El Culebra, un bar hecho de retales y abierto por defunción, en una carretera de polvo y chinas del kilometro 13 que comprende la pena y la gloria. Me estaba fumando un doble cero en mi rincón favorito del planeta, mientras esperaba la llegada del señor de los dulces con mi heroína. Sentado de espaldas a las puertas del cielo y con mis botas de chupame la punta, de repente, apareció ella del interior de la cueva, salió de entre el humo y las cortinas con una sonrisa de 20 euros y me invitó a pasar. Como nunca fui de números, una vez dentro, adopte una postura de letras y empecé a malgastar el dinero, hablando y hablando como si no hubiera un mañana bautizaba mis cicatrices delante de las chicas.
Tardé poco en hacerme íntimo amigo de Jack Danniel's para no sentirme tan sólo...
Estrella era un cielo de Rumanía y de vena tonta como yo, le gustaba darse chutes de heroína para sentirse y mi megalomanía en estado puro, le encantaba. Subimos a una habitación y mientras ella vestía la cama, yo preparaba mi kit de juguetes sobre la mesita de noche y como todo lo que comemos a escondidas, iba envuelto en un plástico muy ruidoso. Acto seguido nos pinchamos y quedamos dormidos apoyados sobre el cabecero, nos despertamos mientras follabamos la mañana en pleno centro neurálgico de la cama.
Era un 25 de Diciembre y yo había perdido mi trabajo, una semana antes de Navidad.
Estaba sin blanca, no podía costear mas dulces y tampoco la habitacion de Estrella. Mientras ella se duchaba le escribí una nota, que decía, "los pájaros sin patas duermen sobre el viento". Lejos de sentir a Dios de mi lado, recogí mis pertenencias y salté por la ventana, dejando atrás el frío dormitorio desangelado de muebles vacíos. Caí sobre un inmenso campo verde y blanco de estramonio, tan frondoso, que los rayos de luz no llegaban a acariciar la tierra, me abría paso entre la maleza como un desertor, sin tener en cuenta las cuentas pendientes, sin remordimientos, sin mirar atrás... Llegué al polígono 51 donde tenía aparcado el Toyota, y me fui...De camino a casa me detuve en la plaza, habían montado la feria del libro y lucía una luz roja intermitente, cálida y varios puestos navideños de castañas asadas.Caminaba yo entre el decorado de familias felices cuando me detuve ante un feriante con la poca esperanza que me quedaba, metí la mano en el bolsillo y con la última moneda le compré un libro de autoayuda. ¿Como es posible que la gente crea que un maldito libro que te ha costado dos euros vaya a cambiar tu vida?
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Un blues navideño
Short StoryEs un blues entre un millón saliendo de la estupefacción.