Bonn, Alemania

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Recuerdo un simple momento de otoño, los demás son solos sucesivos, me miro reflejado en un sucio cuarto de baño de la ciudad de Bonn, donde espero a que el maquinista salga del tren alarmando  por la salida de este en dirección a no se donde. Me lavé la cara , limpiando mis últimas lágrimas por olvidar este lugar incompleto, que no pude crear ese sueño que todo hombre quisiera crear, "Una familia"; aun a la edad de 25 años y mi chaleco a cuadros, intento olvidar el pasado. Acomode la chaqueta y me puse bien mis pantalones de pinza, poniendo mi mascota donde pertenecía, su lugar "Mi cabeza", bien levantada y con penas en un pañuelo, nadie vino a despedir al que nadie recuerda, ¿Triste, verdad?. Durante el trayecto en el tren, y sus traqueteo vacilantes ,pude contemplar el paisaje que mis ojos azules no pudieran ver nunca más. Soy chico de lectura, eso lo tengo muy bien aprendido, pues en mi familia goce de un profesor que me enseñó Noruego, mi libro favorito que me leía y cuál yo aprendí, era "Nora o Una casa de muñeca". No era extraño, que un hombre leyera un libro que le daban derechos a la mujer, mi madre siempre me dijo desde pequeñito que las mujeres eran flores, depende de uno regarlas cuando se necesita, porque si las riegas mucho se pudrirán y si las olvidas se secaran, ambos extremos terminaban en un mismo final.

En el tren constaba de coches para dormir, yo me pedí uno compartido, no me dijeron con quien lo compartía, así que dejé mi maleta y mi maletín, acto seguido decidí ir al salón, era un vagón ambientado como en un salón normal, donde las damas tomaban el té y podrían jugar al siete y medio sin apostar ,y ver a las muchas parejas como almorzaban en mesas individuales para 4, me decidí sentarme en la barra y pedir lo que siempre pedía, un whisky caramelizado con doble de hielo, mientras ojeaba mi libro de cubierta marrón, cerca de las 6 de la tarde, una diosa de cabellos dorados y piel blanca, resaltaba que era de familia adinerada, su vestido color nata y con encajes la hacía mucho más llamativa de lo que ella ya era, su fina figura, sus rizos traviesos le tapaban la cara desde mi posición, el causante que me hizo que me diera cuenta de ella no fue un rayo de sol, sino lo más insignificante, pues el camarero sin querer dejó caer un hielo al suelo, al mirar por encima del libro y pensando la acción de coger el vaso de whisky donde quedaba un hielo medio derretido pues en el trasluz del vidrio del vaso, se asomaba un sombra blanca.

Decidió juntarse con las señoras que tomaban el té al final del vagón, pero... mi intento de intentar seguir mi hilo de mi libro era imposible, me quedé fijo en el pasado micro presente de cómo ella había entrado en el salón como cual reina aclamada, recta y aun con el vacilar del tren andaba recta y firme, decidida dónde iba, pues ni miró a su alrededor, con voz dulce pidió una taza de té y pero cuando le dijeron la marca de ese té , al momento rechazó y se dirigió a la barra, donde yo intentando no mirarla y mirar mi libro, pude ver su rostro de perfección,  ojos almendrados de color verde, labios cereza ,parecía esculpida entre dioses. Di un pequeño sorbo y una mueca mientras intentaba leer mientras ella se acercaba, pidió en la barra un té de "champagne y fresas ", un olor muy cálido y relajante , su voz clara con la que hizo un comentario bastante diferente a todas las mujeres: -A ver se visto, hombres que leen y no el periódico, por lo menos sabemos que las ideas las tiene clara-, levanté la vista para saber si cuando hizo su espléndido comentario me estaba mirando a mi, o al camarero con mirada de reojo. Menuda mujer estaba hecha, nunca vi una mujer así , ni en Bonn , ni toda Alemania, ¿De donde salía esta mujer?, porque su mirada se iluminó cuando vio el título de la portada del libro, a lo que soltó seguido de su comentario primero fue :-Hombres con criterios que leen por pasión hay pocos y que den el confianza y el voto al signo faldero-, las mujeres que estaban al lado de ordinario al escuchar que en vez de decir mujer, las llamaron faldero, por poseer y ser las únicas que llevaban faldas. No respondí nada, cerré el libro y me despedí de ella, con el afán de no verla más, pague mi copa y me fui al coche a prepara la noche, retome mi lectura momentáneamente en su comedia, y al ver que mis párpados se negaban el hecho de seguir leyendo, decidí guardar mi libro en el maletín, donde llevaba mis otros libros y mis pastillas, baje la persiana corredera para que hubiera oscuridad, y tras la ventana de la puerta podía verse un poco de luz. Así que decidí hacer lo que tenía previsto, el traqueteo del tren hacía de acunadora y con facilidad me dormí. Tuve un sueño donde todo lo vivido me pasaba factura, donde todos me daban la espalda, y me desperté con angustia al instante, sentí un poco de frío y las mantas que disponía el bajón no eran muchas, ni me inmute de que llegó mi compañero de dormitorio, me puse un poco recto, saque los pies de la cama, y saqué mi reloj y vi que en él parecía que la hora se había parado, supuse que eran las 2 de la mañana, todo estaba oscuro, así que para no incomodar, ni a mi compañero y ni a los demás coches, con la luz de una vela, fui con cerillas hasta el final del vagón, donde disponía un cuarto de baño.

