Capítulo IX

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Ari observó la consola central del estudio y sintió una emoción casi infantil por ese objeto de trabajo. Estaba por cumplir un mes trabajando en uno de los estudios propiedad de Memo Larrea, el amigo de Pepe; era un buen empleo, a Ari le encantaba.


No le demandaba demasiado, era algo así como el asistente del asistente de producción. Llevaba y traía papeles, hacía citas, hacía agendas pero sobre todo... aprendía y escuchaba.


Pero algo que amaba particularmente era cuando alguien llegaba a grabar una nueva canción o cuando algún compositor mostraba su nuevo material para colocarlo por ahí con la gente indicada. Eran mágicos esos momentos.


Obviamente, Ari soñaba mucho, creía que algún día podía llegar con alguna de sus canciones y grabar en ese estudio. De hecho, su jefe inmediato ya había visto alguna de sus letras y, para la satisfacción de Ari, le habían encantado. Le había dado un par de recomendaciones y le había dicho que si quería perfeccionarse, él mismo le pagaría a alguno de los profesionales para que lo asesoran. Evidentemente, Ari aceptó. Sabía que convertirse en una estrella no sería una tarea fácil y tampoco algo que se hiciera de la noche a la mañana.


Cuando le informó a su madre sobre sus progresos, ella de inmediato se había puesto un poco a la defensiva al pensar que iba a dejar la universidad pero Ari la tranquilizo. Otra cosa que tenía en mente era siempre tener un plan B y, si las cosas con la música no funcionaban, él siempre tendría su carrera y con ella la facilidad de generar contenido de calidad.


Su celular vibro y Ari de inmediato sonrió. No necesitaba ver la pantalla para saber de quién se trataba.


Temo...


Amaba tanto haber recuperado su amistad con él. Amaba lo que hacía Temo en su vida. Esa paz que le inyectaba y como encontraba en sus expresivos y bellos ojos todas las respuestas a las dudas que podía llegar a tener.


Temo lo alentado a mostrarle las canciones a su jefe, se había encargado de infundirle el valor que le faltaba, Ari sólo tuvo que ver esos hermosos ojos resplandecer con una chispa de alegría para no darse por vencido e intentar siempre tener esa magia en los bellos ojos de Temo. Yolo tenía razón, de alguna manera, Temo lo hacía sentir libre y feliz.


Ari desbloqueó su teléfono y leyó el mensaje que le había enviado.


*¿Listo para esta noche?


Ari negó sonriendo. Diego y Yolo se habían empeñado en hacer una fiesta para celebrar que, tanto Ari como Temo, tenían un mes en sus respectivos empleos. Temo había aceptado pero Ari sabía que tenía un motivo oculto. Lo que Temo quería era presentarle a otro chico pero Ari tenía la idea de que todo iba terminar igual que la primera vez que intentó emparejarlo con alguien.


Temo se había esforzado con su primer prospecto. A la vista era guapísimo y a Ari le había encantado pero... tenía que hablar y aburrirlo hasta el hartazgo. En la primera media hora de la cita agotaron todos los temas posibles. Al chico no le gustaba la música, no era precisamente amante del cine de terror y tampoco parecía muy interesado en prestarle atención a Ari.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora