Se miró una vez más en el espejo de la entrada esperando a que Clady liberara a Ilia y estuvieran listos para marcharse. No estaba muy seguro de su vestimenta, pero la mujer era la que decidía, unido a los nervios porque su vida estaba a punto de cambiar un poco bajo los focos de la alfombra roja se sentía un poco ansioso. Llevaba unos pantalones de traje negros, a juego con los zapatos relucientes y la gabardina, en principio normal, aunque la gabardina tenía las solapas alzadas como si se tratara del Conde Drácula y había algunas florituras en plata. El principal cambio era su camisa gris con las solapas alzadas formando espinas y tres rasgones en su pecho. La finalidad de ese atuendo era ir a juego con Ilia emulando al vestuario de la película. Supuso que si había logrado librarse de la sombra de ojos ya podía darse con un canto en los dientes. Se encontraba echando de menos sus pantalones vaqueros, sus camisetas simples y su chupa de cuero, ropa en la que se sentía más en su medio.
La puerta del dormitorio abriéndose lo disuadió de volver a tirar de los puños de su camisa en un gesto nervioso. Clady salió dando saltos feliz y cuando Ilia la siguió se quedó boquiabierto.
El vestido de la mujer se ajustaba desde el pecho a la cintura gracias a un corsé negro con escote palabra de honor. La falda de color blanco era larga, terminada en una cola que arrastraba por el suelo, sobre ella, de la misma forma y longitud, otra falda de tul semitransparente de color negro. En el cuello llevaba una gargantilla de pedrería negra que le rozaba los hombros y por delante llegaba casi hasta la clavícula. Unos guantes de encaje negro le cubrían hasta el codo. El pelo lo llevaba más largo gracias a unas extensiones, dividido en pequeños mechones lisos y un poco revueltos, con una tiara a juego con el collar. Los ojos estaban perfectamente perfilados de negros y los labios eran de un tono rojizo.
—Estás preciosa y... distinta —logró decir tras unos segundos, sin decidirse por qué adjetivo era más patente.
Ilia rio acercándose a él y besó sus labios castamente.
—La idea es parecer una reina malvada, así que tenía que estar diferente —contestó—. Estás muy bien así, me gusta tu camisa —añadió sonriendo.
—¿La camisa o las partes sin camisa? —cuestionó con una sonrisa ladeada.
—Quién sabe —contestó imitando su sonrisa.
—Vamos, vamos, una foto de mis dos obras de arte —intervino Clady sacando el móvil de un bolso.
Ilia rodeó a Ulrik con los brazos por la cintura e hizo como si fuera a morder su mejilla, divertida. Cuando el flash le indicó que la foto estaba hecha miró a Clady para que hiciera otra, esa vez sonriendo al hombre ampliamente.
—Ya tienes tus souvenir... —le dijo Ulrik a Clady. Volvió a tirar de los puños de su camisa y se dirigió a Ilia—. ¿Nos vamos? Henrik lleva como diez minutos abajo.
—Nos vemos, Clady —se despidió de la mujer cogiendo a Ulrik de la mano para salir de la casa, la pelirroja tenía que recoger sus cosas—. Relájate —susurró Ilia al hombre cuando estaban en el ascensor y volvió a besarlo.
—Estoy bien —mintió miserablemente.
Ilia se puso frente a él con sus manos en sus mejillas.
—No me mientas. No te dejaré solo, lo prometo.
—Lo sé. Son unos nervios insulsos, se me irán cuando estemos dentro y sin escapatoria —contestó agregando una sonrisa al final.
—Lo peor no es lo de dentro —aseguró Ilia sonriendo. Lo abrazó por la cintura hasta que el ascensor llegó al piso inferior y volvió a hacerlo cuando entraron al coche.
—Creía que iba de esbirro no de oso de peluche —comentó divertido al rato aunque para nada molesto por sus muestras de cariño.
—Eres muy cómodo —contestó sacándole la lengua. Estuvieron bromeando durante el camino hasta una fila de limusinas—. ¿Listo?
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Mi rebelde sin causa
RomanceCuando el fotógrafo Ulrik Rybner hizo una sesión de fotos con la famosa actriz Ilia Petrova no esperó que ella fuera lo que desde hacía tiempo había estado buscando, mucho menos que la joven lo arrastrara a un mundo que nunca antes se planteó conoce...