Capítulo 17: El Primer Amor

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Prepárense, sus corazones vas a sufrir.

—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Dan observando a James con la Perla en su mano. James se encontraba alternando la mirada de la página del diario a la perla como si estuviera viendo un partido de Quidditch—. ¿Deberíamos destruirla?

James dudaba si eso era lo correcto, si destruyendo la piedra iba a conseguir alterar los planes de Zárifo. Después de todo, él iba a molerla.

—¿Y qué pasa si cuando la destruya, algo le pasa a Lucy? —duda nervioso James observando esta vez a su primo—. Desafíamos las reglas de la Perla Encantada, Dan. O la Perla o la persona, no hay otra opción. ¿Qué pasaría si cuando la haga pedazos, tambien dañe a Lucy? No puedo arriesgarme hasta saber más información acerca de esto.

Ahi fue cuando James tuvo una idea, tal vez muy estúpida, pero era una idea.

El chico se bajó de la cama apurado, tirandose al piso y buscando bajo la cama la caja de madera que yacía escondía bajo una de las tablas sueltas. Al encontrar la tabla, la sacó haciendo fuerza, colocándola hacia un lado y arrastrándose más hacia el interior, revisando si la caja todavía se encontraba ahí.

Dan comenzó a preguntarle que estaba haciendo, pero James estaba absorto en sus pensamientos, buscando dentro de la caja lo que estaba esperando encontrar.

Y ahí estaba, en un frasco del tamaño de su dedo índice, con luces rosadas y azules en su interior y brillante como un hechizo lumos, se encontraba embotellado el Maleficio Anti-Amor. Ese que había salvado de las manos de Zárifo hace muchos años ya y que había guardado con él desde entonces. El que ahora yacía en su mano, pareciendo inofensivo, cuando en realidad podía acabar con la vidad de millones de magos y brujas del mundo.

—Todavía lo tienes —susurró Dan al observar el pequeño fasco cual tenía una cadena dorada en la tapa—. ¿Para qué lo quieres?

James se levantó del piso aun observando el frasco, dudoso por lo que iba a hacer.

—Lo voy a abrir —afirmó decidido, sujetando la tapa.

Antes de que pudiera hacerlo, su primo lo detuvo rápidamente, removiendo su mano de la tapa de aquel frasco.

—Le prometiste a McGonagall que jamás de los jamases abrirías ese frasco; que era peligroso. Y McGonagall siempre, pero siempre, tiene razón, James. Es peligroso, y sé muy bien que tú sabes eso —le recordó Dan.

James tragó saliva, nervioso.

—Solo voy a colocar la perla adentro para ver como reaccionan —admitió James sinceramente—. No voy a lanzarle el Maleficio Anti-Amor a nadie; sería estúpido.

—Lo único estúpido es abrir ese frasco. Simplemente, guarda la perla junto el frasco en tu escondite, pero, te lo ruego, James: nunca abras ese frasco.

James asintió varias veces con la cabeza, confundido ante la actitud que tenía Dan frente al maleficio. Con cuidado, guardó nuevamente el frasco en la pequeña caja de madera junto a la pequeña perla brillante, volviendo a colocarla en el escondite y poniendo la tabla suelta nuevamente.

—Creí que habías dejado el Maleficio Anti-Amor en el Rayo —comentó Dan, ambos observando la tabla suelta en el piso bajo la cama—. No sabía que estaba aquí en Hogwarts.

—Eres el único que lo sabe, de hecho —confiesa James, observándolo—. Nadie lo sabe, y nadie debe saberlo. Si alguien se entera que el Maleficio Anti-Amor está aquí, soy hombre muerto. ¿Entendido?

Dan asintió con la cabeza, volviendo a mirar la tabla en el piso. Era alarmante: las dos cosas que Zárifo quieren se encuentran en el poder de alguien tan estúpido como James Potter.

James Potter y la Perla Encantada #JP4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora