El portero le abrió la puerta cuando iba a llamar al telefonillo ya conociéndole, insistió en que pasara y le preguntó amablemente si había olvidado las llaves. Subió en el ascensor jugando con las llaves de la moto en la mano, las hacía girar en un dedo e intercalaba la acción con lanzarlas de una mano a otra. Estaba nervioso y ansioso por verla, una mala combinación.
Al final ella le había dado más material del que había esperado y pese a ir convenciéndose había querido leerlo todo para asegurarse de no dejarse nada antes de hablar con ella. Había tenido que coger horas de sueño, también había sido una semana movidita en el trabajo con las últimas fotos para la nueva temporada de primavera, lo que unido a que le costaba más dormirse sin sentir el calor de Ilia a su lado y las cuerdas sujetando sus muñecas lo había mantenido pegado a una taza de café; el café tampoco era bueno para los nervios.
Había decidido que quería intentarlo, que ese mundo que Ilia quería mostrarle se adaptaba a él, incluso esas lecturas habían hecho que su pequeño sucio secretito pareciera menos sucio, un punto más a favor.
Con los deberes hechos, llamó al timbre del ático de Ilia, aunque seguía teniendo sus llaves desde que tuvo el brazo herido, y esperó repasando por enésima vez lo que había sacado en claro de lo que quería y lo que no, por si acaso llevaba la chuleta en el bolsillo del pantalón.
Cuando abrió la puerta Ilia tenía una expresión nerviosa, con una media sonrisa en el rostro y parecía algo cansada.
—Hola. —Lo saludó y lo dejó pasar sin saber si aceptaría o no un beso. Lo había echado de menos, mucho, y la espera para verlo y saber su decisión había sido casi eterna. Sin embargo, ahora que había llegado el momento, estaba aterrada.
—Hola —dijo Ulrik. Le dio un beso en la mejilla contento de verla, con sus nervios un beso en los labios seguramente habría sido demasiado torpe, fue a darle un abrazo y entonces se dio cuenta de que seguía con las llaves en la mano poniendo a prueba la fuerza centrípeta y metió sus manos bien al fondo de sus bolsillos—. ¿Qué tal el viaje y todo eso?
—Cansado, sólo había tiempo para trabajar, pero estoy contenta de haber aceptado ese contrato —contestó sonriendo un poco más ampliamente por su beso y su descuido, que le daban alguna esperanza—. ¿Y tú? ¿Cómo ha ido todo? —preguntó a su vez indicándole que se sentara en el salón.
—Empieza la temporada de primavera y siempre hay cambios de última hora así que un poco propenso a cometer homicidio de modelos en masa, pero ya sólo queda el lunes y el martes para que mi jefa pueda decir de retocar cosas así que... deseando que llegue la primavera. Además así va llegando el calor, ya sabes que el frío no es lo mío —contestó hablando un poco más rápido de lo normal. Se mordió el labio cuando se dio cuenta que estaba comenzando a desviarse.
Ilia rio un poco ante la última parte y asintió.
—¿Quieres algo para beber? ¿Té, café, cerveza... chocolate? —preguntó acercándose a la cocina y se sirvió a sí misma un chocolate.
Se sintió tentado a pedir chocolate, pero prefirió no tentar a la suerte y volver a atragantarse, llevaba una semanita en racha con eso. Leer todo ese material sobre BDSM había generado un problema serio con la palabra "escena" cuando lo pillaban desprevenido, y él era fotógrafo, retrataba demasiadas escenas.
—No... mejor no.
Ella asintió y con su taza se sentó a su lado. Sonrió y estiró una mano para acariciar su mejilla.
—Volvió la barba —comentó un poco para relajarlo y relajarse ella—. Me gusta más así.
Ulrik sonrió.
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Mi rebelde sin causa
RomanceCuando el fotógrafo Ulrik Rybner hizo una sesión de fotos con la famosa actriz Ilia Petrova no esperó que ella fuera lo que desde hacía tiempo había estado buscando, mucho menos que la joven lo arrastrara a un mundo que nunca antes se planteó conoce...