Pequeño girasol, siempre había pensando que nuestra amistad era la versión más pura del amor que conocía, con toda tu honestidad clara y tu sonrisa de la cual nunca podía dudar. Alma gemela me llamabas, me encantaba, me sentía tan especial. A veces pienso que tal vez no llegaste a quererme tanto como yo llegué a hacerlo; me hacías ser mejor, ser yo, sentirme bien, me hacías reír en medio del llanto y me iluminabas entre la profunda oscuridad. Eras (ojalá pudiera sentirme lo suficientemente bien como para hablar de esto en presente, y no en pasado) mi compañera en todo, siempre, tu mano era mi hogar y mi mano el tuyo, sabíamos que juntas siempre íbamos a estar. Jamás me había sentido tan afín con alguien como cuándo podíamos entendernos con sólo una mirada, un gesto o una seña, me sentía tan querida y a salvo entre tus abrazos y tus palabras. Ojalá todo pudiera ser tan bueno como "en los viejos tiempos". Te amo, pequeño girasol, y si alguno de tus días ves que el sol no sale y no brilla y te sientes débil; siempre podrás encontrarme para apoyarte en mí, para recuperar tu luz y volver a brillar como siempre, fuerte y capaz de todo... (incluso tan fuerte y capaz como para dejarme atrás).
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