Capítulo 2.

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El sonido del coche de su madre al alejarse era como el que hacía la porcelana cara al romperse. No te hacía falta verlo para saber que habías perdido algo valioso.

Miró por la ventana para ver el punto en el que se había convertido el golf rojo en el que se alejaba su persona favorita.

Odiaba no poder hacer nada por ella. O tal vez odiaba haberlo intentado y que hubiera salido tan mal. Aprendió hacía más de un año a callar y sonreír. ¿Sencillo? Solo en apariencia.

A veces escuchaba a su madre llorar por las noches y tenía que quedarse en su cama y hacer como si no pasaba nada. Cuando amanecía solía ir a despertarla para hacerle el comienzo del día más bonito.

Sabía que ella era el mayor regalo que tenía su madre pero también sabía que cada vez que la miraba veía a su ex marido y eso le dolía. 3 años no habían servido para superar una relación de 15 cuando a él le había costado menos de un mes.

Recordó cuando le presentó a su primera novia después de su madre; no llevaban ni siquiera un mes, no era serio y ya pretendía que la llamara mamá. Esto siguió repitiéndose los 3 años siguientes. Sólo de pensar que su padre tenía una cita le daban ganas de vomitar.

A pesar de todo, los veranos en el pueblo no eran tan horribles. Sólo tenía que mantenerse a un lado y no molestar. Podía leer, ir a la piscina, ir en bicicleta, escribir y (lo mejor de todo) quedar con la única persona sin canas de todo el lugar; Paula.

Acababa de cumplir los 20 años y trabajaba en la hípica de sus padres, a media hora en bicicleta del pueblo. No creía que iba a poder quedar mucho con ella pero contar con alguien que supiera lo que es Cómo conocí a vuestra madre ayudaba.

No era como los veranos que suelen tener las gente de su edad. Es decir, cuando las personas normales terminan segundo de bachillerato suelen saber que quieren hacer en un futuro y empiezan los mejores años de su vida en esos tres meses. Mientras tanto ella iba a convivir con una persona que no la quería allí, sin wifi, sin amigos, sin interacción social básicamente.

Y no le disgustaba. No era de esas personas que se pasan la vida huyendo de la humanidad pero le gustaba la soledad. Le gustaba poder pensar y con gente diciéndote que te empanas a tu alrededor cuesta.

Además, estaba convencida de que había que ser feliz con lo que se conseguía. Mirar los lados positivos y hacerlos más fuertes.

Todo tiene partes positivas y partes negativas. TODO. Pero elegimos si nos hace felices o no en dependencia de la cantidad y la fuerza de cada parte. Un ejemplo muy claro era el amor; la persona de la que te enamoras te hace reír y llorar queriendo o sin querer pero lo hace. La relación merece la pena cuando hay más risas que lágrimas. Puedes estar enamorado aunque haya más lágrimas pero cuando te das cuenta tienes que pasar página, que es lo difícil.

Eso era por lo que estaba pasando su madre: se había dado cuenta de que los buenos momentos habían sido eclipsados por los malos pero no conseguía terminar ese capítulo.

Carolina se apartó de la ventana y comenzó a deshacer las maletas que había subido sabiendo que su padre le iba a subir el resto del equipaje refunfuñando.

Cuando ya tenía todas las maletas en su habitación y a su sudoroso padre en la puerta se decidió a hablar.

-Deberías hacer un poco más de ejercicio, solo han sido dos tramos de escaleras.

-Ya me gustaría verte a ti dentro de 40 años- se quejó recuperando la respiración.

La chica lo miró de reojo. Daba pena verle, era increíble que se parecieran tanto y a la vez tan poco.

Ambos tenían el pelo negro y ojos grandes y oscuros pero mientras que el hombre se lavaba tanto el pelo como Severus Snape *nota para muggles: es un profesor de la saga de Harry Potter que dicen que tiene el pelo muy graso*, ella lucía siempre su melena sedosa y limpia hasta la mitad de la espalda. La chica hacía deporte a diario mientras que su padre tenía una barriga cervecera que parecía un cojín.

Le gustaría conservar aún recuerdos bonitos de su padre de cuando era pequeña pero dado en lo que se había convertido su referente paterno se le quitaban las ganas de recordar nada.

-Bueno- comentó él rascándose la cabeza- ¿qué te apetece cenar?

-No tengo mucha hambre, papá. Y tú seguro que tienes planes. Hazlos y yo ya me cogeré un yogurt de la nevera.

-¿En serio?- preguntó entusiasmado- ¿no te importa?

"Claro que me importa, imbécil"

-Claro que no, papá- le sonrió-. Pásatelo genial.

-Fenomenal, fenomenal... instálate a tu gusto.

Y dicho esto, desapareció por la puerta.

Carolina suspiró casi sin darse cuenta cerrando los ojos.

¿Tan malo era? ¿qué había hecho tan horrible que su propio padre se entusiasmaba de esa manera por alejarse de ella? Ya había dado por perdida una relación buena en la que iba a verla aunque no le tocara, solo porque quiere estar con ella. Pero no esperaba llegar a ese punto.

Ella ponía de su parte, de verdad que lo hacía. Intentaba hablar con él de vez en cuando pero cada vez era más y más difícil. Estaba harta de tener siempre la sensación de molestar. Eso no le pasaba con su madre.

Prefería no pensar en ello, porque si lo hacía se ponía triste y si se ponía triste lloraba y si lloraba moqueaba y moquear es un asco.

Aunque no quería hacerlo su cabeza y el universo no ponían de su parte. Durante toda su instalación sucedían cosas que le recordaban su penosa situación familiar; el sonido de la puerta al marcharse su padre, un mensaje de su madre, una foto de los tres una semana antes del divorcio, el peluche que le regalaron por su primer cumpleaños...

Acabó yéndose a dormir nada más terminar de deshacer la última maleta y de colocar la caja de música que le compró su madre cuando terminó el divorcio.

"Esta cajita es como un corazón" le había dicho "a veces lo cerramos para evitar que nos hagan daño y la música deja de sonar pero siempre llegará alguien que lo vuelva a abrir. Te prometo que la caja de música que tú y yo compartimos nunca conocerá el silencio".

Pero por muy alta que sonara la melodía que compartía con su madre el resto de cajas estaban cerradas con candado.

La felicidad no tiene nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora