CAPITULO 11

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No lo podía creer ¿Cómo era posible? No lo entendia, no, no podía ser su querida Emilie, la chica pelirroja que los había enamorado, a la que ama con locura y pasión. Camino de una lado a otro sintiéndose desesperado, sintiendo mil dagas en su pecho, sintiendo que su alma volvia a quebrarse.
- ¿Cómo…como…fue? – No podía articular palabras, su voz se quebraba al momento de hablar
- Un accidente vial, al parecer chocaron, el automóvil perdió el control y se fue por un barranco y a causa de la caída se provoco una explosión… – Se quedo en silencio el detective, tenia que continuar pero notó que su cliente no estaba del todo bien
- ¿Qué mas? – Lo miró desesperado - ¿Qué mas paso?
- Su muerte fue causa de las quemaduras, iba acompañada de sus padres, nadie sobrevivio
No podía dar crédito a las palabras que el hombre decía. Su querida Emilie había muerto de la forma mas cruel que se podía imaginar. Tiempo atrás, el había sifrido un accidente donde se quemó, si bien fue una pequeña parte de su cuerpo, el dolor era insoportable; no se puede imaginar lo mucho que sufrio ella.
- Mi…mi hijo ¿tambien estaba ahí? – Su voz fue apenas un susurro
- Entre las cosas que se pudieron recuperar, había ropa y juguetes de bebe, solo se tiene nota de que estaba embarazada pero no se sabe de cuantos meses.
Eso fue todo lo que pudo escuchar. Pidio al detective que lo dejara solo, el pobre hombre no pudo contarle sus inquietudes sobre el caso, ya que de hacerlo, seria demasiado para el joven que lo había contratado.
Una vez que el hombre salio por completo de la habitación, cerro con candado la puerta, no quería ser molestado. Estando solo, sus lagrimas comenzaron a caer por su rostro, sintiendo todo el dolor que se comenzaba a formar en su pecho ¿Por qué? Esa pregunta invadia su mente en esos momentos, no entendia por que el destino quería que sufriera de esa manera.
La noche llego tan rápidamente que no se había dado cuenta, seguía tirado en el suelo del despacho, recordando a su amada. Todas las promesas que una vez se declararon, los besos dados, las caricias y las palabras. Recordaba perfectamente su sonrisa, como se formaban los olluelos en sus mejillas.
El odio comenzó a subir por su pecho, haciendo que poco a poco comenzara a perder el control que poseía. Tomo las cosas del escritorio y comenzó a tirarlas por toda la estancia, haciendo que mas de alguna se rompieran en el acto. Ya no eran simples lagrimas las que derramaba, era una tormenta lo que se estaba formando en su ser, un huracon de tristeza que no podía ser calmado con nada.
Pateo los muebles que había, rompió los jarrones que adornaban el lugar, grito de impotencia. ¿Cómo era posible que los padres de ambos fueran los culpables de este sufrimiento? Lucharon tanto por estar juntos pero al final, el destino fue mas caprichoso y los separa de una cruel manera. A lo lejos pudo escuchar la voz de su ama de llaves, quien lo llamaba desesperada por escuchar todo el escandalo que había detrás de la puerta del despacho. Pero Michael la ignoraba, en esos momentos quería estar solo, sentir su dolor en la soledad de esa habitación…
- Michael, por favor abreme, me preocupo por ti – La voz de Ciara denotaba tristeza y preocupación, había llegado a Neverland a causa de no saber nada de su novio – Llevas dos días metido ahí
Pero no recibió respuesta alguna, sabia que estaba en el despacho por los suaves pasos que se podían notar a travez de la puerta. Ciara no sabia que mas hacer, ya tenia dos días que estaba en la casa de el y no se movería hasta que el saliera. Contacto a Elizabeth, la mejor amiga de Michael, quien al saber que su amigo no respondia a nadie, fue en su ayuda.
Al llegar la mujer, se dio cuenta del ambiente tedioso que había en la casa, observaba la cara de preocupación de los empleados. A lo lejos diviso a Ciara, hablando y tocando la puerta que era del despacho, inmediatamente se dirigio hacia ella.
- Ciara – La saludo de beso. Pudo darse cuenta de la cara ojerosa de la chica, señal de que no había dormido del todo bien - ¿Michael sigue ahí adentro?
- Si – Ciara contenia las ganas de llorar, le dolia de verdad, el saber que Michael estaba pasando por un mal momento
- Mike, cariño, soy Liz – Comenzo a tocar la puerta suavemente, con la esperanza de su joven amigo respondiera – Por favor amor, abre la puerta
No hubo respuesta alguna, Liz sentía que su alma pendia de un hilo por no escuchar la contestación de su amigo.
- ¿Tienen la llave de esta cerradura? – Pregunto Elizabeth
- No – se apresuro a contestar la ama de llaves – El sr. Jackson es el único que tiene acceso a ese lugar
Elizabeth sentía que su preocupación poco a poco iba en aumento. Se sentía atada de manos por la situación que estaba pasando. Una idea surgio en su mente, sin detenerse, apresuro su paso hasta el teléfono de la gran casa y procedio a llamar a un cerrajero, realmente no le importaba el costo que tendría que pagar por el trabajo, ni que su amigo se enojara por abrir su casa. Una hora tardo en llegar la persona a la que había llamado Liz, un hombre algo mayor, entro a Neverland y se dispuso a abrir la puerta. Elizabeth conocía de años a ese hombre y sabia lo discreto y profesional que era.
- No…quiero…a…nadie – Michael hablo cuando se dio cuenta de que habían abierto el lugar. Sus palabras sonaban arrastradas – Solo…a…Liz
La nombrada se apresuro a entrar en la habitación tal y como lo había pedido Michael, cerro la puerta con cuidado y al girarse observó que las cortinas estaban corridas, dando asi, un tono lúgubre a la habitación. Por la poca visibilidad que tenia, se pudo dar cuenta de que la habitación estaba echa un desastre, las cosas del escritorio estaban regadas por el piso, una que otra botella se encontraba rota, haciendo que los vidrios se esparcieran por el suelo.
Encontró a su amigo tirado en el suelo, echo un ovillo en el rincón mas alejado de la puerta; a su alrededor se encontraban diferentes botellas, todas vacias.
- Mike, amor ¿Qué ha pasado? – Elizabeth se arrodillo a su lado, tratando de no cortarse con alguno de los vidrios que había tirados, Michael tenia su cabeza hacia un lado – Mirame, por favor – Suplico Elizabeth.
Tomo por la barbilla a Michael y giro su cabeza para que la viera a los ojos. Su mirada era tan triste que se le rompió el corazon a la mujer, sus hincados ojos eran símbolo que de había pasado mucho tiempo llorando. La camisa estaba desabrochada y la playera que llevaba debajo estaba manchada. Sin esperar a que el chico hablara, lo abrazo fuertemente, haciéndole saber que estaba ahí para el
- Ellos…ellos – La voz de su amigo salía ronca, un olor a alcohol llego hasta las fosas nasales de la mujer, claramente el joven habia estado bebiendo – Ellos…están…muertos
- ¿Quién cariño? – No entendia las palabras de su amigo, le desconcertaba lo que estaba diciendo
- Em…Emilie – Al decir su nombre nuevamente comenzó a llorar
Elizabeth no daba crédito a lo que escuchaba. Quiso preguntar mas, pero vio el mal estado en el que estaba su amigo, quien lloraba fuertemente en su hombro. Como pudo, la mujer lo levanto del suelo, Michael parecía un muñeco de trapo ya que no tenia fuerzas para mantenerse de pie, Liz paso un brazo de su joven amigo por su hombre y con dificultad lo llevo hasta la puerta. Al abrir esta misma los demás empleados esperaban ansiosos por saber noticias de su jefe.
- Michael – Ciara se apresuro a llegar a su lado, la preocupación aumento al verlo en el estado en el que estaba - ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estas asi?
- Cariño, en este momento no te responderá, hay que llevarlo a su habitación para que descanse y se recupere
Dos hombres de seguridad se apresuraron a llegar a donde estaba Elizabeth para asi tomar a su jefe y subirlo a su habitación. La mujer no se separo de el, ni siquiera Ciara quien tenia muchas preguntas en su mente. Al estar en la habitación de Michael, pidió que todos se fueran, solo Elizabeth se quedara con el; Ciara se sentía extraña por la manera en que su joven novio la rechazaba, pero no decía ni una palabra, acordó salir de la habitación pero se quedaría en la casa, no quería irse y dejarlo en ese estado.
Elizabeth sabia que la borrachera no se la bajaría prontamente, asi que lo llevó hasta el baño para que se diera una ducha y de perdido reaccionara un poco. El joven hombre se quedo estatico en la bañera, dejando que el agua fría cayera en su cuerpo, llevándose asi un poco de la infinita tristeza que en esos momentos se alojaba en su corazon.
Tardo mas de veinte minutos en la bañera, tiempo en el cual Elizabeth no abandono la habitación. Michael salio del baño vestido con una bata, no dijo ni una sola palabra y se dirigio a su cama para acostarse. Elizabeth sabia que había momentos en el que era bueno no hablar, dejar que procesara las noticias antes de poder pronunciarlas en voz alta. La mujer se quedo en la habitación, sentada en uno de los sillos que había, no se iria de ese lugar hasta ver a su amigo mejorarse.
Otro dia había llegado, Michael se levanto con un fuerte dolor de cabeza pero ni eso logro que olvidara su tristeza. Al enfocar bien su vista, se dio cuenta de que su mejor amiga se había quedado dormida en el sillón que había en su habitación. No podía describir el amor infinito que le tenia a esa mujer, siempre estando para el, siemore ayudándolo en sus peores momentos, ella su amiga incondicional. Con pasos suaves, llegó hasta donde estaba y la toco sutilmente por el hombro para asi despertarla.
- Liz, despierta – La mujer abrió los ojos lentamente para asi acostumbrarse a la luz del dia – Buenos días
- Buenos días Mike – Le deposito un tierno beso en la mejilla - ¿Cómo amaneciste?
- Bien – Dijo sin ganas el joven – Me dare un baño, enseguida salgo
No dijo una sola palabra mas, Elizabeth se quedo en la habitación en la espera de su amiga, sabia que tenían que hablar, quería comprender que es lo que había pasado en estos días donde no había hablado con el por falta de tiempo de ambos. No demoró mucho en el baño Michael, pronto salio vestido con una de sus, ya usuales, camisas rojas y su pantalón negro. 
- Bien Michael, cuéntame lo que ha pasado – El nombrado no quería hablar pero sabia que postergarlo no solucionaria nada, tarde o temprano tendría que hacerlo
- Hace unos días volvió el detective que contrate para que la encontrara – Dio una gran bocanada de aire para poder seguir hablando – y la encontró pero…muerta
- ¿Pero como?
- Un accidente automovilístico, ella estaba embarazada
- Lo siento tanto Mike
Dejo envolverse por los brazos de ella, realmente lo necesitaba en esos momentos. No recordaba cuantos días había pasado metido en el despacho, pero supuso que varios al ver su aspecto en el espejo. Ante las insistencias de su amiga, bajo al comedor a desayunar, desde que supo la noticias no había provado bocado alguno. Al estar en el comedor se encontró con Ciara, quien miraba a travez del gran ventanal que había.
- Ciara ¿Qué haces aquí? – No recordaba que la hubiera llamado
- Michael – La chica se giro hacia donde el se encontraba y sin pensarlo dos veces lo abrazo fuertemente – Me he preocupado por ti en estos días ¿Qué es lo que ha pasado?
La miro por unos largos segundos, tratando de sopesar la idea de contarle la noticia que había cambiado su mundo en tan solo unos segundos; Ciara había demostrado que era una persona muy discreta, pero lo mas importante, era su novia y por ello decidio que no guardaría secretos, ella ahora era parte de su vida y de su presente.
- Tengo noticias de Emilie, ella…ella fallecio
La chica no dijo palabra alguna, simplemente se acerco y le dio un fuerte abrazo, haciéndole saber que estaba ahí para el y que podía confiar en ella plenamente.

En esta vida...y en la otraWhere stories live. Discover now