—¿Qué mierda le has hecho, capullo?—Es la rubia la que agarra por el cuello al chico de pelo corto.
—Le ha inmovilizado.—Explica Darío. Se acerca a dónde me encuentro y con sutileza le da la vuelta a Eren.—Las garras del kanima tienen un líquido transparente que es paralizador.
El alivio me permite respirar una vez más.
Escucho el corazón de Rebeca relajándose a lo lejos, pero no suelta el cuello del de ojos oscuros.
Miro de reojo, solo para asegurarme de que no le está haciendo nada extraño, y mi pecho se encoge cuando un extraño tipo de escamas ascienden por la piel del chico. Sus manos adoptan las garras de las que Darío hablaba, y aunque sé que está atado, mi pulso se acelera con miedo.
—Darío...—Digo llamando su atención cuando me percato de que no le está haciendo caso.
Sus ojos me miran a mí, para luego pasar a la larga cola que ha nacido de la espalda baja de Liam.
—Liam.—Darío es quién se levanta con rapidez.—Tranquilízate. No vamos a hacerte nada.
Es el perro del infierno es el que alza las manos en señal de rendimiento.
—Mi nombre es Darío Raeken, y si saber lo que soy es lo que te ha puesto a la defensiva, olvídalo. No pienses que voy a utilizar mi poder para hacerte daño.—Se acerca con pies de plomo, pero tan sigiloso que no llama ni la atención del joven de escamas verdosas.
El chico empieza a hiperventilar, y cuando sus jadeos se hacen irregulares fruto del terror que corre por sus venas, me obligo a levantarme.
Mi corazón está inquieto, y aunque quiero pensar en que no puede hacernos nada, que está atado de pies y manos, no logro dejar de mirar su larga cola y sus afiladas garras goteando ese líquido del que hablaba el perro del infierno.
—Joder.—Susurra Darío, echándose hacia atrás para poner un brazo por delante de mí.
Sus ojos están bien abiertos, pero se las arregla para mirar a Rebeca.
—Rebeca.—Es lo único que dice, pero suficiente como para que la chica rubia asienta y clave la mirada en el de las escamas.
Su cabeza está baja, mirando sus pies, pero cuando Rebeca hace algo que no logro entender, la estira hacia atrás con énfasis, al mismo tiempo que su boca se abre de un solo movimiento para dejarnos ver sus largos y amarillentos dientes.
Mi garganta se seca de pronto, pero no dejo de admirar la forma en la que la rubia inclina la cabeza para fulminar al kanima con la mirada. Sé que está haciendo algo con su mente, y aunque asumo que esas cuerdas no podrán retenerle si él se lo propone, agradezco a Rebeca que intente reforzarlas.
—Liam.—Darío vuelve a hablar, pero cuando da un paso hacia su posición, el chico hace un movimiento brusco que nos para el pecho a todos.—Hemos venido a...
Pero no le da tiempo a terminar. De repente las cuerdas del Kanima estallan, dejando libre sus manos portadoras de las afiladas y peligrosas garras.
Darío me echa hacia atrás con el brazo, pero no es suficiente como para alejarme del todo.
La silla se rompe casi por completo cuando el de cola se pone de pie, y aunque de su garganta sale un gruñido extraño y agudo, no es eso lo que me asusta, sino la forma en la que golpea con su quinta extremidad a la rubia de poderes mentales.
Rebeca sale disparada contra la pared con tanta fuerza que un polvillo cae al suelo de madera.
Noto la espalda de Darío tensarse, pero sé que quiere que me aparte. Su postura se mantiene en frente de mí, manteniéndome a su espalda, y aunque sé que él no dejará que me haga nada, tengo un picor atormentándome la espalda por ir a ver cómo se encuentra Rebeca.
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HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©
RomanceLas puertas del infierno han sido abiertas. Todas las criaturas que han caído del cielo, y las que desde las más profundidades han regresado, tienen una sola misión. Pelo y ojos castaños, constitución aparentemente fuerte... ¿Por dentro? Está hecho...