Mi hija tiene 24 años, se llama Luz, mi marido le puso así, a mí no me gustaba mucho al principio, pero después me encariñe. Luz es siempre ella misma, con su carácter difícil, con sus caprichos, parece que siempre tiene ganas de haber nacido en otra parte. Desde los 17 me llevo a Luz todas las mañanas a trabajar conmigo a la casa de los Menendez. Yo he sido su ama de casa desde que su padre enviudó, soy como una madre para ellos. A Luz le enseñe todo lo que tiene que saber para poder ganarse la vida, todo lo que yo podía dejarle, las recetas más ricas, los secretos, los trucos. Ella trabajaba a la par mía y además hacia unos pancitos caseros y semitones para vender en la facultad. Ella siempre decía que estaba ahorrando para irse de Argentina después de recibirse.
Hace un tiempo que empezó a estudiar arquitectura, repite incansablemente que se quiere ir a la "mierda". Al principio me enojaba, no entendía porque era tan desagradecida con nosotros que le habíamos dado todo. No entendía porque no quería a su patria. Ella siempre me decía yo me voy a ir y no voy a volver nunca. Me costó tiempo entenderlo, yo había laburado toda mi vida, alquilaba una casita y cada tanto nos alcanzaba para unas vacaciones cortas en el campo y con eso me alcanzaba, con eso era feliz. Pero ella tenía otros sueños, Luz estudiaba, era muy inteligente y me había visto varias veces juntar unos mangos ir al banco y comprar dólares. Yo le decía que eso era para comprarle su estudio, cuando ella fuera arquitecta, mi sueño era poder regalarle un lugar propio, que no tuviera que alquilar como yo.
Hace un tiempo le pedí que me llevara en el autito al banco a sacar los dólares, en el camino le iba contando, que tenía miedo, que quería tenerlos en casa, por las dudas, que había que ser precavido. Cuando llegué a casa los escondí en la latita del cajón de las bombachas. Me senté en la cama y entendí a Luz. Entendí porque se quería ir de este país. Entendí porque nada le apasionaba, nada la esperanzaba, ella era más inteligente que yo, era más formada que yo y a su corta edad lo había entendido primero. Ni ella ni yo íbamos a vivir para ver a este país que amamos como nos gustaría.
Agarre la latita, camine hasta su pieza, la mire a los ojos y le pedí perdón, perdón por no haberle podido dar una mejor vida, le di la latita, le pedí que se fuera, que fuera feliz. Pero que me prometiera que algún día volvería a Argentina para tratar de hacer un lugar mejor.
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Irse a la mierda
Short StoryLuz es Argentina, tiene 22 años y una vida llena de sueños lejos de su patria.