CAPÍTULO 57

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HELLHOUND

Me paso la mano por la cara con rapidez, solo para que la calidez de mis manos aísle la frialdad que amenaza la punta de mi nariz.

Mi cuerpo hace unas horas que ha dejado de estar tan caliente como de costumbre, y eso solo me hace saber que algo va realmente mal.

Me siento fatal por haberme ido así, sin darle explicación alguna a Malia ni a los rubios, pero era necesario.

Si supiesen la razón por la que me afecta tanto, por la que ahora mismo dudo en si el dolor que siento es real o si solo estoy soñando, entonces tal vez lo entenderían.

Niego con la cabeza cuando me doy cuenta de que eso no es posible, que qué yo sienta el dolor que ahora mismo perfora mi pecho no puede ser real.

Una brecha se abre ante mis ojos y me obligo a enderezarme, a hacer como si nada pasase y atender a mi Guardián.

Sus ojos bañados en fuego me fulminan de vez. Creo que ya es consciente de lo que le tengo que decir.

—Debes de tener una gran explicación para esto, Darío.—Sus palabras llegan a mis oídos según se adentra en el mundo.

No hay jinetes, ni hechicero, solamente él.

—No la tengo, señor.—Confieso sin pelos en la lengua.—Ni siquiera sé qué ha pasado.

La mandíbula de Edgar se aprieta.

—Él no debía de morir.—Espeta con frialdad. Estoy a punto de estallar en respuesta, pero me contengo.—Pero lo ha hecho, se ha reducido a la nada. Y ya no hay por qué darle más vueltas, no podemos hacer nada.

—Él...

Su cuello se estira con superioridad, lo que me hace saber que no quiere que siga hablando.

—Sí, mi señor.

Algo en mi interior se retuerce, y aunque tengo la tentación de preguntar al de cabello negro si sabe algo sobre lo que me pasa, decido no hablar sobre ello.

—Debemos seguir adelante con el plan.—Comienza.—De todas formas Amara sigue viva. ¿No es así?

Asiento.

—¿Cree que después de esto puede va a revelarme qué es lo que planea?—Mi pregunta parece ser una ofensa para él, pero después de todo lo que he hecho y lo que ha pasado no me importa.

Se da la vuelta cuando mis palabras abandonan mis labios, parece perdido en sus propios pensamientos, y de repente dudo en si me va a decir la verdad o se va a inventar algo convincente.

—¿Mi señor?

Sé que la impaciencia no es algo que estos seres lleven demasiado bien, pero después de todo el tiempo que Edgar y yo llevamos juntos, me tomo la libertad de insistir.

—¿Qué pasa entre la Nereida y tú, Darío?

Su pregunta me deja sin palabras por un momento, y lejos de no saber qué decir, es más bien el cómo puedo explicarlo.

—No lo sé.—Confieso.—Es complicado.

Una sonrisa tira de la comisura de sus labios, y eso solo me hace saber que sabe algo más.

—Comprendo.—Comienza con tranquilidad.—Sé lo que le hiciste a esa profesora, Hellhound. Y aunque actuaste bien, no fuiste tú el que se olvidó de sus palabras precisamente.

—Confío en que es consciente de que ya lo sé.—Afirmo tajante.

—Pensaba que no sabías nada.—Se encoge de hombros y me obligo a cerrar la boca de vez.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora