➻ treinta y siete

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—Sabes que eso no es problema para mí. Yo también me dedico a la hostelería, hasta he trabajado como camarera.

—Muy bien. ¿Y si me hubiera dado cuenta esta mañana de que no puedo soportar la idea de que te vayas hoy, o mañana o cuando sea? ¿Que no puedo soportar la idea de no verte cada día y de darte las buenas noches al final de cada jornada?

De incómoda, Luna pasó a sentir tanta tensión que apenas podía respirar.

—Eso no suena a hipótesis —le dijo dejando la taza de café sobre la mesita para que él no notara que había empezado a temblar.

—¿Y si no fuera una hipótesis?

Luna estaba confundida, miles de emociones contradictorias luchaban en su interior.

—No lo sé —le dijo con sinceridad.

—¿Te asustarías?

—Me asusto más que nadie cuando se trata de relaciones, ¿Recuerdas?

—¿Estás asustada ahora mismo?

—Un poco.

Matteo alargó la mano y le acarició el muslo, justo por encima de la rodilla.

—No lo estés.

—Creo que no puedo evitarlo.

—Inténtalo.

Ya lo estaba intentando, lo estaba intentado de verdad. Pero si él estaba diciéndole lo que ella pensaba que estaba diciéndole, no creía que fuera a lograrlo.

—Y si... —siguió él con el juego—. ¿Y si te dijera que haría cualquier cosa por conseguir que te mudaras aquí? ¿Y si te dijera que yo me encargaría personalmente de trasladar tu empresa, de instalarte en el tipo de local que necesitaras y de correr con los gastos, además de encargarme de solventar cualquier problema que hiciese que no pudieras enviar tus tartas desde aquí hasta cualquier parte del país?

—Eso es mucho hacer...

—Vale la pena.

—¿Sólo para poder verme cada día y darme las buenas noches al final de cada jornada? —repitió ella.

—Y un poco más.

—¿Un poco más? —repitió ella de nuevo tragando saliva.

—Vale, mucho más —confesó él—. ¿Y si te quisiera en mi vida durante el resto de mis días?

Luna pasó del miedo al pánico en medio segundo.

¿Quieres que me mude a Northbridge y traiga mi empresa para poder tenerme en tu vida durante el resto de tus días?

—Sí. Ahora ya estás completamente aterrorizada, ¿No?

—Así es —repuso ella con un hilo de voz.

Y lo estaba, estaba aterrorizada, sobre todo porque la idea le atraía más de lo que podía expresar. Le gustaba Northbridge. Además Nina vivía allí. Ni siquiera le molestaba la idea de trasladar su negocio. Pero sobre todo, aunque lo anterior no fuera así, le importaba más que nada que Matteo vivía allí.

Le parecía increíble, pero él estaba allí mismo, tangible y frente a ella, oliendo fenomenal y diciéndole que la quería en su vida. Ella también lo deseaba, más de lo que nunca había querido nada. No sólo era guapo, simpático, inteligente y sexy. También era una persona increíble. Era una buena persona.

Su mente se llenó de ideas, imaginándose cómo sería todo. Una parte de ella le indicaba que le dijera que sí, pero la otra parte temía que fuera a pasar lo mismo de las otras dos veces, y eso sí que no podía hacerlo. No podía olvidarse de su pasado y del pánico que había sentido en esos momentos. Aunque había sido un terror muy distinto a lo que estaba sintiendo en ese instante. No podía olvidarse de la ansiedad sufrida y de la humillación de tener que suspender las bodas. Y, más que nada, no podía olvidarse de cuánto daño había hecho a esos dos hombres. No podía soportar la idea de hacerle daño a Matteo.

—Dime algo, Luna —le pidió él.

Sólo entonces se dio cuenta de que había permanecido callada durante mucho tiempo. Sacudió la cabeza.

—No —le dijo finalmente.

La palabra pareció resonar solemnemente en las paredes del apartamento.

—Lo sé, es una proposición algo abrumadora. Sobre todo cuando piensas en tu negocio...

—No, no se trata de eso. Es que no puedo hacerlo —interrumpió ella.

—No tendrías que hacer casi nada. Yo me encargaré de todo.

—No me refiero a eso. Es que no puedo hacer otra promesa que no puedo mantener.

—¿Por qué no ibas a poder mantenerla? —preguntó él confuso.

—No he podido mantener las otras que he hecho...

—Dos de las que has hecho, Luna. Con dos hombres que no eran lo que te convenía, no es como si hubieras vivido una vida de promesas rotas. De hecho, creo que has cumplido en tu vida todas tus otras promesas y que has logrado todo lo que te has propuesto.

Pero las dos promesas que había roto pesaban demasiado en la conciencia de Luna.

—¿Se trata de mí? —preguntó Matteo—. ¿Ves cosas en mí que no crees que pudieras soportar?

—No. Cuando te miro, veo a alguien al que por nada del mundo quisiera herir como herí a Michel y Sebastián.

—Estoy dispuesto a arriesgarme, porque no creo que vaya a pasar.

Luna no estaba tan segura. De hecho, se sentía tan insegura que sabía que tenía que tomar la decisión más inequívoca.

No, Matteo. No puedo hacerlo. Hablo en serio.

—No hablas en serio, sólo estás asustada. No va a pasar nada, Luna.

—Eso pensaban también Michel y Sebastián—susurró ella con dramatismo—.Pero sí que pasó. Fue culpa mía y no quiero que vuelva a suceder.

—No hablas en serio —dijo él después de un momento.

—Sí.

—¿Es que me he equivocado? ¿Soy el único de los dos que piensa que el destino me ha enviado a la persona perfecta para mí?

—Quizás sea una cruel broma del destino que esa persona sea incapaz de comprometerse —repuso ella con tristeza.

—¿Incapaz o poco dispuesta?

Luna contuvo las lágrimas y tragó saliva.

—No puedo, Matteo —dijo ella desesperada—. Te mereces...

—Te merezco a ti.

Ella sacudió de nuevo la cabeza.

—No...

Esa vez debió de creerla porque apartó la mano, se levantó y se quedó mirándola, con una mezcla de dolor, incredulidad y frustración en su rostro.

—Que hayas tenido dos fracasos no quiere decir que nunca puedas conseguirlo.

—Sí, pero dos fracasos es mi límite.

—Entonces, no dejes que sea un fracaso.

Hacía que todo sonara muy simple. Pero ella sabía de qué se trataba todo eso. Sólo ella, que había pasado por el dolor y la humillación dos veces, sabía que no podría soportar pasar de nuevo por ello. Tanto quería evitarlo que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. No podía arriesgarse a hacer daño a Matteo.

Lo siento —dijo en un susurro Luna.

Más lo siento yo.

Él se giró y salió del piso y ella se quedó destrozada. Quería evitar que él sufriera más aún en el futuro, pero no creía que nadie pudiera sentirse tan mal como se sentía ella en ese momento.

Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora