Doce y diez del medio día. Mi estómago resonó mientras yo abría la puerta y sonaba la tipica campanita de entrada. Si, ya yo estaba muriendo de hambre puesto que esa mañana no había desayunado.
Mal hecho, Rose.
Dejo que la puerta cierre a penas entro, y de inmediato empiezo a caminar por la tienda. Si mamá se enterara como son mis hábitos alimenticios en este momento, ella seria capaz de venir y hacer diez kilos de comida y hacérmelos comer sin compasión. Pero es que seamos claros: vivir solo, trabajar y estudiar da un gran vuelco a tu vida.
Tomo una de las papas saladas y una bebida gaseosa. Eso es lo que habrá en mi estómago por ahora. Voy hacia la cajera y pago mi pequeño almuerzo, una vez salgo, vuelvo a sentir el fuerte sol de la ciudad.
Desde que me mude de mi pueblo para empezar a estudiar en la Universidad, he tenido que hacer muchos cambios, entre los que están mis nuevos malos hábitos alimenticios, trabajar por las mañanas y estudiar por las tardes. Hacer todo por mi misma. De pasar de ser una niña a la que todo se lo hacían sus padres, a tener que ser independiente y así poder estudiar lo que yo quería, si que había sido un gran cambio. Y a pesar de que ya llevaba un año y medio en esto, me costaba acostumbrarme del todo.
Comienzo a caminar por la acera y abro de una vez mi bolsa de papas, y cuando como una, se siente como el cielo mismo. Si me hubieran dicho que pasaría de mis super almuerzos hechos por mamá a una bolsa de papa, me hubiera reído mucho.
Pero sigo diciendo que si vale la pena, especialmente por el hecho de estudiar la carrera que me gusta: Relaciones Internacionales. Sonrío de solo pensarlo mientras camino entre las personas y sigo comiendo mis papas.
Levanto mi mano derecha para ver mi reloj y veo que faltan diez minutos para que empiece la clase, apresuro mi paso y de una vez abro la botella de mi refresco y lo empiezo a beber, voy subiendo las escaleras de mi universidad rápidamente mientras voy comiendo. Lo más seguro parezco una loca desesperada, pero a decir verdad éste es mi día a día amiguitos, parecer una loca comiendo y corriendo.
Mastico con rapidez y dejo la bolsa vacía en uno de los recipientes de la entrada. Veo a lo lejos el grupo de mi sección entrando a uno de los salones y vuelvo a caminar rápido hasta juntarme con ellos. Entro y veo en el fondo a una morena muy despeinada haciéndome señas: Christi. Me acerco y me siento a su lado.
- Amiga, tomate eso o guárdalo. Sabes como es la profesora- me dice señalando el refresco que cargaba en la mano ya casi terminado. Doy mi último sorbo y guardo la botella vacía en el bolso que todo este tiempo lo he tenido en mi espalda colgado.
- Ahora tengo gases por tomarlo tan rápido- digo evitando un eructo y ambas nos reímos por lo bajo. Me acomodo mejor a penas la profesora entra al salón y así transcurren las horas.
La verdad si era canson eso de ir a trabajar temprano a la biblioteca y luego salir corriendo a clases. Pero era satisfactorio al entrar a clases y aprender cosas nuevas, era como la cereza encima de un plato con hígado. Si, no me gusta el hígado. La clase termina y cuando veo mi reloj ya son casi las cinco de la tarde, me levanto de mi asiento y froto mis ojos.
- Te ves bastante cansada, Rosie- así me llamaba ella.
- Pues, es exactamente como me encuentro.
- Si quieres vienes a cenar a mi casa- me dice mientras acomoda sus cosas al igual que yo- Y así adelantamos la tarea.
La mira y le sonrío. Christi si era de allí, de Los Ángeles, por lo tanto vivía con su familia y siempre que podía me invitaba. Ella era muy parecida a mi en cuanto a gustos y nuestra edad, veintiuno. También había hecho un año sabático antes de empezar la Universidad al igual que yo. Pero eramos totalmente distintas físicamente.
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Impredecible.
RomanceRose núnca habia tenido altas espectativas en el amor, o algún prototipo de hombre, su vida era la Universidad y el trabajo. Pero definitivamente no se esperaba, que después de ese pequeño y tonto accidente, la conduciria a aquello que le daría un g...