11:33 hrs.
"Es hora" Una voz suave y profunda resonó desde el fondo de un ático.
Sus heridas se habían curado en horas, pero su mayor enemigo durante tres meses enteros había sido su propio cerebro. Durante todo ese tiempo, su prioridad había sido mantenerse vivo y relativamente cuerdo.
Después de la caída del Triskelion, el hombre intentó ante todo, sobrevivir a su mente. Casi al instante, después de dejar a Steve en la orilla del Potomac, los primeros recuerdos reales comenzaron a regresar e inundaron su cerebro mientras corría por su vida a través del bosque, todavía empapado y frío.
Durante las siguientes horas, su vida no había sido más fácil de lo que fue bajo el control de Hydra. Estaba solo, y no solo Hydra sino SHIELD vendrían tras él. Sin embargo, en el centro de ello, un pensamiento lo enfermaba: Pierce nunca dejaría de cazarlo y no podía confiar en nadie. ¡No podía regresar, simplemente no podía! Posiblemente, era el hombre más letal del planeta, pero la idea lo hacía sentir pequeño y débil. Una sensación de paranoia lo volvió incapaz de dormir durante las primeras cuatro noches.
El miedo, la culpa, la ira, el remordimiento y el horror se adueñaban de sus pensamientos día tras día, pero esos no eran sus únicos problemas; los desmayos y convulsiones también eran comunes. No había podido comer alimentos sólidos por más de una semana, y toda su ingesta de nutrientes había consistido en agua y algunas cajas de jugo que encontró en un almacén abandonado, a solo cinco kilómetros de los restos de SHIELD.
Para su buena suerte, su entrenamiento anterior actuó casi instintivamente y encontró refugio en una casa abandonada tras otra. Algunas de las habilidades básicas de cualquier espía son ocultarse, obtener comida y cuidar sus heridas. Las personas vacacionando eran una fuente constante de casas, que generalmente proveían de suficiente alimento, medicinas y un alojamiento discreto.
En el duodécimo día en su segundo refugio, descubrió por televisión e internet que Alexander Pierce había muerto. Cuando lo confirmó por tercera vez en diferentes fuentes, una risa histérica lo invadió por minutos, y luego nada.
Solo vacío.
Ese día, lloró por horas.
Su antigua vida y su familia ya no existían y ahora, su único recurso era él mismo. Durante el día, violentos recuerdos lo asaltaban a diario; los rostros de sus víctimas... los gritos. Por la noche, las cosas empeoraban. Las pesadillas eran tan comunes que, por un breve momento cada noche, mientras el hombre yacía aterrorizado y solo, su único deseo era volver al hielo.
Pero había algo más.
A pesar de la confusión en su cabeza, dos rostros aparecían claramente frente a él. Uno de ellos era el hombre en el puente. Ahora, recordaba más sobre él, y hora tras hora su presencia era más vívida en los recuerdos del hombre. Era Steve, su Stevie; su capitán y su mejor amigo. El amor de su vida.
Cuando soñaba con Steve, él podía lucir pequeño y frágil, o podía tener el aspecto impresionante que había visto la última vez, pero indistintamente el rubio solía acariciarlo con suavidad; casi con reverencia, sosteniendo sus manos y besando sus labios. Su toque lo hacía sentir tan puro y amado. Incluso antes de Hydra, una parte de él encontraba inconcebible que alguien tan bueno como su Steve pudiese tocarlo así. Sin embargo, el resto de él quería creerlo con desesperación.
Steve lo miraba invariablemente con esos expresivos ojos azules que su Bucky solía llenar de luz. ¡Dios, era tan dulce e increíblemente hermoso! En sus sueños, Stevie se acercaba a él como a un objeto de adoración antes de entrar en su cuerpo, tal y como lo hizo aquella noche distante en su departamento, cuando descubrieron el placer entre besos y gemidos.
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97 MINUTOS
RomanceBrock Rumlow había sido interrogado de nuevo sin que nadie obtuviera una sola palabra de él, pero en noventa y siete minutos, Steve Rogers se dará cuenta de que el secreto más valioso de Hydra no tiene nada que ver con la programación del Activo. [...