El final de la historia

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Al entrar en la carpa, nos dimos cuenta que Deas se encontraba a lado del espejo. Jadis lo miró. Es extraño, él no nos saludó cuando llegamos. 

- Cuando usted diga majestad - dijo Deas. En ese momento, temimos lo peor. Jadis hizó un ademán y el lobo atravesó el espejo. Ella nos miró e hicimos lo mismo, ¡era increíble! estábamos en el palacio. 

- Bien, iré a mis aposentos para prepararme, Luma ven conmigo. Mientras tanto ustedes dos junten todas las armas del castillo y ponganlas frente al espejo, nos las llevaremos con nosotros cuando volvamos. - dictó la bruja. 

- si majestad - dijimos los tres. 

Seguí a la Reina a su habitación, ésta estaba en una de las torres del castillo, era amplia y tenía techos muy altos. En cuanto a los muebles, éstos sostenían la riqueza de cualquier reina, era curioso, pero nunca guardaba nada, todo lo que usaba lo tiraba al suelo, yo era la que tenía que recogerlo. Le ayudé a vestirse, y peinarse. Esto era muy extraño, ella escogió un vestido negro de tirantes y una coleta alta. Nunca la había visto tan feliz. 

- Me alegra que por fin tendré la victoria definitiva - dijo Jadis contenta. 

- Me alegra que este complacida,  disculpe si no entiendo, pero ¿cómo es que su majestad alcanzará la victoria definitiva? - dije, tratando de atar una liga a su cabello. Ella se miró al espejo y sonrió. Era la primera vez que la había visto sonreír. 

- El que Aslan se entregara en lugar del niño fue una propuesta más que satisfactoria. - volvió a decir despreocupada. Casi me desmayo cuando lo escuché. Todo lo que pude hacer fue forzar una sonrisa y seguí peinándola. 

- ¿Esas son todas? - preguntó Deas. 

- Eso creo - dijo Len 

- Deas, ¿qué harías si mi madre te convierte en el alfa de la manada ahorita? - preguntó Len. 

- No lo sé, supongo que aceptar ¿qué otra me queda? - respondió el lobo. 

- Luma y yo hemos estado pensando y creemos que si te niegas, la maldición no podrá tocarte - dijo Len 

- ¿Es que acaso - comenzó a susurrar - el estar con Aslan los ha vuelto locos? - enfatizó el locos con un grito ahogado. 

- No te enfades, solo es una sugerencia, o es que ¿acaso si quieres servirla como tu padre o tu abuelo? - dijo Len con intriga. 

- No, ni loca, ni en un millón de años - dijo Deas susurrando. 

- no voy a hacer su trabajo sucio - dijo molesto. 

- En ese caso, y, si estas de acuerdo, necesito tu ayuda. - dijo Len 

- ¿Como te ayudo? - Respondió Deas

- Vamos por la llave maestra, tu estabas presente cuando jadis congeló al último prisionero, y, sin duda, sabes en dónde esta, este es el plan... - dijo Len

Se pusieron en marcha, Deas fue por la llave maestra de todas las habitaciones del castillo y se la dió a Len. Len la escondió en la mano del Sr. Tumnus. Después, desactivaron las trampas de los pasillos y corredores, así como las puertas trampa y demás artilugios anti-ladrones del castillo. Len tomó algunas de las armas que habían recogido y las ocultó en las habitaciones que tenían prisioneros congelados. Apenas habían regresado a la sala del trono cuando se escucharon unos pasos bajando las escaleras, al tiempo que aparecían los dos últimos guardias que estaban en el castillo, ambos minotauros. Len llevó su dedo índice a sus labios: se produjo silencio. 

La Reina apareció en la sala del trono mientras contemplaba la pila de armas que se habían reunido. Y los miró complacida. 

- ¡Ustedes! - señaló a los minotauros - Recojan las armas y llévenselas al campamento. - ordenó la bruja. Estos atravesaron el espejo con las armas, una vez acabada la tarea regresaron al castillo. 

Hijos de la bruja blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora