Vida solo hay una.

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Eran las 5:00 de la mañana y ya podía escucharse movimiento dentro de la casa. Mis padres y hermanos iban de un lado al otro de la casa alistándose para ir a sus respectivos trabajos o escuelas.  Yo me encontraba recostado en mi cama, escuchando muy atentamente el caos que se hacía todas las mañanas y esperando a que el silencio llegara.  Dos golpes se escucharon detrás de mi puerta. No pregunte quien era, porque yo ya conocía la respuesta. Mi madre beta asomó su cabeza mientras abría completamente la puerta.  Su ojos cafés me buscaron entre la montaña de cobijas que se encontraban encima de mi, hasta que encontraron mis ojos.  No se acercó a más de un metro de mi.
— ¿Ya te encuentras mejor?— pregunto despacio y a modo de susurro.  Como si no quisiera que alguien supiera que se preocupaba un poco por mi. Ella era mi madre por ley y porque me había dado a luz a sus 31 años, pero fuera de eso yo no la consideraría mi madre.  Aveces me daba lástima por ella, lastima que tuviera que estar fingiendo que le importaba el como se encontraba su hijo omega. La única de la familia que supuestamente se preocupaba de su hijo, que solo desempeñaba el papel de deshonra para la familia y para ella, por darme a luz. Me limite a responderle solo con palabras y a cambio asentí con la cabeza.
—Me alegro que te encuentres bien. — Dijo, mientras que por mi mente pensaba que solo era una mentira y debía recordarme que nadie en el mundo se preocuparía por mi más que yo.
— Se nos ha hecho un poco tarde y debemos irnos ya— mi madre ya se había dado vuelta para salir por la puerta y cerrarla, pero volteo y me miro a los ojos. — No quiero que vuelvas a hacer lo de la otra vez—  y después de esas palabras se marcho cerrando la puerta detrás de ella. 
Siempre lo hacía, siempre hacia eso. Entraba todas la mañanas con la excusa de ver cómo se encontraba su hijo, pero solo lo hacía para ocultar sus verdaderas intenciones, entrar a mi habitación solo para recordarme lo que había hecho hace algunos meses atrás y para dejar en claro que si lo hacía de nuevo no tendría perdón.  Para mi familia el haberme escapado solo para recordar cómo se sentía el aire contra mi rostro y el sol bronceando un poco mi pálida piel. Había sido como si su hijo hubiera cometido un asesinato. Yo no debería de haber existido. Para mi familia que era reconocida por su limpio linaje de Alfas, por ser una de las familias más ricas, exitosas  y reconocidas del país. Yo simplemente me sentía muy fuera de lugar. Mi función era solo causarle pena a mi familia. Si ya era algo malo que en una familia se tuviera a una hija omega, lo era peor si se tenía a un gen recesivo como yo, un omega chico. Un bicho raro, uno en un millón. Algo que debía mantenerse en secreto. Al menos mis padres tenían a Gasper, mi hermano mayor que era ya a sus 25 años un reconocido cirujano, un genio en la medicina y a Caleb mi otro hermano que con 22 años se encontraba en los mismos pasos que mi padre para convertirse en el próximo CEO de una exitosa compañía de desarrollo de software. 
Estaba cansado y era aún muy temprano, tal vez hubiera optado por seguir durmiendo hasta que dieran las 10:00 de la mañana o hasta que mi cuerpo lo quisiera, pero mi mente estaba hecha un lío y aunque mi cuerpo lo necesitase mi mente no cedería.
Aparte las cobija pesadas que se encontraban encima de mi, me levanté soltando un quejido. Todo mi cuerpo dolía, había tenido uno de los celos más horribles de toda mi vida. Fue tan terrible que no me había permitido casi levantarme de mi cama para estirarme, comer o hacer mis necesidades. Podía notar como el celó me había destrozado mental y físicamente. Mi cuerpo estaba entumecido por el tiempo tan largo que había pasado recostado en mi cama. Camine hacia el baño que se encontraba en mi habitación para orinar, ni siquiera cerré la puerta, ya nadie estaba en casa.  Después de hacer mi necesidades me paré frente al espejo del lavamanos contemplándome. Mi piel era tan pálida, mi cabello que era café ahora parecía sin vida. Mis ojos cafés con toques verdes eran opacados por unas grandes bolsas moradas debajo de ellos, no había podido dormir bien. Lucia demacrado y bajo de peso. Tal vez había perdido unos dos kilos que eran necesarios para que no pareciera un muerto viviente.  Un rugido de mi estómago pidiendo por comida  me despertó de mi autoevaluación,  me paro antes de que pudiera sentir mas lastima por mi. Abrí la llave del lavamanos y  metí mis manos al agua fría que lastimaba mi piel. El agua siempre era tan fría en estas épocas del año. Seque mis manos con una toalla pequeña de color verde que se encontraba cerca. Tenía frío, solo llevaba una camiseta blanca y unos shorts grises. Me dirigí a mi escaso guardarropas y saqué una sudadera roja, no lo suficientemente abrigadora como para quitarme el frío, pero al menos solo para que no muriera de ello. Tenia un asunto aún más importante y aquello era comer algo antes de que me desmayara y muriera solo en mi habitación de una forma tan patética. Ya lo había pensado antes, que sería mejor esta muerto que seguir viviendo esta miserable vida, pero había algo que no me permitía despedirme de este mundo. Aún me quedaban algunas ganas de estar vivo, esperanzas de que todo cambiaria y mejoraría. Aún quería seguir viviendo, porque sabía que solo tenía una vida para hacer todo lo que yo quisiera. Solo una vida en la que sería Luca Morózov un chico de 16 años ruso con una familia que no le quería, y aunque sonara miserable ya no me importaba, estaba cansado de no hacer nada y obedecer a todo aquello que me lastimaba. Tal vez idearía un plan para escapar en un futuro no muy lejano, pero por el momento solo saldría de mi habitación, recorrería los extensos pasillos de mi prisión, bajarían las escaleras y llegaría a la cocina a comer algo. Ese plan no sonaba tan mal y menos porque involucraba comida. Amaba la comida, de pequeño era un niño regordete hasta que me manifesté como omega y mi cuerpo adelgazó. Todo era muy delicado en mi, pase de tener un barriga a una cintura muy marcada y femenina. Ahora también tenía caderas, algo que se sentía muy raro en mi. Tuve que cambiar todo mi guardarropas, pero aún así nunca encontré algo que le encajara perfectamente a mi cuerpo. O era algo demasiado grande para mi o solo había ropa para omegas chicas. El mundo no estaba hecho  para mi y todos los días había algo que siempre me lo recordaba.  Nuevamente un rugido que provino de mi estómago me salvo y me recordó el plan que tenía hoy.  Salí de mi habitación y me encontré con una luz cegadora, ya no lo recordaba pero mi casa siempre había sido tan llena de luz. Acostumbre  mis ojos a la luz y una vez que pude ver bien me encamine hacia la cocina. Todas la habitaciones se  encontraban cerradas, el lugar estaba completamente cerrado para que no pudiera escapar.  Llegue a la inmensa cocina, ningún miembro de mi familia cocinaba ni comía ahí, pero aún así teníamos cocina.
—Muy bien, ¿que vamos a desayunar hoy chef? — me pregunte, para luego contéstame mientras me dirigía  hacia la alacena para sacar una caja de cereales. —Hoy tenemos como platillo principal cereales en forma de círculo con una textura crujiente con sabor de tres chocolates acompañados de leche de almendra extraída de la mejores almendras del país— ahora me dirigía al refrigerador para sacar la leche de almendras ya que era intolerante a la lactosa.
— Vaya chef, usted si que me impresiona con su selección de platillos para el desayuno— nuevamente me hablaba y me contestaba para no sentirme tan solo aunque ya me había acostumbrado.  Puse la caja de cereales y la leche en la mesa de la cocina que no era tan grande como el comer. Ahora me encontraba buscando entre los armarios y cajones de la cocina una cuchara y un plato para servirme cereales.  Encontré un plato color blanco y después saqué una cuchara de un cajón.  No había muchos utensilios en la cocina porque  nadie usaba realmente la cocina, amenos de que mis padres tuvieran una cena con amigos o socios y solo en esos casos sacaban una vajilla fina de porcelana blanca y cubiertos de plata. Pero fueron muy pocas veces las que pude verlos y usarlos porque yo no podía estar presente en sus cenas o comidas. Me senté en la mesa y me serví cereales para después disfrutar una comida en paz.  La casa estaba silenciosa y solo se escuchaba el sonido de algunos pájaros cantando. Mi casa se encontraba muy lejos de la cuidad, vivíamos en una residencia exclusiva en las afueras de Dubná , las vistas eran hermosas pero al acercarse la temporada de nevadas eso la convertía en un gran témpano de hielo.  A dos horas más o menos se  encontraba Moscú, la capital. Quería conocerla, pero mis padres no había encontrado la forma de llevarme sin que alguien se diera cuenta de mi existencia o simplemente se limitaban a decirme que no.
Termine de desayunar y recogí todo, no me moleste en limpiar mi plato y cuchara, teníamos a alguien que lo hacía, solo que hoy no había llegado.  Eso me gustaba a veces, quedarme solo. Prefería que nadie me viera y se sintiera mal por mi. Mis padres si que les pagaban bastante bien por hacer eso y sobre todo para guardar el secreto del hijo omega no deseado al público. 
Me dirigí hacia la sala con sillones de terciopelo blanco y me senté frente a una pantalla de plasma de  60 pulgadas. Quería perder el tiempo hasta que mi familia regresara y tuviera que ir a encerrarme en mi habitación. La encendí con el control que estaba a un lado de mi y lo primero que apareció fue el fútbol, cambie de canal hasta llegar al de noticias y me quede viéndolo. Un hombre joven rubio de no más de 36 años se encontraba dando un reportaje sobre la alarmante cantidad de muertes de omegas en partos o durante la gestación del bebé.  Las muertes ascendían a 300 alrededor de todo el mundo y se concentraban curiosamente en Rusia.  La tasa de natalidad había disminuido considerablemente en los últimos años. Y aparentemente el problema no solo se presentaba entre las omegas, también se habían presentado algunos casos de muerte durante el embarazado en algunos betas. Los científicos había descubierto que los bebés que había nacido entre los años 2009 y 2019 presentaban problemas de salud graves, déficits y trastornos.  No era solo algo que afectaba a Rusia si no que empezaba  afectar a los demás países.  Los matrimonios deseaban hijos, pero los riesgos eran muy grandes.  Se sabía que los partos y el proceso de embarazo en omegas era algo riesgoso, sobretodo por sus pequeños y delicados cuerpos, pero nada que alarmara a la sociedad tanto como para que hiciera  que los matrimonios entre Alfas y omegas o hasta incluso entre un Alfa y beta se resignaran a consebir un bebé.  Los científicos trataban de encontrar una solución, pero esa solución tardaría en llegar, si es que se encontraban una.  Una empresa de desarrollo de tecnología avanzada rusa llamada Demonx  se lanzó a dar una solución. Al parecer esta empresa había conseguidos dar a luz al primer niño fuera del vientre materno sano. Los padres del niño una pareja del sur de Rusia estaban desesperados por tener a un niño, pero no estaban listos para asumir el riesgo. La empresa los contactó y la pareja aceptó. Se extrajo un ovulo de la madre y esperma del padre y se acordó que se haría una inseminación in vitro, solo que la madre no portaría al bebé.  Diez meses fue el plazo que la empresa le dio a la pareja para que ellos pudieran recibir al bebé. El plazo se cumplió y la pareja recibió a un varón sano y en perfecto estado.  Ya a pasado un año desde eso y al parecer el bebé nunca a presentado ninguna anomalía, al contrario los doctores están sorprendidos por el grandioso sistema inmunológico que posee el bebé. La solución proporcionada por aquella empresa fue muy controversial y los medios la hicieron papilla. Solo se sabe que la empresa dejó de existir por las fuertes críticas y ese bebé de un año del este de Rusia a sido el primero y el último nacido fuera del vientre materno. 
Decidí que aquella noticia no era de mi importancia y cambie de canal a uno de dibujos animados. Me recosté en el sillón y me relaje viendo esas caricaturas que aunque eran para niños pequeños me trasmitían una tranquilidad y me remontaban a cuando yo era uno.
El sonido de la puerta abriéndose me despertó, me levante exaltado y a oscuras. Mi cuerpo realmente necesitaba descansar.  La televisión  aún se encontraba encendida en el mismo canal de caricaturas, busque el control y la apague.
Quería haber podido salir corriendo de ahí antes de que alguien pudiera verme, pero había sido demasiado tarde y ya estaban prendidas las luces.  Me encontraba indefenso, las luces me habían delatado. Mi padre un alfa corpulento de pelo negro y ojos claros que vestía un traje negro y camisa azul se encontraba en el mismo lugar que yo.  Podía sentir como su miraba me despreciaba. No me dirigió ninguna palabra y se marchó para no estar en el mismo lugar que aquel patético omega.  Mi madre llegó después que él con su bolso sobre el hombro y una bolsa blanca entre sus manos.
— Te he traído la cena, nosotros ya hemos cenado— dijo mientras me daba la bolsa blanca con comida y yo la recibía.
—Estamos muy cansado y ya nos iremos a dormir, que descanses— no conteste, simplemente me lleve la bolsa de comida y me dirigí a mi habitación.  Una vez llegado a mi habitación cerré la puerta detrás de mi y encendí un lamparilla que se encontraba en un buró cerca de mi cama.  Me senté en la cama y abrí la bolsa blanca, me habían traído sushi. No tenía mucha hambre, pero sabía que debía comer algo o seguiría bajando de peso. Era mi sushi favorito, de queso philadelphia, aguacate y salmón, al menos había algo que me había hecho feliz el día de hoy. Termine mi sushi y tiré los palillos de madera, la bolsa y la cajita en donde había estado mi sushi en un pequeño bote de basura que estaba en mi habitación. Me recosté en mi cama y apagué la lámpara. Me quede mirando al oscuro techo pensando si realmente algo podría cambiar. Enserio esperaba que al menos algo lo hiciera.

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⏰ Última actualización: Aug 07, 2019 ⏰

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