Desde de entrar en el cuarto de baño y salí la puerta final del vagón, donde unía con el otro vagón, hacia una especie de pasillo para que nadie se caiga durante el viaje. Decidí encender un puro, así que encendí una cerilla de las pocas que quedan en la cajetilla, era esas noches que el cielo oscuro es un mantel, donde las manchas son las estrellas y la luna no existe, donde el río Blies, hace como si no existiera ningún río y sus aguas fueran un cristal que unía el mantel del cielo y cocía las mismas estrellas en ella, siendo una copia perfecta, esas noches en la que el silencio era el rey y solo el molesto traqueteo de este viejo tren, parecía ser sonoro a mis oídos, sumergido en mis propios pensamientos. Apague la cerilla y contemplé el paisaje, esos árboles, que parecían el sueño de cada princesita, un poco turbio, oscuro y terrorífico para otros a esa hora, pero para mí, el miedo que tenía yo era, ¿Cuando dejara de mirarme la señora de detrás de la puerta?, su mirada me calaba el alma, y el frío que antes no sentía, volviera de pronto y con intensidad. Decidí no darle importancia y ver que era un poco tarde, así que me volví sobre mis pasos, hacia el coche, cuando de pronto, la otra puerta del otro vagón se abre, muy lentamente, algo en mi cabeza decía corre, por favor corre, pero su voz me paralizó, una voz cálida, ¿Cómo sabía mi nombre?, ¿Quién era?, me volví lentamente, no era necesario recordar mi pavor en ese instante, cuando vi de reojo, quien era, ver que no tenía pies, que su camisón volaba y que el viento que antes era frío se volvió caliente. Me volví hacia delante, ignorando su voz, y haciendo que no la conocía, sus manos blancas y su pelo negro, toda combinación para toda pesadilla para él menos esperado en esa noche, pero cuando ya casi llegue a mi habitación, abrí la puerta lentamente, para no despertar a mi acompañante, cuando de pronto, veo que mi acompañante se voltea y que aquella persona era que estaba allí afuera, mi miedo se iba apoderando de mi sistema nervioso a paso de gigante, y sin mirarme me empezó a hablar, su voz cálida me hacía sentir más miedo que seguridad, a lo que me pregunto, ¿Porque me tienes miedo?, soy tan real como tu. Me fije que todo el rato me estuvo mirando, y ahora que no me miraba, sentirá una sensación de que ya, ni siquiera en mi habitación donde se supone que debería estar seguro uno, sentía que en ningún lugar de este maldito tren me daría la seguridad que necesito.
Respondeme, por favor, ¿Porque tanto miedo? ¿Acaso no sabes lo que soy? ¿Nadie te dijo que estas maldito? Jajaja, ¿Nadie te quiere? Te convertirás como yo, un errante, nunca podrás olvidar. Se volteo, ahora me miraba, sus ojos eran negros y la luz de las estrellas que entraba por la ventana exterior, vi que su pelo era liso, que su cara era alargada, su piel era de color blanco hueso, mientras su vestido era un blanco lino, que sus manos no eran lisas del todo y tenía arañazos, que no era muy alta, su estatura era de uno cincuenta y siete cm, y su sonrisa era un poco siniestra, en el pasillo se escucha unos pasos ligeros y firmes, ¿Quien anda a las tres y media de la noche, así?, cuando esa extraña mujer se levantó en un abrir mis párpados para echarse encima, se abrió la puerta de mi coche, echándome encima mía y la de esa mujer agua con un olor muy exótico, y su voz rígida y sin vacileo soltó por sus labios, "vuelve a tu mundo, nadie necesita errantes, para eso existen vivos con cadenas", dijo unas palabras en latín, si mal no recuerdo, creo que eran estas "-Et mortuus est cum mortuis-", sin hacer ruido, desapareció esa extraña mujer de vestido blanco y mano de uñas largas, aquél espectro que abrió la puerta de mi habitación, no lo llegué a ver, vestido de negro entre la negra oscuridad de la noche, solo podía decir entre mis labios temblorosos, gracias.
 

Las Amapolas también cantanWhere stories live. Discover now