XiCheng Week 2019

Día 3

Arrepentimiento

Las estaciones pasaban de manera tortuosa en donde sus demonios le acechaban y echaban en cara todos sus errores al ser tan confiado y ser partícipe, si bien de manera indirecta, en la muerte de sus dos hermanos jurados. Ya sin poder más con el dolor en su corazón llegó a pensar que al recluirse las cosas podrían mejorar significativamente, quizá auto flagelándose podía llegar a aliviar al menos un poco su culpa, quizá llegar a encontrar algo de paz.

Viviendo en aquella pequeña cabaña que quedaba lejos de las habitaciones principales designadas a los del clan Lan; e inclusive aquellas para los discípulos.

Los únicos a su alrededor era la naturaleza misma y aquellos traviesos conejos de su didi, quienes salían despavoridos a buscar esconderse apenas veían o escuchaban los pasos y risa del maestro Wei.

Recibía visitas semanales de shufu y didi, ambos mostrando preocupación a su manera y respetando su decisión de darle espacio. Había ocasiones en las que Lan JingYi y Lan SiZhui le visitaban, ya fueran juntos o por separado, dependiendo de que tanto tiempo libre tuvieran. Sabía lo mucho que ambos jóvenes se esforzaban en contarle sobre sus hazañas durante las noches de cacerías; como una manera de buscarle entretener y hacerle olvidar el sabor amargo en su corazón. Apreciaba el gesto y aunque si bien en los primeros años se negó a verlos ahora podía sonreír con levedad; era sincera pero no la misma sonrisa de antaño que les dedicaba.

También había veces en que veía a su cuñado. El joven maestro Wei era un rayo de luz -muy hablador- pero podía ver que era una manera por igual de entretenerle, de aminorar su pesar. En ocasiones podía ver a su didi suspirar con cierto pesar cuando su esposo salía con alguna ocurrencia no obstante, su mirada decía todo lo contrario. Podía ver calidez y adoración quizá WangJi era al único que podía conocer como la palma de su mano. Lejos de él no creía conocer a nadie más; MingJue y A-Ya... LianFang-Zun eran la clara prueba. A uno no le había creído y en el otro había confiado demasiado.

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Su choza era pequeña y con las acomodaciones necesarias para una persona como él. Tenía una cama, un mueble para sus ropajes y también una pequeña cocina y cubiertos necesarios para preparar algo de té, sus alimentos siempre eran llevados por los sirvientes aunque con suerte consumía algo. Su único entretenimiento era transcribir varios libros del clan, meditar y regar las flores del pequeño jardín que había al lado de la choza; en ocasiones cuando se sentía con algo de ánimos, tomaba asiento sobre una banca de piedra para recibir algo de sol. Pero cuando los días eran oscuros y se sentía ser arrastrado al fango era cuando quedaba ensimismado en oscuros pensamientos.

Shuoyue y Liebing habían quedado olvidados en su habitación, ambas armas espirituales sobre un estante y solo las limpiaba y daba cuidado cuando se sentía con el suficiente valor de tocarlas. Por lo general dejaba que continuaran cubriéndose de polvo.

O sino pasaba esos momentos frente a las flores pensando si lo mejor sería renunciar a su cargo de líder. Estaba por cumplir cinco años en reclusión y sabía que a los Ancianos Lan se les agotarían la paciencia en cualquier momento, estos le exigirían que dejara de hacer luto por sus hermanos y volviera a su cargo y cumplir con su deber. Pero ¿cómo podría? Jamás escucho las advertencias de Nie MingJue y por años llegó a creer que la muerte de su hermano y amigo habían sido por cumpla de una desviación de Qi, cuando en realidad fue Jin GuangYao quien había alterado la melodía que le enseñó a tocar. Que iluso había sido. Pensó que si le enseñaba este ayudaría a sosegar el estado de MingJue y calmar sus ataques de desviación, cuando en realidad lo único que hacía era envenenarlo con lentitud hasta causarle la muerte. Con ello también desestabilizó a la vida de Nie HuaiSang, dejándole sin el único pariente en el que el joven podía confiar, sentirse querido y seguro.