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NUMERO ONCE

HANNAH


Luego de la boda, pasé una semana completa con Adam en vela. Nos habían asignado un caso de apelación a último minuto el martes. Un caso que a él lo ponía de mal humor y le quitaba el sueño, por lo que no fueron muchas las cosas que pudimos conversar sobre nosotros. Vale, creo que ninguno de los dos quería hacer la pregunta de «¿qué es esto?» o «¿qué nombre le ponemos?». Pero, por mí estaba bien. Sus miradas directas en las reuniones del departamento de familia, la forma en que me apartaba los mechones de cabello del rostro cuando conversábamos, el que me buscase en sus ratos libres para que habláramos de cualquier cosa con tal de hacernos reír, el que me diga lo mucho que le gusta verme llegar, lo bonita que me veía y los besos fugaces y secretos en la fotocopiadora, me hacía sentir como una quinceañera. No había necesidad de preguntar, a mí me gustaba saber que él me quería. Me conformaba con eso, al menos por unos días.

En unos pocos días, había aprendido a conocerlo más que en los meses que llevaba en Nueva York. Desde cosas tan básicas como el advertir que Adam era de los hombres que hacían todo con sumo cuidado y dedicación. No aceptaba un caso sin estudiarlo antes, sin trazar las todas las estrategias posibles, incluso las que podrían conllevar a recursos post juicio. Se quedaba horas meditando si era necesario, tamborileando su bolígrafo favorito —uno de marca Caran D'Ache que tenía grabado su nombre en dorado en un extremo. Hanks se lo había regalado luego de un viaje a Suiza —y a veces se mordía el labio inferior sin percatarse. Nadie lo podía sacar de ese estado de concentración. Cualquiera podría suponer que le gustaba su trabajo y creo que estaría en lo cierto, aun cuando trabajase siempre con el ceño levemente fruncido; O también cosas vanas, como que le gustaban más las hamburguesas de carne que la pizza, que prefería a Marvel antes que DC Comics, que su perfume era uno de Antonio Banderas, que prefiere la avena para el desayuno con un buen zumo de naranja, que jugó beisbol y basquetbol cuando estaba en el instituto y que su sueño frustrado es no haber tenido algún don musical; O algo más íntimo como el sabor de sus besos. Suaves y hasta podría decir que dulces, pero también fríos, seguros y exigentes.

Me gustaba la sensación en mi pecho cada vez que descubría algo nuevo de él, algo que salía en alguna conversación o que él se atrevía a confesar. Era un estallido de emociones. Una mariposa rompiendo la crisálida en la que ha pasado demasiado tiempo y estás ansioso por descubrir cuál será el color de sus alas. Eso era Adam. Para él, yo era muchos colores nuevos; Para mí, él era muchos días nuevos que quería vivir.

Pero también, conocer a las personas significa descubrir el dolor detrás de los ojos. Las lecciones detrás de las sonrisas. Las enseñanzas que dejaron las cicatrices.

Nosotros no fuimos la excepción.

—El Juez Palmer es mi amigo, no te atrevas a decir que es racista —masculló con sus manos en las caderas.

Era viernes por la noche. Cuarta noche en vela. El reloj marcaba las 11.00 p.m. en la oficina. No éramos los únicos que estaban tratando de arreglar cosas imposibles, eso era un consuelo. Pero con tanto asunto, había tenido que suspender mi control con el doctor en Stanford, cosa que tampoco fue fácil, ya que lo escuché con un sermón de veinte minutos a través de la línea, diciendo lo irresponsable que era. «Le prometí a tu madre que seguiríamos tu caso, pero tú me lo pones difícil».

Reí. Él, en cambio, ni si quiera se inmutó.

Como dije, habíamos pasado días asesorando en un caso penal que involucraba la custodia de unos niños. El sujeto quedó condenado, pero los socios insistieron en ver alguna forma de apelar. En el fondo, tratábamos de resolver el lío de cómo devolverle los hijos a un hombre que, aparentemente, no se los merecía. Nos habían encajado el caso como «un palo en el culo», según Adam. No sabía si era esa la razón de su malhumor o el hecho que el hombre le recordaba más a su padre de lo que debería.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora