CAPÍTULO 59

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Las llaves resuenan bajo la lluvia mientras las saco de mi bolsillo, y aunque al principio me cuesta ver cuál es de entre todas las que tengo, termino acertando a la cuarta vez.

Abro la puerta de casa para encontrarme con una inmensa oscuridad, únicamente iluminada por la luz que entra a través de la ventana del salón. Dejo las llaves sobre la mesilla del recibidor y me quedo por un momento con la espalda pegada a la puerta.

Los últimos días que Bea estuvo en Fountain Hills los pasó en mi casa, dormía en el sofá, y ahora cada vez que lo veo no puedo evitar recordar su imagen.

Me propongo encender la luz cuando llego a mi habitación sin despertar a mi abuela, pero después de notar la sombra que resalta en los pies de mi cama decido encenderla con más rapidez.

Es la figura de Darío Raeken la que está encorvada sobre mi cama, con la cabeza baja y las manos enlazadas sobre sus rodillas.

En el instante en el que gira la cabeza y me mira desde su posición, me preocupo al escuchar un sutil latido que parece más lejano de lo que es.

Dejo que el bolso caiga cuando estiro los brazos, sin importar cómo mi mandíbula se tensa al ver que no dice nada.

—¿Dónde estabas?—Pregunta con la voz ronca. Aunque ahora no sé si es que después de tanto tiempo sin escucharla se me había olvidado que era tan grave.

Trago saliva intentando controlar el enfado que me invade.

—¿En serio?—Pregunto con fingida indignación.—¿Tú eres el que pregunta después de casi quince días sin saber nada de ti?

Asiente sonriendo, está claro que se esperaba esa respuesta.

—Vale. Lo comprendo.—Dice detenidamente, pero sin levantarse.—¿Por qué no vienes y hablamos?

Me desvisto las converse de un movimiento ya entrenado, y dejo que el par de zapatos caiga a un lado de mi cama sin preocupación.

—¿Por qué mierdas debería ir y hablar contigo como si nada?—Pregunto ligeramente alterada.

No debería haber bebido las copas que Eren me animó a beber.

Mueve su nariz como si estuviese oliendo con atención.

—Los seres sobrenaturales no se pueden emborrachar a menos que superen su peso en bebida.—Comenta con seriedad.—Tú no beberías. ¿Por qué ahora sí?

Quiero ir allí y pegarle, gritarle y hacer que me envuelva entre los brazos después de haber fingido que sí estoy enfadada.

—No deberías seguir suponiendo cosas de mí, Darío Raeken.—Espeto con seriedad deshaciéndome de mi vestido. No me incomoda quedarme así delante de él, sino que me divierte.—No me conoces. Deja ya de actuar como si fueses mi novio.

Mis palabras escuecen en su interior, o creo percibir eso, y aunque al principio no le doy importancia, me doy cuenta de ello poco después.

Su latido se acelera con ligereza.

—Tu corazón.—Pronuncio sorprendida, con los ojos bien abiertos mirando su sudadera gris como si pudiese ver su interior.—¿Qué demonios...

—No preguntes.—Afirma tras un instante intentando buscar qué decir.—Ven aquí, por favor.

Después de escuchar eso, después de escuchar su tono suplicante y desesperado, lo hago.

Mis piernas tiemblan con sutileza a medida que avanzo, pero consigo sentarme a su lado tras un rato dudándolo.

—Me dijiste que no te dejase volver a fallarme.—Murmuro con un hilo de voz derrotado.—Creía que yo sí te importaba.

—Y me importas.—Su mano se atreve a ahuecar mi mejilla con total libertad.—No hay muchas cosas que realmente me importen, Malia. Pero ten siempre claro que tú sí.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora