"Algunas personas anhelan una vida simple y planificada, atada con una cinta... Algunas personas no navegarán el mar porque están a salvo en tierra, para seguir lo que está escrito..."
-Pero yo te seguiría hasta lo desconocido... -Karamatsu dejó que su voz resonara por las paredes de la florería, entonando una suave melodía mientras trabajaba con ahínco en aquel hermoso adorno que habían encargado aquella mañana. -Hacia un mundo que podamos llamar "nuestro"...
Tiempo atrás, solía cantar pensando en las flores, en su trabajo y en los pocos momentos que lo hacían feliz, en su infancia con su madre y en los pocos amigos que aún tenía. Cantaba para sí mismo, para tratar de aliviar las penas que hundían su frágil corazón y que oscurecían hasta sus mejores días. Cantaba para no sucumbir a las ideas que azoraban su mente, ideas que lo mantenían al borde del abismo, resistiendo el empujón que lo haría caer.
Pero ahora, ahora había una nueva razón por la cual entonaba aquellos versos, un poderoso motivo que hacía que su pecho se llenara de júbilo y una cálida sensación de inmensa felicidad, una sensación provocada exclusivamente por una sola persona. La razón por la cual sonreía con más frecuencia, la razón por la cual sus días ya no se sentían como una tediosa monotonía, la razón por la cual su lastimado corazón había vuelto a latir...
-Pon tu mano sobre la mía y prometamos que nunca las soltaremos... Aún si caminamos sobre una cuerda floja...-Suspiró al tomar entre sus dedos un delicado lirio blanco, acomodándolo con amorosa paciencia entre las demás flores del arreglo. -Muy alto, sobre el cielo, podríamos verlo todo... Aún si nunca estamos seguros de cuán lejos podríamos llegar a caer, quiero vivir esta aventura llena de impresionantes vistas... solo contigo...
Solo contigo, Osomatsu...
Se sonrojó de solo evocar el nombre de su amado en sus pensamientos, pero aquello ya era inevitable para él, el solo hecho de pensar en el mayor le hacía sentir mariposas bailando un vals en su estómago, el cosquilleo en sus acaloradas mejillas y aquel placentero palpitar en su pecho cuando recordaba el sonido de su voz, la manera en la que sus bellos ojos escarlatas lo miraban o las dulces sonrisas que le dedicaba. Sus días de tormenta se terminaron, ahora solo sentía los cálidos rayos del sol.
-Atravesemos juntos las montañas y los valles... Océanos y desiertos... -Sin darse cuenta, perdido como estaba en su burbuja de ensueños, Karamatsu comenzó a moverse al tranquilo ritmo de la canción, aspirando el aroma de las flores y suspirando pensando en la sonrisa del mayor. -Me has atrapado y quiero perderme junto a ti en este sueño... Así que quiero arriesgarlo todo solo por estar a tu lado...
Y voy a arriesgarlo todo por esta elección que he tomado...
Estaba consiente que esa fantasía no era más que una ilusión que su corazón y mente habían fabricado alrededor de un anhelo. Porque eso era lo que Osomatsu significaba para él, el más hermoso de los anhelos, el más hermoso de sus sueños y un preciado escape a su cruel realidad. El simple hecho de estar al lado de Osomatsu, escuchar su risa o sus ocurrencias, embriagarse de su reconfortante presencia y aroma, hacía que las heridas causadas por su progenitor sanaran poco a poco. Sus finos dedos acariciaron los pétalos de un crisantemo rojo, tan rojo como los ojos del hombre que le robaba el sueño por las noches y lo hacía suspirar completamente enamorado.
-Pero... No estoy seguro...-Su voz comenzó a degradarse hasta convertirse en un imperceptible susurro. -¿Me atraparías si llego a caer...?
Estaba consiente, plenamente consciente, que sus sentimientos no eran correspondidos, al menos no de la manera en la que él lo deseaba. Ambos eran amigos, muy buenos amigos, y aunque al principio aquello no representó mayor problema para el de ojos azules, ahora no era más que una cruel tortura. Estar al lado de la persona que provocaba tantos sentimientos en su corazón y no poder hacer nada para expresarlos se sentía como el peor de los tormentos, Karamatsu solo se preguntaba: ¿En qué momento había comenzado a ser tan egoísta?
Era egoísta porque deseaba algo que jamás podría tener, era egoísta porque quería monopolizar las miradas del mayor, quería monopolizar sus sonrisas y sus abrazos, quería compartir sus sueños y aspiraciones con Osomatsu, que ambos caminaran juntos, tomados de la mano, sin prestar la más mínima atención al mundo exterior y a la apatía de la gente. Deseaba con todas sus fuerzas gritar sus sentimientos, mostrárselos a Osomatsu y entregarle sin reservas su corazón en bandeja de plata, entregarle al mayor todo lo que tenía o podría llegar a tener, con la esperanza de que el de ojos escarlatas le correspondiera con la misma avasallante intensidad.
-Bien dicen que soñar no cuesta nada. -Limpió con discreción una pequeña lagrima que había escapado de uno de sus azulados ojos, poniendo en evidencia la marea de emociones contradictorias que estaba sintiendo en aquellos momentos.
De pronto la puerta de cristal fue abierta sorpresivamente y sin cuidado, Karamatsu sabía perfectamente de quien se trataba.
-¡Karamachu~! -Y el menor sintió la característica explosión de felicidad recorrerle el cuerpo, sonriéndole al mayor de vuelta y colocando el casi acabado adorno a un lado tan solo para centrar su atención en el recién llegado. -A que no adivinas quien recibió un aumento esta semana por ser tan trabajador.
-¿Akumatsu...? -Se burló a sabiendas de que el mayor era como un niño pequeño, uno demasiado mimado y berrinchudo. Sin embargo, aún y con todos los defectos que pudiera tener, el menor lo quería con locura.
Karamatsu consideraba impensable cambiar la manera de ser de Osomatsu. Estaba seguro de que, sin su carácter juguetón y despreocupado, pero al mismo tiempo tranquilizador y compasivo, no sería el mismo Osomatsu. Sin sus tonterías que lo hacían reír a carcajadas, tan intenso que terminaba sin aire y con la boca tan adolorida de tanto sonreír, no sería el mismo Osomatsu. Sin su manera de preocuparse por los demás, queriendo parecer fuerte pero con un gran corazón, no sería el mismo Osomatsu. Sin esos pequeños detalles que lo hacían enamorarse cada día un poco más, no sería el mismo Osomatsu...
-¡Que cruel, Karamachu~! -Como se lo esperaba, Osomatsu infló las mejillas a modo de berrinche. -Y yo que pensaba invitarte al cine para celebrar.
-Sabes que no es necesario que gastes tu dinero en mí. -Osomatsu se acercó al mostrador, recargando sus brazos en el cristal mientras admiraba el arreglo que Karamatsu había vuelto a tomar entre sus manos. -Podemos pagar a la mitad.
-No seas ridículo, Karamatsu. -Se irguió, tomando con cuidado al menor por las mejillas, acercando peligrosamente sus rostros. Karamatsu sintió su corazón detenerse abruptamente en su pecho, pensó que podría morir en cualquier momento tan solo por aquella simple acción del mayor. -El que te está invitando soy yo, el que invita es el que paga... Después de todo, así es como funcionan las citas ¿No?
Con cuidado, Osomatsu soltó el rostro del de ojos azules, sonriendo con calma y ternura, con su escarlata mirada centrada únicamente en las expresiones de asombro y timidez del menor. Karamatsu aún seguía petrificado pero podía sentir perfectamente como su rostro ardía con ímpetu, probablemente por el intenso sonrojo que seguramente podía apreciarse desde la base de su cuello hasta la punta de sus orejas.
-Pasaré por ti más tarde, Karamatsu. -Se despidió el mayor, acariciando por última vez la sonrojada mejilla.
Karamatsu pestañeó, saliendo de su estupor mientras tomaba rápidamente una solitaria peonia rosa del arreglo floral, corriendo hacia la entrada para entregársela a Osomatsu. El mayor sonrió al recibir el pequeño regalo, haciendo a un lado la molesta alergia y la incómoda sensación de picazón que comenzó a atacar su nariz. Jamás podría rechazarle a Karamatsu una sola flor, aún y cuando se quedara para siempre sin su sentido del olfato, era un riesgo que estaba dispuesto a afrontar si podía seguir viendo el hermoso arrebol en el adorable rostro del menor.
-Considéralo como un premio. -Los ojos azules brillaban como luceros. -Estoy orgulloso de ti, Osomatsu.
Pero realmente lo que quiso decir se quedó impregnado de manera subliminal en la pequeña peonia que le regalo al mayor:
Te quiero, Osomatsu. Te quiero con todas mis fuerzas...
-0-
Hola!! :D
Pensaron que me había olvidado de esta historia? Ja! Pues no!
Pero debo admitir que he estado procrastinando bastante, perdón! ;3;
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Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.
Fanfiction-Me llevo este. -El joven florista arqueó una ceja, escéptico. -¿Qué sucede? -No creo que ese adorno sea el adecuado. -Sonrió tranquilo, alejando las flores del mostrador mientras entraba por la pequeña puerta que se encontraba detrás de él. Osomat...