Resultaba fácil para el señor Thomas Dascălu vivir de tan anticuada profesión, aunque con esos inventos modernos del hombre parecía ser que lo seguía disfrutando sin ser juzgado por las miradas fieras de una sociedad cambiante.
Destacaba a cada evento que iba, siempre vistiendo un saco con diseño cuadriculado, como si de un tablero de ajedrez se tratara, sobre su delgado, pálido y andrógino cuerpo llevaba consigo una simple camisa negra de manga larga; su cabello grisáceo era relativamente largo, lo suficiente como para hacerse una cola de caballo, así como pocos llegaban a mirarle los ojos, no era debido a su metro y ochenta centímetros de estatura, sino porque en toda ocasión llevaba lentes oscuros que tapaban su enigmática mirada.
La alta sociedad de Rumanía, su patria que le vio nacer, decía que era bastante extravagante y narcisista, pero lo justificaban bajo la excusa de que era un artista, y es que tomar fotografías era su pasión profesional, como si tuviera un don divino para tal ocupación.
Su forma de hacer arte era muy valorada, más que nada como era capaz de captar multitudes amontonadas en las urbes, y los más extensos y vivos paisajes naturales del mundo. Nunca se observaba en las galerías que hubiese imágenes propias de modelos en solitario.
De caros vinos que degustaba a las más bellas mujeres que presumía, había un lugar que siempre disfrutaba, la mansión que había heredado de sus fallecidos padres. En aquella casona propia de un estilo de vida ostentoso, el salón principal estaba adornado con un cuadro del individuo y a los lados de este se hallaban las escaleras al segundo piso.
La servidumbre era bien pagada, y cobraban mejor aquellos que cuidaban del cuadro, sin embargo, durante la noche no debía haber nada despierto bajo órdenes del amo. Una pobre sirvienta recurrió a abandonar su cuarto durante la media noche para llegar al sanitario de la gran casa, se asomó un poco, pero pudo ver parado al sujeto frente a la pintura.
Según contó la mujer había visto al señor besando y acariciando tal lienzo, si preguntas acerca de su destino después de esa noche, no habría mucho que decir, simplemente fue despedida, aunque a la desahuciada fémina le pareció bastante atípico que el amo le dijera que como castigo le tomaría una fotografía.
La captura de la realidad fue tomada con una cámara digital profesional e impresa por el jefe de la ahora desempleada. Jamás se volvió a saber de ella, lo mismo respecto al retrato digital.
Egoísmo poético de tan descarado ser humano, se sentía como dios griego, esa visión romántica por un aspecto del mundo propia de un artista podía verse ennegrecida con las fotografías de personas sin acompañantes.
En aquél polvoriento álbum al ser abierto, una ligera carcajada salía del hombre como si estuviera extasiado en su satisfacción, la vida le había jugado una mala pasada, pero le dio un giro de ciento ochenta grados a la situación gracias a su buen gusto en la estética.
Al pasar los ojos sobre las imágenes eran nada más y menos que el trazo propio de la muerte, cadáveres putrefactos dónde se suponía debían estar los individuos originales aún derramaban vísceras y fluidos viscosos, y pese al hórrido escenario exponía su talento.
Las figuras de aquellos difuntos que alguna vez posaron, como si un maníaco hubiera retocado todo para jugar una mala broma, pero no era así, todo se limitaba a esa artística habilidad propia de un emisario de la misma muerte...
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Un Arte Peculiar (ONE SHOT)
ParanormalEn un mundo donde existen aquellos individuos decididos a usar sus dones para el bien, otros se contraponen a dicha observación. Algunos siguen su propio camino, otros simplemente son desquiciados, pero uno en particular decidió ver el lado artístic...