Abro los ojos rápidamente.
¿Qué?
Mis fragiles pies descalzos pisan la hierba seca, causando picazón.
¿Dónde estoy?
Mi mano se dirige a mí entrecejo para cubrir mis ojos del potente sol, el cual me ciega.
Estoy en la nada, todo mi alrededor es pasto quemado, y un cielo increíblemente nublado.
¿Cómo es qué hay tanta luz?
El sol me quema cada vez más, y más.
No es un calor normal, es como...
Si por cada segundo que pasa, me lanzan un salpicón de aceite hirviendo.
Un zumbido extraño inunda mis oídos, como un aleteo de un ave.
El sol arriba de mí se nubla estrepitosamente.
Volteo.
¿¡QUE ES ESO!?
Un ave enorme, de unos 2 metros de longitud me acecha desde las alturas.
MIERDA.
Corro frenética hacia algún lugar, pero parece que no me muevo, un camino sin fin.
Mi pie empieza a arder, y observo la sangre gotear, algo muy filoso me cortó.
Me dejó caer de rodillas y empiezo a buscar aquello que me cortó, algo con lo que me pueda defender.
Encuentro una lanza, muy filosa, y me levanto a la defensiva.
Mis rodillas gotean sangre.
El ave se acerca más y más.
Todo se hace lento, y escucho mi propia respiración en el aire.
Aprieto los ojos y cierro mi puño con fuerza.
Lanzo con todas mis fuerzas el arma hacia el animal.
A lo lejos, el ave se desploma, callendo al suelo, dejando una estela de plumas tornasol.
Camino cautelosamente con una rama larga.
Parpadeo un segundo, y el ave ya no está más.
Corro hacia ahí.
¿¡Qué!?
mis rodillas tocan el suelo y cubro mi boca cuando veo al chico.
Pelo negro como el carbón,ojos claros brillosos y piel blanca, cuál nieve.
Increíblemente GUAPO.
Me acerco a su cuerpo.
– ¿Qué pasó? – susurro aterrorizada y observo su pecho.
La rama que lancé.
Observo sus ojos azules intensos.
Él es el ave.
Su mano se dirige a mi nuca y me empuja a su dirección.
– ¿¡Qu~
Sus labios chocan contra los míos.
Sus dos palmas tocan mis mejillas.
Cierro los ojos.
Mi cara comienza a quemar de un momento a otro.
La quemazón se torna insoportable.
Trato de separarme empujando hacia el lado contrario.
Estoy ardiendo.
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Corvus
Random- Tu hora está cerca querida - Dice mi abuela con una sonrisa perturbante - ¡Mierda! ¿¡Moriré!? - chillo angustiada. - Mejor que eso. "Pythonissam adest. insignis novi covina" - Recita en latín. ¡Claro! gracias abuela, eso me tranquilizó bastante.