. Sin calidez. Casi como si fuese falsa.

Dejé que Mia terminase su trenza para hablar.

—Mia, ¿puedes ir a ver si las galletas están listas? Hay que decorar antes de cenar.

—Claro, ahora voy.

Se levantó feliz y caminó hacia la cocina. Cuando vi su cuerpo desaparecer en el pasillo, me volví hacia Esteban. Tenía esa mirada pensativa en sus ojos, con toda su atención enfocada en el árbol.

—¿Qué sucede? —pregunté, como lo había hecho tantas veces los últimos días, pero no quería quedarme sin una respuesta—. Y necesito una respuesta, Esteban. He sido paciente, pero me estás alejando de a poco y me duele.

Sentirse Completo (#2 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora