My whole world...

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Su respiración estaba agitada. Ni siquiera se dio cuenta del momento en que había dejado de sentir el frío en sus pies descalzos y lastimados a medida que avanzaba por las calles de Londres, pisando charco tras charco de agua sucia mientras la incesante lluvia caía sobre su cabeza, imperdonable.

Quería correr y resguardarse de las inclemencias del tiempo, pero sabía bien que no tenía caso hacerlo. Y es que, ¿a donde podría ir? Tan solo era un pequeño niño huérfano más en los barrios marginales, sin una familia o un lugar al cual poder llamar hogar o un techo fijo que lo cobijara de algo tan típico como las lluvias londinenses. El que alguien de su corta edad tuviese que pasar por ésas cosas, el que tuviese que tener que entrar en razón de que el mundo a su alrededor era cruel y que no le importaba una mierda si vivía o moría, era por demás devastador. Era algo que le oprimía el pecho cada vez que todo éso le llegaba a cruzar por la cabeza...

Apretó su mandíbula mientras seguía adelante, inconscientemente aumentando la velocidad de sus pequeños pasos a medida que avanzaba.

"Robert..."

Apretó también sus ojos, tratando de contener las amargas lágrimas que sabía que estaban por venir. Siempre era lo mismo cuando el peso opresivo de su difícil situación se hacía sentir.

"...Robert..."

Comenzó a correr sin darse cuenta, ignorando los comentarios desagradables que los riquillos que merodeaban por la calle pese a la lluvia, resguardados bajo bonitos y costosos paraguas, lanzaban en su contra cuando el pequeño, con sus ropas rotas y sucias, pasaba al lado de éstos, tratando de alejarse tan rápido como pudiera de ésas personas malas, de ésa miseria en la que vivía, de todo...

"Robert...?" Llamó de nuevo la voz de antes, ésta vez con un poco más de insistencia. Era una voz completamente familiar, y sonaba algo preocupada. El rubio parpadeó un par de veces mientras su mente volvía al tiempo presente. "Robert, ¿te encuentras bien?"

Fue ahí que éste finalmente miró hacia arriba, encontrándose con la tierna mirada de Jonathan fija en él. La preocupación que manchaba ésos hermosos ojos azules que a Robert tanto le gustaban era evidente. Y se detestó por ser el causante de ella.

"Ah, Jojo..." Respondió en voz baja y de manera un poco torpe. Estaba apenado de ser visto en un estado tan vulnerable. Secuelas de una vida en la que mostrar la más mínima debilidad podía costarte la vida, ni más ni menos... "Si. Estoy bien..." Añadió y esbozó una sonrisa, esperando que ésta fuera tan cálida y ajena de tristeza como todas las que siempre le dedicaba al caballero.

Quizá no lo hizo bien, quizá el joven Joestar podía leerlo fácilmente tras todo ése tiempo que habían pasado juntos ya. Quizá era solo el hecho de que Speedwagon era técnicamente un libro abierto ante él, con su corazón y sus sentimientos expuestos en todo momento...

Sea lo que fuere, Jonathan pudo percibir que algo estaba fuera de lugar.

"¿Tuviste ése sueño otra vez?"

Silencio. Corto, pero no lo suficiente como para no delatarlo.

"...Si." Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del caballero. Había un dejo de tristeza en ella, pero también había comprensión y calidez. El corazón de Robert se estrujó de nuevo, pero de una manera completamente distinta ésta vez. Sintió los fuertes brazos del caballero estrecharse firmemente pero con suma delicadeza alrededor de él. Era difícil de concebir que alguien con tanta fuerza en su ser pudiera ser capaz de suministrar un toque como ése, como si tuviese miedo de llegar a quebrar aquello que era tan precioso para él...

Fue ahí que el rubio finalmente comprendió que estaban en la habitación de Jonathan, recostados en la amplia cama de éste. Recordó que, más temprano ése mismo día, el joven Joestar lo había invitado a pasar el día con él cuando se encontraron en las calles de Londres, donde Jonathan se estaba hospedando temporalmente tras todo lo ocurrido con la residencia de su familia. Habían planeado salir a pasear, quizá darse una "escapada" y visitar el campo, lejos del escrutinio de una sociedad prejuiciosa y preocupada todo el tiempo por las apariencias y donde nadie los molestaría, pero la lluvia había tenido otros planes, forzando a ambos a quedarse en casa.

Y éso no era malo en absoluto. Después de todo, ambos disfrutaban la compañía del otro muy por encima de cualquier plan que hubiese para la velada. Ambos se recostaron en la mullida cama, abrazados, contemplando los cielos grises que se alzaban afuera y la lluvia que no paraba de caer. Platicaban de todo y nada a la vez entre suaves murmullos y risillas, y uno que otro beso robado, compartiendo silencios cómodos de vez en cuando, gozando de la presencia y la calidez de aquel que yacía entre los brazos del otro. De un momento a otro, Robert (muy para su pesar) se había quedado dormido, algo que a Jonathan le pareció un poco gracioso y lindo, aunque sabía bien a qué se debía el notable cansancio de su querido.

Desde hacía algunos días que el ex-ladrón había conseguido un empleo en una pequeña tienda del centro de la ciudad en su intento por dejar atrás su viejo estilo de vida. El cambio enorme y abrupto de horarios en su rutina, aunado al hecho de que jamás había sido alguien madrugador, le estaba pasando la cuenta.

El chico castaño decidió dejarlo dormir tanto como quisiera, sin separarse de él, mirando su rostro de vez en cuando. Era lindo poder verlo descansar plácidamente, con una expresión casi inocente en su rostro marcado por las duras experiencias que le había tocado vivir durante sus años en las calles, sumergido en el crimen, experiencias de las cuales Jonathan bien podía comprender algunas de ellas, a pesar de no ser precisamente similares a las que él mismo algún día tuvo que enfrentar a manos de su hermanastro o de aquellos chicos que seguían ciegamente a éste y a sus mentiras.

Debió ser en uno de ésos momentos en que le miraba que Jonathan notó el cambio en sus facciones y que pudo percatarse de que algo no andaba bien. Comenzó a llamar a su querido, preocupado, esperando poder sacarlo de lo que sea que fuese que le estuviese aquejando. Un par de llamados más tarde y, helos ahí, de vuelta en el aquí y el ahora...

"No tienes de qué preocuparte, Robert..." Jonathan lo atrajo un poco más hacia su cuerpo, algo a lo que Speedwagon no puso resistencia u objeción alguna. "Estás aquí, conmigo. Estamos juntos, y éso es lo que importa..." Dijo con un susurro y depositó un suave beso en la frente del otro; sus labios rozando los dorados cabellos que caían sobre ella.

"Jo...jo..." Fue lo único que Robert atinó a decir también con un susurro, una vez más, y como siempre, incapaz de ocultar sus sentimientos hacia el caballero que le había robado desde su corazón hasta el último de sus pensamientos. Una de las enormes pero gentiles manos del joven Joestar llegó hasta el mentón del rubio, inclinando un poco la cabeza de éste, permitiéndose ver mejor ésos ojos color chocolate que tanto admiraba. Su sonrisa abandonó todo trazo de tristeza que le había llegado a embargar momentos atrás, tornándose aún más dulce y sutil a medida que la distancia entre ellos se desvanecía poco a poco.

"Siempre me tendrás a tu lado, cuidando de ti..." Susurró, sus labios rozando los de Robert justo antes de posarse sobre ellos, reclamándolos con un suave beso.

"Eres un cursi de lo peor, Jonathan..." Respondió, bromeando solo para molestarlo un poco aunque, aún con lo tenue de la luz natural que se alcanzaba a filtrar a través de las enormes ventanas en la habitación, el rubor que cubría sus mejillas era innegable. Ambos rieron. "Tú también me tendrás siempre a tu lado, Jojo." Speedwagon llevó una de sus manos hasta el rostro de su amado, acariciando la suave mejilla de éste. Una sonrisa cariñosa, brillante como el sol de verano, y despojada por completo de toda tristeza que hasta hace unos momentos la manchaba, se dibujó en sus labios. "Ni muerto podrán alejarme de ti."

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